No tenemos agricultura, y la
poca que hay nos mata.
No tenemos agricultura, y la
poca que hay nos mata. De entrada digamos que casi -repito- no hay o no
tenemos agricultura-agricultura; queda un resto. Menos mal, ¡y ya es mal!, que
nos la traigan de fuera para cubrir mínimamente nuestras necesidades, cuando de
tener agricultura-agricultura, el mundo comería de Canarias. Pero, antes de
seguir diga, que la calidad de lo cada vez menos que producimos no es que deje
de desear, es que está envenenándonos, pues sabemos cómo se cultiva. Se cultiva
a golpe de insecticidas, de herbicidas, de glifosato, de.., etc., y mientras los
del cabildo y su miedo ambiente, mirando hacia otros lados. Y, es que
desaparecida la ganadería, con ella ha desaparecido el estiércol -¡oro, y salud
de la tierra en el sentir o decir popular-, pues si no tenemos estiércol, nos
meten contenedores de abonos, que dañan irreparablemente la tierra, con lo que
una vez abandonada por estéril, el cabildo se frota las manos, y, ¡a seguir
plantando pinos, donde antes había agricultura, y que astuta y sagazmente la han
desaparecido para lograr su plan de llenar la isla y convertirla en un solo y
único pinar. Y pena da, no haya un solo partido político nacional o de aquí, que
abogue o prometa devolver al campo la agricultura y la ganadería, y por
descontado la tradicional, y todos muy conformes -ajunta y miento por ajunta y
miento, los todos, los 21 (de aquí), colaboracionistas con el cabildo, dando
suelo para plantar pinos, sin resistirse a ello, ¡ni uno!- con la única
agricultura intensiva: la de plantar pinos y proteger tabaibas. Sabido de sobra
y verdad de Perogrullo es, que ni de los pinos ni de las tabaibas comemos nada,
siendo ambas tóxicas, con lo que está el cabildo contribuyendo -es su meta- a
envenenar y a esterilizar toda la tierra, para luego plantar -disculpen me
repita- más pinos y solo pinos y todo de pinos. Nada para el consumo, que para
ello ya se ocupan los barcos y los contenedores traernos veneno del mundo
entero, más conservantes y otros añadidos, ya desnutridos y sin sabor alguno.
Hierbas tenemos, pero tenemos la prohibición de segarla o cogerla para los cada
vez más escasos animales que nos van quedando, han de comer pastos traídos de
fuera, también los animales. ¡Y nos hablan de productos ecológicos, sin
estiércol propio de los animales que ya no tenemos! Lo poco y malo que
producimos, malo y envenenado, pues ya no se hace como lo hacían nuestros
abuelos. Y los partidos políticos, sin enterarse de lo que aquí les cuento, y
ello por más que lo digo diariamente. Son cómplices, consentidores, culpables, y
nada dicen de parar el envenenamiento de terrenos y de la ya casi nula y
desaparecida agricultura, y la que queda llena de venenos o productos químicos
en tierra y en hojas. Ya no se usa el estiércol que por otra parte ya no
producimos, y que, ¡era vida y salud! Atrás quedaron nuestras cosechas de papas,
coles, millo, etc., ahora solo pinos y tabaibas, y para que no haya estiércol en
más de media isla (el Macizo del Noroeste) el cabildo mata las
cabras.
El Padre Báez, Pbro.
15-07-18
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