Tunos e higos (o higos y tunos).
Cada día un agricultor más abandona el campo, y un ganadero más su ganado. Cuando todo el mundo, hasta hace unos años, vivía del campo, ahora del campo ya no vive nadie. Los campos y rebaños por cuidar, están más allá de nuestro horizonte. Dejaron antes el campo por hacer camas y servir mesa a los turistas, y ahora ni campo ni turismo, sino pensando a dónde emigrar.
Se nos marchan los más jóvenes. Jóvenes a los que no se les ha enseñado cuidar animales y atender las tierras. Jóvenes, que no encuentran un hueco en su propia tierra colonizada por solo retamas, tabaibas y pinos, donde nada pueden plantar y menos pastar con unas cabras. Se marchan. Este, es el drama del campo, que se vacía.
Si se quedan, no saben qué hacer. Ni nadie les orienta una salida, sino ahí te pudras. Y sin embargo, tienen a su alcance la mejor de las economías. Están ciegos y no la ven, o nadie les ha señalado las vacas gordas que el hecho significa. Lo tienen delante de sus propias narices, y no se dan cuenta. Tienen trabajo de sobra, y no lo adivinan. Necesitan dinero, buscan trabajo y lo tienen al alcance y de sobra. Trabajo, que los pueden volver ricos, y con mucho dinero, y salir de la crisis, y ayudar a los suyos. Recuperarían el bienestar perdido. Serían independientes, y darían trabajo a otros. Dicen no tener trabajo, y el trabajo los están esperando. Hay para muchos. Y más. Sobran presentar curriculums, y todo lo que tienen que hacer es ser emprendedores, y no esperar que nadie les dé trabajo; son ellos –los parados- los que lo deben coger, sin más. ¡Vamos al grano!
Ya aparece en el título la solución. Resulta, que las higueras y las tuneras por todas partes, echando al suelo y colgando de sus ramas, los frutos que nadie recoge o coge. Y esa es la fuente de riqueza mayor, despreciada. Esos tunos e higos, o esos higos y tunos, puestos al sol, se secan y una vez secos, guardados o empaquetados, según tratamiento tradicional y que cualquier ancian@ de cualquier rincón de la isla sabe cómo se hace; y llegado el invierno, esos higos y tunos higos o tunos pasados, con el sabor insuperable de este sol, y madurados con el clima mejor del mundo, no se trata de delicias para el paladar, sino que son auténticas delicateces o delicadezas. Pasa, que desgraciadamente si dejamos este trabajo para que lo hagan los moros u árabes en sus respectivos países, y que nos los traigan secos y ruines, de extremadura o del lejano oriente, son secos, pequeños, ruines, y caros. Los nuestros, aunque caros, son y serían los mejores. Los tunos pasados, ponen rico al que se dedique a ellos; y por falta de materia prima nadie podrá quejarse, porque las tuneras por todas partes, se están desgajando sin que nadie las coja; otro tanto sucede con las higueras, que caen al suelo los higos, o siguen en sus ramas, esperando a algún parado que quiera forrarse con el simple cogerlas, ponerlos al sol, darle vueltas, y llegado el frío venderlos a precio de oro, y se los quitarán de las manos, con lo que si tienen un buen stok, se ponen las botas, y ya se puede poner a industrializar, y a poner personal recolector de lo que nadie aprecia, todos desprecian y es fuente de riqueza, de economía y de bienestar.
Pues dicho queda, y por si alguien lo toma al pie de la letra y se va a dedicar a ello, no lo haga sin antes pelar los tunos (es decir quitarle la piel, cosa que no es tan difícil). El único material necesario son unos guantes, hacerlo a la fresca o sombra si hiciera sol –me refiero a los tunos- y llevar unas pinzas, por si alguna púa majadera, se empeñara en fastidiar el día.
Solo me resta, dar ánimo y que esta propuesta, no caiga en saco roto. He ahí, la solución para unos cuantos parados, que quieran dejar de serlo.
El Padre Báez.
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