El campo
desaparece
Los campesinos, están desapareciendo poco a poco. En el tabaibal, y en concreto en el gran tabaibal, se vivía del campo, en el campo, y la gente se hacía rica con sus trabajos en el campo. Y cada vez, eran más, los que arrimaban el hombro en el campo, para medrar. Y porque era (y es), fuente de recursos.
Pero, para nuestra desgracia, cada vez menos –y ya casi no queda nadie- se ve alguien en el campo, por culpa de miedo ambiente o el cabildo (que es lo mismo), que los persigue día y noche y fijo detrás de ellos, leyéndoles la cartilla de denuncias.
Ahora, están todos delante de otro campo, ya sea desde la radio o televisores, todos ante en campo de fútbol, idiotizados, sin más, por un penalti, o gol, que lo canta repitiendo y gritando lo de: ¡¡Golgolgolgooooolgooooooooooooooooooooooooooooooooo...............!!
Y, con estos otros campos de césped, como que se olvidan de la crisis, y los políticos nos meten fútbol todos los días, a todas las horas, para entretener al personal, que permanece así más que drogado. Nada importa, que no tengan dinero para comprar la comida, que antes le regalaba abundantemente el campo.
Desaparición ésta, que comenzó hace cosa de medio siglo (cincuenta años), y continúa de forma imparable. En el campo, todo el mundo tenía animales y tierras, ahora ni unos, ni otra (el kabildo lo ha llenado todo de pinos). Dábamos de comer a medio mundo, y ahora el mundo entero, nos manda sus comidas ¡a precio de oro, y nos mata a enfermedades!
Esto, ya llega al su final. No te dejan tocar nada, absolutamente nada en el campo. Las alpendres y cuevas, ya son para el turismo rural, y acabarán siendo museos sin visitantes. El campesinado languidece y está en los estertores de la muerte.
Los sociólogos, cuales si la tierra se los hubieran tragados, no dicen ni media palabra. Le siguen en este silencio cómplice los economistas, que ciegos, no ven el campo gritando y pidiendo manos. Unos campesinos que reconvertidos –ya ni aquello ni lo otro- se dedicaron al servicio. ¡Qué asco de degradación y humillación!
Todavía en los años sesenta (60), del siglo pasado, el campo tenía vida, pero comenzó entonces a despoblarse, a cerrarles puertas, a quitar ganados y plantar pinos en terrenos de papas. Y el campo, cayó. Ya no se oye nada, ¡ni los graznidos de los cuervos!
Desgraciados padres, que llenaron con sus hijos los suburbios de la capital diciendo “¡vivo en Las Palmas!”. Y los niños, jugando con la droga (antes con los bayfos, y haciendo surcos). Cambiaron la tiendita del barrio, por los grandes almacenes o áreas comerciales. ¡Toma nuevos templos paganos!
El campo, ha caído. Suben los botellones, se duerme de día, andan muy comunicados con los móviles. La crisis, como que no les afecta. Hambre todavía no hay porque las tuneras e higueras, están a reventar (que si la hubiera, no dejarían ni madurar la fruta; pero vendrá, va viniendo poco a poco..., y la pinocha, no se come, y es lo único, junto con tabaibas y retamas –protegidas- que tenemos.
Antes, trabajaban de sol a sol, y no descansaban ni los Domingos (solo para ir a la Misa); ahora, tienen: fines de semanas desde el jueves, puentes cada dos por tres, y varias vacaciones (verano, navidad, carnaval, semana santa, etc.).
El proceso en el campo, es devastador. Han cambiado las cabras, por perros. Todos estudian. Nadie encuentra trabajo. Salen o se van: los que quedan, se quedan, dependiendo del abuelo. Pero, ¿y cuando mueran los abuelos? Ha desaparecido el campo y el campesino, y aunque quieran volver –suponiendo que medio ambiente o el kabildo lo permitiera- no sabrían qué y cómo hacer. Es el drama: querer y no poder, por no saber. Se ha cortado vilmente la tradición.
Antes, todo el mundo caminaba a su tierra y a sus animales; ahora, solo a huelgas, manifestaciones, sentadas, etc., Nadie da un golpe, y todos piden ayuda, rescate, subvenciones... Europa, fue y es, nuestra desgracia. Los políticos, nos han vendido, y viven a costa del pueblo. Cada vez, hay más parados, y siguen sin ver o mirar al campo.
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