martes, 16 de diciembre de 2014

Tenerife


Por entre pinos, tabaibas…
 
Disculpen el retraso de esta entrega (ayer al mediodía fui a Tenerife, y acabo de regresar)…
 
… retamas y otras basuras o malezas, bien atendido por su hijo Marcelino, que lo tiene limpio como el oro, duchado, vestido, bien afeitado, y allí frente a la mismísima presa de Los Pérez, cual mar en calma de agua dulce que baja de las Tamadabas, sentado al sol de la tarde estaba Bernabé, con sus más de 91 años, y a la pregunta y comentario de un servidor, sobre lo que en otro tiempo fuera aquello arriba a donde subían diariamente unos 50 trabajadores, para entre otras faenas -todavía todo aquello sin pinos- atender las tierras de donde cada semana bajaban al mercado capitalino dos camiones repletos de hortalizas, y frutas, y donde el atendimiento de un largo centenar de reses vacunas –entre otras cabezas de animales-, donde habían castañeros entre otros árboles propios de la zona como manzanos, y para qué seguro citándolos, que el bueno de Bernabé, como respuesta a mis palabras intentando sacarles las suyas al respecto, esto es lo que repetía sin más, una y otra vez: “¡de la tierra sale todo!”, con clara referencia a la alimentación, y para que su padre sea feliz solo con verlas y disfrute con ello, porque ya no las puede atender, su hijo Marcelino, que además de atenderlo a él, a su hermano, a la tienda, llevar la compra a sus clientes, bajar a la capital para ensayar con Marcial Trujillo, que lo tienen como solista, y es que canta como los ángeles, y que atiende una veintena de cabras, solo -repito- para hacer feliz a su padre, que ya sin ayuda de sus piernas muy cansadas, no puede atenderlas, pero volvamos y quedémonos con esa su frase, que debiera ser escrita en letras de oro o en carteles mil, multiplicarlas por cercados, y que como el que está en el fondo del barranco -les invito a todo aquel que se acerque por el lugar lo vea-, cómo a continuación de la presa, con dirección a Agaete (o al Hornillo), mire y vea una larga pared de varios cientos de metros de longitud, con los no menos de ocho o diez de altura y que sin salirse de la linde desde el centro del barranco y con dirección hacia Tamadaba, en su día aquellos que rellenaron toneladas de tierras, llevadas en bestias, hasta subir y llenar aquel hueco, pegado a roca maciza, para cosechar y aprovechando las pérdidas de aguas de la presa, regar papas, millo, calabaceras, etc., no sabe uno pero lo imagina quien fue y plantó pinos en terreno de cultivo tal que ya casi tapa la hermosísima huerta que en otro tiempo dio comida, y al presente además de dar pena, solo da pinocha cuyas raíces de los malditos pinos, rivaliza con pared tal, obra de ingeniería arquitectónica tal, que al empuje de las mismas buscando el agua de charcos destruirá en su día lo que si hubiera cordura y sensatez, echaría abajo los pinos, para devolver el cultivo o aún vacía aquella tierra, por más que por falta de manos que la labre o cultive se llene de tabaibas como mal menor, y sin que las plantase nadie, porque sabido es, no necesitan las mismas, mano que las lleve que ellas llegan solas, pero al menos se contemplaría desde lo alto el hermoso trabajo de un cercado enorme en el centro y fondo del barranco seguido a renglón seguido de la citada presa, en tierras de Gáldar, pues por allí cerca está el punto de tres municipios que se dan la mano (Artenara, Agaete y Agaldar). Pues, quedémonos con la frase repetida de Bernabé: “¡de la tierra sale todo!”, con referencia a la comida, y por allí, desde Juncalillo, Barranco Hondo, Lugarejo, etc., sin seguir citando toda la isla, toda la tierra, toda está vacía porque lo que comemos, nos lo traen de fuera, cuando desde la zona, bajaban cada semana dos camiones de comida a- tiempo que 50 familias comían del trabajo allí de otros tantos lugareños-, donde todo fue sustituido por pinos, y ahora ni trabajo, ni comida.
 
El Padre Báez.
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Mañana recuperamos a normalidad, si Dios quiere.

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