De las cabras, tanto y
tanto...
... que hasta ahora, no he nombrado: el suero. Sí, lo
que queda después de hacer el queso, o preparar la cuajada, para ponerla en el
aro. Un líquido que con arroz, con gofio, con sopas de pan, y con tantas recetas
distintas, mató el hambre a tantos y tantos, que hasta donde el pastor de
grandes ganados y hacedores de queso, se acercaban en cola y a veces hasta
pagando una perra (diez céntimos de peseta),
se iba a por el suero, con cacharro
en mano, y ello a gran distancia, y el hecho singular y generoso de la quesera o
pastora, que regalaba lo que sobraba por fuera del aro -como limpiándolo de
restos de cuajada que rebosaba- y en la quesera, y hasta te echaba una puñada de
cuajada ex profeso sin pasar por el aro, que al guisar el suero -o crudo-
aquellos tumbos, eran como la sustancia de dicha comida, comida que era de
personas y sobrante, hasta para los animales, bien fueran perros, gatos, cabras
u ovejas, y sobretodo cochinos. Incluso, la anécdota de hambruna, cuando delante
de la misma pastora que hacía el queso, la pedigüeña o beneficiaria de dicho
suero -o sobrante de cuajada y queso- se tomaba una escudilla de suero, en
presencia de la que hacía el queso y como ayuda a fatiga y cansancio de llegada
al lugar, para la que pedía una cucharadita de gofio, que al ser abundante,
siempre pedía más suero, porque se le había hecho muy duro, y así se regalaba
con doble taza de suero, pero astuta siempre pedía más, al decir, un poquito más
de gofio que se me hizo mucho el suero; total se volvía ya almorzada, llevando
además para el esposo e hijos, también para su anciana madre -es un caso real
(P. T., en mi La Lechuza natal), que nosotros en casa lo teníamos sin necesidad
de pedirlo, al tener cabras, y por tanto queso y suero, que también regalábamos,
además de echarlo a los cochinos, porque entonces, ¿en qué casa faltaba un
cochino? Ahora, ni te lo dejan tener, y mucho menos matarlo para comértelo, y
como se hacía antes, repartirlo entre la vecindad, que luego en sus respectivas
matanzas hacían lo mismo, y así todo el santo año -entonces lo de “santo” era
cierto y verdad: los Domingos nadie trabajaba y todos asistían a Misa, y rezaban
las familias- se comía carne fresca, sin que nadie muriera o enfermara de
triquinosis y otras.
El padre Báez, evocando un capítulo sobre las cabras,
más allá del estiércol, carne del baifo macho, leche y queso, que de las cabras
se obtenía, añadiendo un producto más que a tantos y tantos alimentó, siendo
comida normal y plato exquisito: el suero o suerito dicho cariñosamente según el
uso nuestro de hablar con cariño al citar las cosas en diminutivo. Y así: ¿qué
hay de comer? R/. “¡suerito, mi niño!” Y, ¡qué rico
estaba (o era)! Todo esto, y más, según ha ido saliendo y, lo que te rondaré
morena, como que no entra en cabeza humana alguna, la matanza de las cabras por
parte del cabildo, contra la totalidad del parecer de la población que se opone,
y siguen adelante con esa matanza -engañando a Europa- con tal de obtener un
dinero ensangrentado de sangre de cabras que matan andaluces “especialistas en
disparar con rifles a las cabras”, para quedarnos sin cedros -que no pegarán- y
sin cabras, porque las matan. ¿No vamos a parar esta matanza?, ¿no está la Ley a
favor de las cabras? Encima las maltratan a no morir de un tiro en la pata o en
otra parte no vital del animal, que morirá días y semanas después sufriendo y
pasando hambre...
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“... las
acechan...” (Jr. 20, 19-13). / “... intentan matarlas, pero se les
escabullan...” (Jn. 10, 31-42). / “... sangre de los machos cabríos...
sacrificio de los animales...” (del tratado de san Fulgencio de Ruspe,
obispo, sobre la regla de la verdadera fe a Pedro). / “...bajan de los riscos, les arrebatan la
vida...” (salmo
27).
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No lo entiende
nadie:
Aún no entiendo el por qué
del silencio periodístico fruto de la mansedumbre, en torno al tema de la
matanza de las cabras. La servidumbre de los periodistas de Canarias. Tampoco
comprendo si el Cabildo, tras subvencionar la prensa desde Gobierno de Canarias
y Cabildo (aumentando 10 % para editoriales semanales del pte. del Cabildo y
fotos de consejeros), quienes se quejan del prójimo, con la viga en el ojo
propio.
Es vomitivo. La arrogancia,
defendiendo la vida no se elige una como mejor a otra, sino dando falsas
soluciones y creando nuevos problemas. No comprendo el silencio de los grupos
ecologistas: “mutis". Siervos y sirvientes. ¿Así quieren una Nueva Canarias? El
protagonismo y los conflictos de los líderes de NC y CC, demuestra la realidad
que viven: bufones que se burlan con humo y falsa esperanza al vecino de cada
rincón de nuestra amada isla. Con tal de ocupar el sillón, venden a su madre
(por dinero de Europa matan las cabras). Quisiera recordar el poema de Lezcano:
La Maleta: “...
cojan la maleta, y se marchen...”, y nos dejen las cabras, que no
molestan a nadie y están en su medio, que les es propio, como tantas veces usted
ha dicho y escribe.
Un abrazo Padre
Báez.
C.
N.
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