viernes, 17 de mayo de 2013

Popurrí 593 y Último eslabón en el campo


POPURRÍ 593:

En el Año de la Fe (216): la Fe te quita el miedo.

 

fotos de flores 2 - flor azul de lengua de buey

Mes de María.

17 de mayo.

Ella, el camino a su Hijo.

 

Al habla el historiador (217):

 

¿Hambre en los barrios capitalinos?...

... pues, ¿no tienen huertos urbanos?, ¿acaso no es suficiente además, con los huertos escolares?, ¿de qué se quejan?

 

¿O hay que echar manos del campo?...

... entonces, ¿a qué esperan?

 

¿Es que al campo ya solo se va a correr?...

... de paso, ¿por qué no siembran algo que dé comida, como siempre?

 

Donde menos se cultiva, es...

... donde precisamente, más crece la pobreza, ¿o no?

 

No, no hay que esperar ayudas de alimentos...

... hay que sacarlo de la tierra, es decir hay que plantar (¡y cuidar de los animales [no me refiero a perros y gatos]).

 

Comer, no es cuestión de “dignidad vecinal”, sino...

... cuestión de supervivencia. Está la salud en juego, y la muerte esperando.

 

Pues, ¡nada!, que sigan plantando pinos, que dan...

... pinocha, resina, ¡y traen agua! Sí, las presas rebosando y los barrancos corriendo de año en año, sin parar ¡no te digo! Nos la pegaron sin queso.

 

Que sigan con las obras faraónicas: carreteras, puentes, túneles, rotondas, trenes, metros, etc...

... que comeremos cemento.

 

Y los soldados: corriendo, haciendo simulacros, haciendo ejercicios, maniobras, operaciones, etc., ¡jugando al fin!...

... en lugar de ir al campo a plantar y cuidad de las ovejas y cabras, sacándolas de los corrales.

 

¡Ya veremos cuadrillas simulando hacen algo, a cargo del cabildo...

... que se gastará en ello 3 millones de €, durante 6 meses (hablando por teléfono, fumando, charlando entre ellos, desayunando, haciendo que hacen, recogiendo para volver al día siguiente, y al final, ¡ni un saco de papas plantado!

 

¡Seguro que señoras de cerca de 60 años, con 120 kilos de peso, irán a arrancar hierbitas por donde yo me sé...

... en lugar de contratar a sus hijos o nietos, que encima quedan sin quien les hagan la comida. Pero..., ¡campaña y votos al bolsillo!

 

Llenarán las orillas de las carreteras con bolsas blancas con un fondito de algo...

... y las dejarán 3 meses a la vista del pueblo, para que las vean bien.

 

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“... me alegré mucho al enterarme de que tus hijos caminan en la verdad, según el mandamiento que el Padre nos dio..., espero ir a visitaros y hablar cara a cara, para que nuestra alegría sea completa...” (De la segunda carta del apóstol san Juan).

 

“... hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados..., devuélveme la alegría de tu salvación...” (Salmo 50).

 

“... aclama al Señor, tierra, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores...” (Salmo 99).

 

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Último eslabón en el campo:

 

Desde que se inició, en los albores de la humanidad la agricultura, una generación, les fue pasando a la siguiente, los conocimientos, experiencias, ciencia y sabiduría de la cultura del campo, y ello, hasta hace algunos años, en los que los agricultores llenaban el campo con sus presencias y quehaceres propios, en los que los hijos aprendían de los padres y estos de los suyos o abuelos, y así hacia atrás hasta el origen del comienzo de tanta recopilación y transmisión o/y tradición. Pero, pasa al presente, que no se ve como los últimos años, o años precedentes a agricultores por los pueblos, aldeas, barrios, cañadas, tesos, llanuras, montañas, etc., es decir, por cualquier lado que uno se virara, siempre veía a alguien en las faenas propias del cultivo. Sin embargo, ver hoy a un agricultor, casi hay que buscarlo con una lupa. Y es el caso, que dentro de poco -y esto suena a premonición, adivinación, profecía o lo que quieran- dentro de poco solo comerán los que se hagan a la tierra y sepan sacarle algún producto o comida que echarse a la boca; y hasta el presente con más o menos dificultad, con los últimos testigos del arte de cultivar, algo se podría hacer al respecto, pero, están desapareciendo los últimos campesinos, y desapareciendo éstos, los que vienen detrás, pisándonos los talones, se van a morir de hambre, por ser incapaces de sacarle a la tierra ni un bocado. Viene llegando la últimísima generación que pregunta si los gallos ponen huevos, si los toros dan leche, si una oveja con cuernos en una oveja macho, y cosas por un estilo; encima se les enseña a pasear en arrastres de vacas y sacan fotos asombrados a una vaca que caga (asombrados de ver una bosta), y digamos lo mismo si se trata de un burro o caballo. Es decir, con estos que nos van a suceder, no será posible plantar un saco de papas, ni una orilla de coles, porque perdida la ultima página del libro, que son los ancianos, no tendrán fuente de información, ni quien sepa enseñarles a hacer un surco, y ni mucho menos ordeñar una cabra, que la ganadería es otra. Y a tal fin, para prevenir la desaparición del oficio más viejo del mundo (la agricultura), el cabildo se empeña en dar cursos de tres horas en su granjita, de todo y de nada, cuando lo que se debe hacer es poner junto a cada anciano -últimos testigos de una sabiduría muchas veces milenaria- un grupo de muchachos, capaces de tomar el relevo, y seguir como siempre se ha hecho. Pero, llegados a este punto, nos encontramos siempre con la misma, y es que mientras el cabildo –que debe desaparecer- no desaparezca al miedoambiente y al seprona del campo, nada se podrá conservar ni mantener, porque nada te dejan hacer. Píénsese que a un anciano, se le prohíba coger retamas para el estiércol de sus animales, y es lo que debe enseñar; que a un anciano, se le prohíba segar la hierba –y tenga que comprarla a cataluña, por tener protegida la nuestra, que alcanza por partes hasta los dos metros de altura; o que a un anciano, se le prohíba limpiar acequias y caminos, porque entonces, sí que se le cae el pelo al pobre anciano; que un anciano, no pueda levantar una piedra de una pared caída, y ni mucho meno se le permita quemar los rastrojos, que son –la ceniza- abono, para la tierra. Más que difícil, se lo ponen imposible, para que la tradición que se pierde en la noche de los tiempos perdure. En resumen, se mueren los ancianos, y se llevarán a la tumba toda su ciencia de la agricultura, sin que haya quien recoja esa tradición y poder seguir, como siempre. Luego, pasado algún tiempo, cuando se vuelva al campo, se tendrá que comenzar de cero, sin saber cuándo, cómo y dónde plantar esto o lo otro, ni qué datos y detalles hay que tener en cuenta según la tradición y experiencia, que es ciencia y cultura. Partir del desconocimiento y descubrirlo, cuando ya no hay quien sepa orientar, enseñar o ayudar, va a ser algo que va a ser irremediable. Y ello, por la negligencia y apatía, indiferencia y falta de mirada de o al futuro de una clase política burócrata y capitalina, que no ha pisado el campo,  y ni lo dejan pisar, porque prefieren soltar a 300 bomberos previsores de incendios durante ocho meses, repartidos por la isla grantabaibera, antes que soltar cabras y ovejas, con sus pastores a los que se les prohíbe pastar o pastorear, porque dicen –ingenuos y absurdamente- se comen los pinos (cuando jamás una cabra mordió un pino, pues sería su muerte, ya que es puro veneno y las reventaría), y controlar la desaparición de la hierba seca que es la que con malezas incluidas, son el alimento del fuego o incendios. Y es que  es triste, tanto saber se pierda, y luego -ya lo hacen- lo quieran recuperar, saltándose este último eslabón, de una cadena que viene desde el principio del mundo, muy enriquecida, por tantas generaciones precedentes, que desapareciendo ellos, desaparece cuanto saben, y nos quedemos sin saber plantar una papa; pues, también en ello hay un arte, y del mismo depende la cosecha.

 
El Padre Báez.

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