Nuestras cabras, están enfermas.
Nuestras cabras, están
enfermas. Encima que nos quedan pocas, y aparte las que el cabildo
mata; pues que tuberculosis no es solo cosa de personas, sino que alcanza a las
pobres y pocas cabras que nos están quedando, con lo cual se avecina el fin de
las mismas, y como desaparecieron los cuervos , los milanos, y otros, nos
quedaremos sin las cabras, y sabemos por culpa de quien, que en lugar de
dejarlas comer y pastar hierbas del campo, se lo llenan de pinos, y las obligan
a tener encerradas en explotaciones, acabándose el pastor, al acabarse el
pastoreo, y convertirse en explotadores de cabras. Así que enferma el humano, y
va al médico; enferman nuestras cabras, pues que venga el veterinario. Ya sin
casi cabaña caprina, para que el resto siga, hay que hacerlas tomar medicinas e
inyectarle medicamentos, con lo que vamos a tener cabras drogadas, tratadas
farmacopeamente. Y es, que también las cabras enferman, dado que comen piensos y
yerbas (hierbas) traídas de, ¡Dios sabe dónde, y con qué abonos y químicas
producidas, que afecta a la salud de nuestras pobrecitas y sufridas cabras!, que
para mayor castigo les crecen las pezuñas, que al no salir les crecen
impidiéndoles moverse con naturalidad y según esencia, y es que como los males
vienen juntos, tampoco se les permiten ver el sol, con lo que sus leches, sin
grasas, es una triple desgracia (la de tabaibas pudiera salvarnos, si se la echa
bastante azúcar). Pobrecitas mías, que al enfermar, nos dan hasta menos leche, y
hasta se nos mueren afectadas por virus y otros males. Les puedo jurar por Dios,
que un feligrés mío, en Cazadores, con cien (100) cabras, se le han muerto
veinte (20) cabras, lo cual nos pone en un 20 %, cuando no más, y según qué
casos, que hablo –o escribo- de lo que conozco. Muertes de cabras, que
naturalmente y como es lógico, reduce el número de cabezas (así referido a los
animales, lo de “cabezas”). Y es que tenemos el problema del contagio, es decir
la cabra sana en contacto con la enferma, enferma también ella, y a ello
favorece la explotación al estar encerradas y a veces apretadas, y no como
cuando andaban sueltas, y cada una a su aire. Y nada diga de los quesos que se
hacen de la leche de esas cabras enfermas, antes de morir, para no alarmar a la
población comedora de quesos en fiestas y reuniones donde te ponen un plato con
queso partido en tiritas o trocitos, que: ¡por mí, a la basura! O peor todavía,
que me pongan en la mesa un plato con carne de cabra matada antes de que
muriera, ¡no, gracias! Y uno, mal pensado dice: ¿no estará eso orquestado por
quien yo me sé? Porque ahora viene la mayor: se prevé sacrificar a las cabras,
para que la enfermedad no se contagie, con lo que, ¡adiós a las cabras! Y
bienvenidos sean los perros, que seguirán dando de comer a los amigos
veterinarios. Aunque -recomienda la clase política- que para evitar
enfermedades, sean pulcras las explotaciones, todo de mármoles blancos, con
guantes los explotadores, calzado desinfectado, nadie visite la explotación,
etc., etc., etc. No sigo. ¡Ah, y para que las cabras enfermas no infesten a las
sanas, prohibición taxativa de no salir o sacar de la explotación a cabra
alguna! Así que, encerraditas las pobres mías, a no ser las lleven al matadero
(en camiones blindados). ¡Dios, a lo que hemos llegado!
El
Padre Báez, Pbro. 17-07-18
P.D.- Y las cabras sanas, como son las libres en
el Macizo del Noroeste (media isla), el cabildo las mata, y son las que pudieran
conservar y mantener la raza de la mejor cabra del mundo, desaparecidas o
extinguidas las que están en explotaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario