Profesiones agónicas:
El campo, acabará por desaparecer con lo que siempre ha sido. Ni siquiera con la crisis, se mira al mismo, como la única salida y solución. Y eso, a pesar de la historia desde siempre. Ya no se ve en el campo, a los personajes que siempre le dieron vida. Todo está muerto, sordo, vacío, deprimente...
Todo el mundo se ha venido a la aglomeración, a barriadas, a las afueras, a los suburbios, a la urbe, a la ciudad, al pueblo (¡vaya logro!)..., el campo, se ha abandonado (o han obligado a ello). Y ello, a pesar de que todo sale de él. La superficie abandonada del campo, es la misma del hambre que padecemos.
Ya lo que se cultiva es o son: césped y flores. Se ha cambiado agricultor por jardinero, y perros por cabras. Un mundo al revés. Sin el campo, no cabe felicidad alguna, por más perros y flores que nos pongan.
La angustia en no pocos ya es crítica, y sin embargo, como que miran a otros lados. Paro, desahucio, inseguridad..., nos han acostumbrado a vivir sin el campo, y a que nos lo traen todo de fuera. Nunca el campo tuvo peores momentos; es la ruina del mismo. Agoniza. El kabildo (el medio o miedo ambiente), lo tiene enfilado. El campo incomoda. El kabildo tira piedras sobre la propia isla. Tratan muy mal a los que se resisten y que acaban por abandonar (o se suicidan).
Jamás pensé se acabarían las faenas del campo. Entonces, éramos libres. Participé en esa vida bucólica y feliz del campo. Allí mi infancia y juventud. Dependíamos del campo, y éramos ricos. Teníamos de todo (¡hasta estudio!). Comíamos bien y de todo. Todo el mundo cuidaba animales, tenía tierras atendidas. Nos ayudábamos. También las mujeres. Hoy, se desprecia tanto bien y dones. Sueño, mirando hacia atrás. Había trabajo de sobra. No puedo olvidar. Recuerdos. Personajes curiosos, ejemplares, modélicos..., de todo aquello, no queda sino muy poco... De ellos aprendí lo que soy y sé. He trabajado la tierra, y ella me trabajó a mí. Se preparaba la siembra, las cosechas, se miraba a las nubes (¡y más allá de ellas!)... El trabajo nos hacía serios y alegres. Sabíamos hacer de todo... disfrutábamos de la tranquilidad económica que nos deparaba y devenía del mismo campo y nuestro esfuerzo o trabajo. Pero, todo eso, nos lo han quitado unos políticos que son asesinos y criminales.
Ya solo nos queda la libertad de protestar. Pues, aprendimos tanto, para no poder ejercer nada de aquello. Ahora, con una juventud perdida de cuatro generaciones y no sabemos hasta cuándo...
El Padre Báez.
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