Las tabaibas nos llevan a
robar…
“… forjarán arados…
podaderas…” (del profeta Isaías 2, 1-5).
“… soy un pobre desamparado…”
(del salmo 85).
“… la simiente… que hemos
sembrado, crezca y germine…” (de la oración de Completas del
lunes).
… al hambre seguro, y a robar como cuando los años
cuarentas, los llamados años del hambre, después de la guerra, en los que me
cuentan -sucedió- el siguiente caso: había un hombre con unas cuantas vacas, y
otras cabezas (me refiero a animales de leche [cabras y ovejas -y por
descontados otros animales, como cochinos, gallinas, conejos, etc.-) era un
hombre rico, y toda vez que entonces no se cerraban las puertas, tal era la
confianza y la necesidad para que aire diera en el cañizo y curara el queso, que
las mismas no se cerraban, y era fácil robar, aunque el hecho no se usaba, salvo
excepción, como ocurrió en el caso que les cuento, sin que el robado se
enterara, según parece. Este mi buen hombre no tenía con qué acondutar el poco
gofio y hasta afrecho, que comida de animales a falta de pan, hasta bueno era, y
no siempre se tenía sustituyendo las algarrobas al plato señalado, pero fue el
caso que consiguió un poco de afrecho, y el hombre que me lo contó, niño
entonces, muy contento porque al fin este día iba a poder comer suero, con
tumbos y todo, y del primero según hierve, que es cuando se sube la espuma y
está en ella la flor del mismo, le echa afrecho a su escudilla, que comienza a
crecer y a rebosar, que era un asombro, y aquello sabía a diablos, con lo que
echada a las gallinas, que faltas de millo, también pasaban su hambre y se
notaba en la falta de huevos, tampoco pudieron con aquel amasijo, pues el
vendedor del afrecho, para que pesara más, le había mezclado serrín, y ¡ni las
gallinas se lo comieron!, y tanta era el hambre, que el padre de este -entonces
niño- con muchos otros hijos y sin tener qué darles de comer, se fue hasta la
casa del primero, y dado que sus moradores andaban en las faenas propias del
cuidado de sus animales y tierras, le fue fácil entrar en la casa, y traerse un
queso tan enorme que iba desde la cintura a su cara casi impidiéndole la visión
al caminar, con lo que el agua guisada con un poco de afrecho o sola, ya sin
gofio -imposible conseguirlo por ningún lado-, su familia iba cada día
consumiendo una lajita (o cachito) de queso para acondutar el agua chirri que
les servía de alimento; pero, a mi buen hombre de principios y temeroso de Dios,
le entró remordimiento y helo ante el cura del pueblo, confesando su pecado, y
el sacerdote le dijo: “¡hijo robar para
comer no es pecado!” Y esto animó a mi penitente a confesar el pecado por
cometer, pues le dijo al confesor: “¡Padre, toda vez que el caso es, que el
queso no me queda más que para cinco días más o menos, voy a volver a robar otro
queso en el miso lugar, y como no es fácil dar con usted, me aprovecho y me
confieso del pecado que voy a cometer!”; y, ciertamente el cura le dio la
absolución del primer queso robado y del que sin aún haber cometido el pecado,
que ciertamente iba a cometer, pero el cura le dijo: “¡de acuerdo hijo te absuelvo, te perdono,
pero dime exactamente, dónde está la cueva-casa de ese señor al que tú le robas
el queso!”, e informado sobre lo preguntado, también el cura se pasó por el
lugar, y también sustrajo su queso, pues también él pasaba hambre, y el del
queso tenía bastante. Me dijo lo supo alguien pero no el que era robado, pues
tantos quesos tenía, que no se daba cuenta le faltara en esa operación de darle
vueltas y entongarlo, le faltara alguno dado que eran muchas las manos de su
familia que lo limpiaba y guardaba. Así me contó un feligrés en Cazadores a las
16,30 media hora antes de la Misa de un sábado cualquiera, en la puerta de la
iglesia donde dos bancos uno fijo en el suelo, y el otro delante de éste y
previamente sacado del templo, y sentados los mayores y alrededor la gente más
nueva, escuchábamos tales relatos de tiempos pasados, a los que un servidor
añadió: “¡pues volverán esos tiempos -y
me refiero a los robos-, pero no ya de quesos, porque éstos han desaparecido
pues dónde habían hasta más de doscientas vacas, no quedan ni dos, y el que las
tiene, tiene ya buenos candados!”, con lo de broma a Mary Pino, pastora
presente, le advertimos cuidada bien de su casa, a lo que me dijo -o nos dijo-:
“¡los perros nos avisan si por allí se
acerca alguno o alguien con esa intención!”, que de seguro la acecharán y se
repetirá estala Historia. Historia que me recuerda la de un señor que me viene a
recoger a la casa de un pastor y a donde lo espero por otro lugar, y viene en su
coche hasta el mío, para el abordaje, y cuando subo al coche dejando atrás el
mío, descubro que en la ranchera del amigo, en el asiento de atrás, viene echada
o tumbada en es suelo del coche su mujer, a lo que pregunto asombrado, pero: ¿y eso, por qué? A lo que me responden:
“¡para que el pastor que nos ve pasar
sepa que no voy aquí, pues si me ve salir, seguro que sube a robar a mi casa, no
viéndome cree que sigo en ella, y así al volver todo seguirá igual!”, y dado
que la salida fue sobre las 17,00 horas -y efectivamente nos vio pasar o salir-,
e íbamos a Tirajana -saliendo de un barrio de Telde, y no diré cuál- al regresar
sobre las 21,00 horas vi -de lejos- cómo habían dejado las luces del patio y
casa encendidas, y así lo hice notar y me dijeron: “¡es para que crean hay gente, y así no nos
roben!”. Mis amigos, así vea los ojos de Dios: tal me lo contaron y pasó, se
lo cuento. A esto estamos volviendo poco a poco y es que las malditas tabaibas,
amargas más que retamas y los chochos, no hay quien se las coma, ni animales y
menos los humanos, y sin embargo vaya por donde vaya otra cosa no hay, sino
tabaibas y más tabaibas, y la leche que necesitamos es muy otra (la visita fue
hecha a una vaquería al sur de la isla).
El Padre Báez.
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NO LE FALTA RAZÓN (más que un
santo):
... y el que tiene dinero que
compre y pague los precios desorbitados que ponen, y el que no, a mamarla (con
perdón)... que ya se encargarán estos corruptos de seguir jugando con los
sentimientos del pueblo, poniendo imágenes de niños desnutridos, miseria y...
que seamos nosotros los que sigamos solucionando los problemas que ellos crean,
sacándonos todo lo que pueden y más.
Un abrazo Padre
Báez.
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