Como a
la caza de
un ladrón.
Con nocturnidad y alevosía, el cabildo cabalga sobre las nubes, con cámara en ristre, para coger echados y sin que se den cuenta a cuanto ingenuo, se haga a su tierra el fin de semana, que es cuando todo aquel que abandonó el campo, por culpa del kabildo que lo echó del mismo, al no permitirle hacer nada en lo de cada uno, por más de ser el dueño y propietario, pasa, que: el que se fue a vivir a donde ganar los garbanzos, llegado el fin de semana, vuelve a sus raíces, a esa casita del campo o cueva abandonada, pero que conserva unas tuneras, una higuera, y donde en unos surcos plantó unas papas, y va a recoger algo de frutas y hortalizas (unas coles, jaramagos o lo que se tercie), que sin darse cuenta, va y levanta aquí una piedra, y allá corta la rama de una retama que molesta al paso, y he ahí su desgracia, porque en helicóptero que se pasea por todo el cielo tabaibero anda acechando y solo los sábados por la tarde y el domingo por la mañana, que es cuando todo el que va al campo, a su terreno abandonado, y cogido in fraganti, sin él darse cuenta, le llega la receta, porque ya es mala leche, y actuar con mala fe, que justo cuando algo se puede hacer en el campo, y que es: los sábados por la tarde, que es cuando se libra de la llegada, y revisar y ver al vecino, que llegada la tarde aprovecha todo hijo de vecino para hacer algo, después de la recepción y ayuda a los menesteres caseros, se lanza a la tierra o huerto y ¡ya la cagó!, porque cuanto haga, queda recogido en documento inculpatorio, y que llega hasta el Domingo por la mañana, que es cuando ese pobre y desgraciado hombre que dejó el campo, en su regreso para el fin de semana, aprovecha la mañana, puesto que después de almorzar, recoge y se vuelve a la capital o pueblo a donde tiene que regresar antes que se le haga de noche, y ya luego, en toda la semana vuelve el helicóptero del kabildo e volar y sobrevolar buscando a pobres hombres que arreglen algo, y ya sea colocar una valla de tela metálica de medio metro de altura (para librar lo plantado de los conejos), limpiar un camino de maleza, para poder llegar desde la casa al cercado, o bien se dedique a poner una manguera, por cualquiera u otras acciones semejantes o parecidas se le va a caer el pelo, porque la multa es algo que ni soñado y menos imaginado, y tanto, que le puede esperar la cárcel, además de pagar miles de euros, por el simple hecho de recoger y atender lo suyo.
Da rabia y pena, que solo sobrevuele una y otra vez sobre las pobres cabezas de simples y buena gente que nada malo hacen, ni ningún delito cometen, sino hacer lo que desde niño vieron hacer a sus padres y abuelos, por lo que ahora tienen que pagar elevadísimas multas, de las que come el largo y ancho personal que tiene el cabildo, pilotando helicópteros solo los sábados por la tarde y los Domingos por la mañana, que es cuando hay gente en el campo, y los cogen echados o con las manos en la masa, que es la época de veda abierta para cazar a delincuentes y depredadores del medio ambiente, los pobres e inocentes excampesinos, que caen en la trampa, sin darse cuenta, que de detrás de las nubes, ese maldito helicóptero que pasa, les saca fotos, que son para su ruina y desgracia.
Le pego, lo que alguien, con toda razón, o con más razón que un santo, me dice en correo electrónico, lo siguiente:
“¿Cuándo vamos a articular una campaña para exigir la disolución de los kabildos?”
Pues, por mí, estoy en ello. Ojalá sumando voluntades nos unamos en este gran objetivo, para librar al sector primario de la maldición que supone un doble gobierno que lo único que hace es, vivir de las multas a la pobre gente del campo, a los que acechan como hace el gato al ratón.
A ver si la masa toma conciencia y pronto nos lanzamos a la acción, con los preceptivos permisos, para manifestarnos por una causa justa, y a la que debe asistir todo el campo en pleno, por más que se hayan mudado de residencias, por mor del mismo kabildo que los ha echado de sus medios de vida y primera vivienda.
El Padre Báez.
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