Lo de los cochinos:
No, no me voy a referir a los de Ingenio, ni me voy a ocupar de los cerdos, conocidos por marranos, o guarros en sí; tampoco vengo a recordar aquellos cochineros que en cerón sobre un burro, pasaban por La Lechuza de mi infancia vendiendo cochinillos, que eran como juguetes que comprábamos soñando en la matanza en un lento crecer, que terminaba, con el mondongo en los barrancos, y llenando morcillas, y cortando trozos de tocino ensalados y al barril, después de repartir entre los vecinos, y el olor a chamusco de bálagos de centeno al pasar por el pelo fuerte del animal, que con golpe certero en los sesos, caía al tiempo que un cuchillo con dirección al corazón, bajo la pata delantera, hacía salir chorros de sangre con chillidos del cochino, y a cuyo espectáculo se nos prohibía el visionado, salvo que siempre los chiquillos encontraban la forma de ver el rito de una ceremonia repetida cada año, y que daban comida para el mismo y que en caldos de jaramagos y conduto para el gofio amasado con tocino e ila..., ¡que me he ido a años cincuenta...!, sino lo que le sucedió a uno de mis feligreses, sin más datos, pues se habla de la doncella, sin decir quién es ella, y dado que desde el Valle de los Nueves, hasta Los Marteles, y desde Guayadeque, hasta el barranco de San Miguel, es territorio o limítrofe de mi amplio terreno pastoril (ya sin ovejas de cuatro patas), y de por medio Tecén, Lomo Magullo, Arenales, La Breña, Cazadores, que anda uno entre esos límites, y va y sucede, lo que les vengo a contar, ocurrido en algún lugar de entre lo citado, que...
... para salir de ésta, alguien tiene ese pequeño negocio de criar los animales de la granja antes citados, y dada la situación de paro, hambre, robos, etc., no sabemos quién o quienes, amigo de lo ajeno, le da por visitar el dicho chiquero o lugar de la cerdada, y se apropia de los cochinillos pertinentes, en número que va de uno hasta tres, y ello más de tres veces, llevándoseles también cabras, cabritos –dícese entre nosotros en guanche bayfos- pero que denunciado el robo o sustracción de los cerdos, va y viene la guardia civil a averiguar sobre los hechos denunciados en su rama denominada seprona, a tomar nota acerca del robo, y...
... a pesar de tener el chiquero, una amplitud grande, donde disfrutar del sol, o simplemente disfrutar en el fango, que los engorda, y que por mor de la higiene y limpieza –cosa ya de por sí difícil por lo de los guarros, que a veces para preservar el número de los propios, y los ladrones no se los lleve, les pone sin más fango de por medio, para que como freno, por no ensuciarse de tal estiércol y perfume, no se lo quita adrede, como medida persuasoria, pero que a pesar de los pesares, no sabe, cómo librarse de esas visitas nocturnas que le sustraen lo que necesita para medrar y sobrevivir, que...
... visitada la explotación, por lo verdes antes dichos, estos, en lugar de detener, buscar, investiga a los amigos de lo de otros, se quedan fijándose en los chiqueros, y al no ajustarse a normas europeas, según el derecho de los animales, en cuanto espacio, y otros requisitos para una vida confortable de los de que tienen jeta y rabo, que a pesar de disfrutar del buen clima y la mejor comida, los de los tricornios en otros tiempos (rebajados a gorras), sacan: papeles, normas y reglas, lápiz o bolígrafo, y comienzan a tomar nota de las infracciones del cochinero, y el que pretendía multaran a los ladrones de sus cerdos o cochinos, marranos o guarros, es él el denunciado, que para pagar la multa por tantas faltas contadas y sumadas, la venta de los no limpios animales y librados de los robos, de los que se come todo, no alcanza para tal sanción o multas (en plural).
Pues, que toda vez que sigue siendo visitado –además de veterinarios, medio ambiente, kabildo, seprona, los ladrones, pero ahora, ya no denuncia para no ser denunciado, y se calla, y traga, y ya cuenta con que de vez en cuando alguien o algunos se aprovecha de su sucio trabajo, del cual ya solo –multas aparte- solo le deja ruina, por lo que un cochinero menos y un chiquero más vacío, porque anda indemne el ladrón, y queda como malo, ruin y culpable el robado, porque no da toda la confortabilidad que los marranos necesitan por parte de unas normas europeas, pero que el cochino si es cochino lo engorda el fango y la mierda; mierda y fango de visitantes, y no pienso ya en los ladrones, sino en todos los demás, que también viven del trabajo de este pobre hombre, que colgados de él, como si garrapatas fueran, viven a costa de su negocio cochinero, ya cerrado mil y uno, porque por unos y los otros, lo tenían amargado y ahora ya, no sabe a qué dedicarse, ni qué hacer, para salir de la que nos esta cayendo, porque en lugar de premiar al honrado trabajador, permitan al ladrón se aproveche de los sudores y malos olores, desvelos y trabajos de un honesto y limpio excochinero, que deja su chiquero, ante esa persecución desatada contra él, por el simple hecho de denunciar que ha sido robado (no persiguen a los ladrones, sino al que los ha denunciado).
Ya no se oyen los gruñidos; tampoco se huele al característico olor de excrementos de cerdos, ni moscas andan por la zona. Todo porque el robado, tuvo la metedura de pata, de ir a denunciar le robaban, y pasó a ser de víctima a culpable.
El Padre Báez.
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