“Ve usted...
... ese alto de enfrente, con esa carretera, con esas cuevas, con esas paredes –nada de eso existía-, ese destrozo, todo eso, lo han hecho dos guardias civiles..., detrás de esa montaña destrozada, vive uno de medio ambiente, que también ha hecho cuanto le ha venido en gana, que como los anteriores, han desaparecido la flora autóctona protegida, y ha revuelto la tierra, con tractores, con maquinarias, con cemento y haciendo lo que han querido, mientras nosotros al lado, no podemos tocar ni una retama, sin la multa consiguiente, y el helicóptero pasa de continuo, por encima de nosotros y de ellos, pero no ve nada de lo de ahí en frente, y ya ve, aquí, al lado nadie puede tocar nada, y a ellos todo eso, y nos ven hacer cualquier cosa, y ya están encima de nosotros, con multas, sanciones, papeles...”
Esta, es la conversación que tengo, con alguien que como es obvio, no voy a descubrir, ni tampoco diré el lugar, por aquello del secreto profesional. Solo se lo diré a aquel medio de información, que quiera hacer un reportaje – si es que hubiera alguno, que se atreva con entidad tan poderosa, que podrá tomar represalias contra el mismo medio de información, y nunca jamás, ni la menor publicidad- y mostrar la infinita diferencia de trato si se tiene y viste un uniforme respecto a quien vaya de paisano. Todo ello, no es más que el abuso del poder, y cómo se prima a quien sea de la onda, y los mismos que persiguen a los que comenten delitos (guardias civiles y agente de medio ambiente), hacen lo que no permiten hacer a nadie; pero no es el único caso, que tengo ejemplos para cansar a cualquiera con solo la enumeración, sin entrar en detalles. Piénsese la información que me dan miles de afectados, pues dicen soy el único que se hace eco de estas tropelías, pues sabido es, que ningún medio de información se ocupa de los abusos de miedo ambiente –y que lleva uno la friolera de cuarenta años, defendiendo a la pobre gente del campo, de los abusos de los del poder-, que asombra a unos, con denuncias o informaciones a sus jefes, que ponen la máquina de la sanción y multa en movimiento, a la par a según quién sean hacen ojos ciegos, nada ven y todo lo permiten.
Es un agravio comparativo, que unos sí y a otro no, y ello según profesión y cartera, según sea de algún cargo o no tenga padrino. Injusticia que clama al cielo, porque si por una minucia y de cara a obtener comida y alguna mejora te hunden, a otros que por placer y sin necesidad hacen verdaderas monstruosidades, sin que a estos segundos ninguna multa ni sanción les caigan, cuando si en proporción fuera, estos que hacen cuanto les vengan en gana, no habría dinero en los Bancos suficiente, para pagar los daños cometidos. Y no cabe decir se trata de más allá de un barranquillo, que cambia la categoría del territorio, pues nadie en el entorno de los citados, en los cuatro puntos cardinales, se les permite hacer algo y se les castiga por todo, y a los citados, por nada.
Es decir, si usted viste de verde (guardia civil u otro cuerpo uniformado, o carguillo político), o si se pone gafas negras aunque sea tarde y sin sol (es miembro agente de medio ambiente, para que no se le reconozca fuera de servicio y cambiado de traje), usted puede hacer cuanto desee y su capricho le pida, pero si usted viste como cualquiera y no lleva gafas, usted, no puede hacer nada, y si lo hace absténgase a las consecuencias, que son de suicidio, como ha sido en varios casos, que de enumerarlos, nos asombraría el número y cantidad, y al menos vamos a dejar que los muertos descansen en paz, y no hacer sufrir más a sus familias recordándoles, las causas del suicidio, porque si te obligan quitar las cabras, si te impiden vallar unas papas que plantes, si no puedes limpiar un camino que las retamas ha invadido, etc., es para quitarse de en medio, que es lo que hacen cuando la desesperación y la ruina les lleva a hacer lo que hacen para sobrevivir, y encima les multan con multas –permítaseme la redundancia- astronómicas, cuando a los otros ni un céntimo.
Claro, que alguien va y me dice, que los primeros –guardias y agente de miedo ambiente- tienen permiso, y como tienen permiso, pues hacen todo eso y más. ¡Con permiso! Precisamente, como nada hacen, tienen tiempo y saben dónde y qué hay que hacer, para hacer algo, se saben los boletines todos, las normas todas, las leyes todas, y eso tienen a su favor, que sabiendo tanto, no hay por donde cogerlos, porque cumplen con las leyes, normas y boletines. Y aquí viene la otra parte, que muy ocupados en sus quehaceres, ni saben nada de lo que saben los otros, ni dónde encontrarlo, y por simple ignorancia, que no por maldad, y porque siempre se ha hecho lo que hacen, van y vienen con la ley, normas y boletines, y los dejan patinando y al borde del suicidio, cuando no en el mismo suicidio. Y es, que estos pobres desgraciados, no saben que hay que pedir permiso, hasta para orinar, y si los cogen haciéndolo sin permiso, ¡ya la cagaron!
Y, ahora viene el recochineo padre, y es que a los primeros (los de verde y los de las gafas negras), hasta les ayudan con ayudas –valga la repetición- con subvenciones y con dinero contante y sonate, porque conocedores de cómo acceder a esas prebendas, se hacen con ellas, de forma legal (aunque mientan con los fines que dicen pedirla, y toda vez que no hay inspección, porque tienen permiso, hacen y deshacen a sus antojos lo que les vengan en gana, a la par que a los otros pobres desgraciados, no hay quien les informe, explique, diga, enseñe, etc., lo de los permisos, sino ¡multa al canto y sanciones por un tubo, según leyes y normas. Y solo ha golpe de multas sabrosísimas, están aprendiendo, pero quedan tan acobardados, y sin saber a dónde ir a pedir permiso, que ya después, nada se atreven hacer, mientras que los verdes y los de las gafas siguen destrozando terrenos, flora, fauna, paisajes, perfiles, orografía, etc., etc., que como tienen permiso, no les pasa nada. Un simple papel, los separa. Pasa, que los hay que no saben ni pedir el papel, ni que hace falta, ni a dónde, ni tiempo tienen para perder en no saber a dónde ni a qué, simplemente lo hacen, y ¡ya cayó en la trampa! Pues éstas tenemos.
Y cierto y verdad es, que los agentes (algo así como la policía de miedo ambiente), se acerca al que hizo algo o está haciéndolo en ese preciso momento, lo primero que le dicen y hasta sin saludar previamente, como personas civilizadas y educadas, es decir al presunto infractor (aunque ellos lo saben, pero cínicamente, aún sabiéndolo, que no tiene permiso, le preguntan (bis): “¿usted tienen permiso, para hacer eso?” A lo que la respuesta es en un 99,9999 %, la respuesta del pobre hombre de campo que no sabe, ni entiende de leyes, sino de dar mochazos y segar monte, es irremediablemente: “¡Nooo..., señor, no... (encima lo llaman “señor”)!” Pues, ya está... Ahora empieza la burocracia de: informar, fotos, cartas, visitas, pagos... ¡demasiado, usted, demasiado! Esto, hay que pararlo ya.
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