Hablamos
de la lluvia.
Como cuando no se sabe sobre qué hablar, se habla del tiempo. Aquí y ahora, no es que no se quiera hablar porque no hay materia, sino que aprovechamos los fenómenos atmosféricos (lluvia, calor, viento, etc.), para echar balones fuera y no coger el toro por los cuernos. Y puesto que hablan de la lluvia, ¿por qué no de lo regado y el agua recogida en estanques? Pero, es que hay muchísimos más temas, muchísimos más importantes que las cuatro gotas caídas para hablar, pero si lo hacen pierden amigos, subvenciones, publicidad, etc., y cobardes callan y les van a temas baladíes (o sin interés).
Así, es cómo eluden temas gravísimos del paro, crisis, hambre, pobres, corruptelas, etc., hablando del tiempo. Nada diga si caen algo de nieve en la cumbre, que aunque no suba un centímetro del suelo, se les saca fotos a cuanto gato suba a verla y hagan la payasada de un muñequito con ella. Nos dirán que beben café para combatir el frío, pero no sobre los que no pueden hacer –tantísimos- para combatir el hambre, aún teniendo tierras vacías por cultivar y yerba (hierba) seca que no se comió el fuego (afortunadamente), pero que la puede aprovechar las pocas cabras y ovejas que nos van quedando si desprotegieran tanta basura, y así ahorrar al paupérrimo ganadero el hecho de tener que comprar ese mismo pasto, pero sabe Dios de dónde traído, trayendo semillas malas e infecciones o plagas entre las alpacas.
Cambia el tiempo, y enganchados al termómetro y a la cámara de fotos para mostrarnos cómo entró una lluvia no avisada, o la que avisada no vino, llenando páginas, tiempo y espacio en los distintos y distantes medios, con miedo a hablar de lo que pueda molestar a las momias que nos gobiernan (todos por encima de los ochenta años, o rozándolos, sin dar paso a cerebros que se marchan, porque copado todo con los Olartes, los Mauricios, los Bravos, los Saavedras, etc., aquí no hay quien entre hasta que no fallezcan (como Fidel en Cuba, “in eternum”).
Y si tanto les preocupan las lluvias, parece no se preocupan tanto de los que sin techo, ni ropa ni comida, las van a/o están pasando crudas. Y ya que tanto les encantan hablar del tiempo, ¿por qué no consultan a los ancianos, que lo conocen como las palmas de sus manos, con mirar al cielo y a las mil señales que les indican –al margen de metereólogos- el verdadero tiempo que va a hacer, más allá de las nubes pasajeras de tormentas que no llegan y pasan de largo; y que es –además- preservar una cultura (las cabañuelas) que se pierde con los años, y si el otoño de sus vidas –como las hojas- los hacen caer en las tumbas.
La gran pena de tantos habladores de lluvias y tiempos, nada digan de las cosechas que no se recogerán de trigo, ni de otras, porque salvo que se riegan los jardines, ¿qué otras hortalizas o plantas se riegan? Solo las calles y arrastrando lo que ganaderos y agricultores no recogen ni limpian porque si lo hicieran los multan. Piénsese, lo que alguien me decía el Domingo pasado: “¡qué bueno, que parece se acercan las nubes, para poder quemar toda la basura que tengo (palos, podas, ramas, etc.)!”
Total, que menos de política y denunciar o/y criticar a los que les compran y callan, hablan de la lluvia, cual si tema central y de trascendental importancia lo fuera, para no decir ni pío, sobre temas candentes, y que ni cito, porque estará en la mente de los que me leen, y sobra digamos lo que todo el mundo sabe, y que los Medios, por miedo silencian. Por eso, nos hablan del tiempo; que si paraguas, que si abrigos, que si... ¡chorradas!
El Padre Báez.
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