Aquellas cabras que ordeñé, en la Media
Luna...
... por encima de la Finca de Miguel, en Gu-Guy Grande.
Sucedió, que llegó Carmela Pestana al campamento, pidiéndome me llegara hasta
donde aquellas cabras, que no la dejaban dormir, por los lastimeros balidos a
todas horas, y llevaban en ello ya varios días.
Que su dueño, un hippy, venido no sé de qué
centro-Europa, estaba allí con su rebaño de 8 o 10 cabras, pero que recibió la
noticia de la muerte de su padre, y de inmediato viajó a su país, donde
permanecía en duelo y luto, sin volver -como era su intención- y se fue sin
encargar a nadie el ordeño de sus cabras, de las que hacía el mejor queso, y de
cuya venta en La Aldea vivía. Pues, que con una puñada de acampados decididos, y
seguido de los monitores, nos hicimos montanas adentro, barranco arriba, y hasta
donde las cabras, que antes bien huir de nosotros, milagrosamente acudían
sobejas a nosotros, para que les aflojáramos los ubres a reventar y de los que
con solo caminar, soltaban leche, que les oprimían y apretaban el ubre, sin
baifos que se la mamaran, y con el consiguiente daño en la salud de persistir en
el sin ordeñe, que puestos con manos a la obra, y tras una breve explicación de
colocación de los dedos para con la debida presión y apriete saliera la leche,
lección que ninguno aprendió -capitalinos todos- que antes les arrancaban tetas
y ubres a las cabras que un solo chorro de leche de las mismas, a lo que
concluí, “¡por favor, no les hagan más daño; yo les
sacaré a todas la leche!”, que dicho sea de paso, al no contar con
receptáculo (balde, cacharro, caldero o similar para ordeñar dentro), la leche
fue tirada sin más por los suelos, y como cuando los guanches la libaban a
Acorán, también en esta ocasión la leche ritual corrió cual ofrenda al que es
Dueño y Señor de cuanto ha creado y ha puesto como dueño y señor de la Creación
a los hombres.
El Padre Báez, en uno más de los múltiples y variados
relatos de su vida en conexión o relación con las cabras, maestras de tanto y
más, cuando con sus leches y quesos, estiércol y pieles han sido inseparables de
nuestra vida e Historia. Historia la que hoy cuento, de entre ellas miles y
cientos. En la de hoy concluí: que, “¡algunos morirían de hambre, teniendo
cabras con el ubre a reventar, incapaces de sacarles un chorro de leche!”
Signos de nuestro tiempo. Y curioso, que cabras vecinas, cabras libres
ahora por esa zona, el cabildo las mata, justo en el escenario en un más allá o
más arriba, las cabras de ahora, tiroteadas con rifles andaluces, pagado por el
cabildo. A ver si hay forma de saber cuánto ha costado ese contrato, y qué
acuerdos en él tomados, pues cumplidores los andaluces, se acerca la fecha en la
que vendrán a acabar con las que quedan, siempre y cuando este pueblo en
permanente carnaval, lo permita, sin echarse en manifestación a la calle, no a
correr carnavales fuera del carnaval, sino a los matacabras, y exigir al cabildo
para ya de matarlas.
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“... no falte
nuca al rebaño la solicitud de sus pastores... no falte a los pastores su
rebaño...”
(de las preces de las
Vísperas de hoy 2 de marzo del 16).
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Y no cran ustedes, que es solo Paco Martel, sacerdote,
el que me escribe, que los hay muchos otros que fraternalmente comentan lo que
uno aquí escribe; pues de ello un ejemplo. Y éste, fue profesor mío de Religión,
en el Bachillerato, en el Instituto de Tomás Morales, hace ya tantos
años:
Un grave desperdicio y un
gran disparate...
¿Por qué no se
evita?
Un
abrazo,
Juan Antonio Santamaría
Alonso - Sacerdote.
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