Miedo ambiente prepara los incendios:
El campo no se puede tocar; todo se llena de maleza; toda actividad del campo está prohibida; la vegetación lo tupe todo. No hay ganadería que limpie nada..., los incendios, están servidos. Solo hace falta vuelva el verano.
Cada vez hay menos cultivo; cada vez, se plantan más pinos. La desaparición del ganado que barría los campos, ya no existe. Las cañas, eran comida de animales, las retamas para las camas de los mismos y estiércol. Todo eso es material de y para incendios...
La solución de los incendios (su desaparición), pasa por volver al sector primario (ganadería y agricultura [ambas perseguidas]). Se repetirán las tragedias, y no hace falta ser profeta. El campo se ha vaciado –salvo los uniformados que lo cruzan y pasean-. El campesino se ha venido a la urbe o ciudad. La foresta asilvestrada y sin control, se expande por todas partes (ya hay retamas que son como castañeros, cuando antes nunca pasó de medio metro del suelo, ¡y no te las dejan ni tocar!).
Los ingenieros del kabildo no han previsto el sistema de mosaico, dejando grandes áreas vacías de reforestación, con lo que toda una masa compacta de bosque y bajo bosque es un polvorín a punto de estallar, e imposible de controlar. Se da la paradoja, que de esas masas de pinos, no se sigue ninguna economía, ni ningún bien, salvo que unos pájaros azules –que no existen- vuelen y a tal fin les hacen corredores –masas tupidas de pinos o escobones- con lo cual el peligro se agrava. En contra se persigue a todo aquel que se quede en el campo o intente hacer el menor trabajo de limpieza o de lo que sea. No te dejan quemar absolutamente nada y casos hay en los que no dejan ni cocinar en cuevas donde no llega la electricidad, ni hay otros medios, con lo que la leña se apila y amontona. Tenemos una política al revés de lo normal. El niño de capital, pretende dar lecciones al anciano nacido en el campo (se ha impedido segar la rama de papas, por creerla planta protegida).
La prevención de incendios con un personal excesivo y parasitario, con una maquinaria y útiles pocos eficaces, y consumidores de gastos excesivos, cuando con dejar la actividad de siempre, se evitaría en gran medida los incendios sin más. El campo abandonado, no es sino abono de incendios. No se deja cultivar, sino bajo la mirada del miedo ambiente que multa por todo, por nada. Ni siquiera reforesta con castañeros (que no arden), y con nogales que atraen el agua y dan fruta y comida, sino con pinos que con su resina es peor que la gasolina.
El único freno de los incendios está en la vuelta al campo del sector correspondiente, sin más. Incluso, habría que empezar por arrancar pinos y crear esos vacíos o mosaicos, para evitar y frenar los incendios. Hay que cambiar ya después de sesenta años de plantar pinos, por árboles que no arden. No se debe perseguir al campesino cual si fuera el enemigo mayor del reino, al que se le vigila y controla y no se le deja hacer nada, salvo multas elevadísimas, que los aleja de todo intento de seguir en su medio. Hay que aclarar el bosque. Menos árboles. Hay que fomentar el ganado (curiosamente tienen prohibida las cabras guaniles [libres], que limpian de matorrales y hierbas el campo).
Hay que volver a la vida de siempre, a la de antes. No se puede ignorar por más tiempo la ganadería y la agricultura, como remedio y antídoto de los incendios. Sobran permisos, para todo y para hasta lo más elemental, sino: ¡castigo (multas que te pego)! Sobran pinos (y no cesan de plantarlos). Todo es flora, sin fauna. El silencio en el campo es total, no hay vida...
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