El libro: “¿Qué le dijo el guanche a la
cabra?”...
... es el libro que escribí, en base a un dibujo que me
envía Manuel Bethencourt Santana, como agradecimiento al asistir a la entrega de
un reconocimiento en Tenerife, por los años de su docencia, que en
agradecimiento me regala el dibujo de un guanche y una cabra, que debidamente
encuadernado lo pongo frente a mi mesa y de allí surgen para un año (365
diálogos), entre el guanche y la cabra, y que solo espera la imprenta para con
el dibujo manipulado poder leer entretenidos diálogos -uno para cada día del
año-, y difícil resumir dada la amplitud de temas que tocan entre ambos, de
forma jocosa, seria, trascendental, crítica social, etc., etc.
Un libro, que
antecede a lo presente, lo cual es significativo sobre mi preocupación -no digo
obsesión- con el tema de las cabras, de lo que han ido saliendo pequeños retazos
en los que preceden de esta sintonía de un servidor con el tema de las cabras, y
es que mal historiador sería, el que obviara a este animal de nuestra Historia,
dado que sin ellas -las cabras- no solo estaría coja sino que no aguantaría ni
el 50 % correspondiente, dado que cabras y guanches, guanches y cabras fue y es
algo inseparable, habida cuenta somos los mismos, si bien con alguna mínima
mezcla, que nos hace mirar a nuestra identidad con orgullo y satisfacción, pues
aún se oye aquello que dijera Le Canarien: “...
irán al mundo entero, y no encontrarán a gente de más lindo
entendimiento...” (1402).
El Padre Báez, que sobre el tema de las cabras, no es el
único título por aparecer después de pasar por la imprenta; pues en ello, antes
de este hacer del cabildo contra las cabras matándolas, un servidor, siempre vio
en ellas una fuente inagotable de temas por escribir, y así he ido recogiendo
asuntos de importancia diversa, y que en su día también verán la luz de su
edición. Por ahora, nos conformamos con estas breves pinceladas, que por aquello
de no repetirme, queda inédito cuanto señalo más arriba, y justo cuando de esta
matanza del cabildo, no tenía ni la más remota idea, a pesar de ser ésta, una
práctica ya vieja, que al presente se mantiene desgraciadamente. Pues, quien no
ame y defienda las cabras, poco o nada mantiene de aquellos genes guanches, que
perdidos por mezcla y renuncia, no merecen presidir nada, sino la huída y
retirada, por traidor a sus raíces e Historia.
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“... se han
desviado de la verdad...” (St. 5, 16. 19-20). / “... están al borde del abismo... caídas,
yacen... en el hondo... al fondo...” (salmo
87).
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Declaración Universal
de los Derechos de los Animales
de los Derechos de los Animales
Considerando que todo animal posee
derechos y que el desconocimiento y desprecio de dichos derechos han conducido y
siguen conduciendo al hombre a cometer crímenes contra la naturaleza y los
animales, se proclama lo siguiente:
Artículo No.
3
a) Ningún animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles.
b) Si es necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no generadora de angustia.
a) Ningún animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles.
b) Si es necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no generadora de angustia.
Según queda más que claro y nítido, como que el cabido
no se quiere enterar, como dice la canción, pues es mal trato y una crueldad
pegarle tiros de muerte o de herida y dejarlas en los riscos, hasta que mueren
después de larga agonía, que puede durar varios o muchos días o siempre, si las
dejan cojas o mancas. Y si se diera el caso de tener que matar a algún animal,
sea o no cabra, debe ser de forma distinta a como lo hace el cabildo que a distancia y de lejos, los andaluces pagados
con nuestros dineros, no siempre dan en la diana, con lo que no se cumple lo de
muerte instantánea, indolora, y no
generadora de angustia, sino todo justo lo contrario, con lo que a mi entender,
el cabildo no cumple este artículo 3 -tampoco los antecedentes y siguientes
(como seguiremos viendo)- de esta Declaración Universal de los Derechos de os
Animales, que les obliga, pero que se lo salta a la torera, olímpicamente, sin
que nadie les pida cuenta de sus actos contrario a cuanto está
declarado.
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