El arado:
Sí, el otro día recogí, casi podrido, y en su mínima expresión, uno que dejada la labranza y por tanto la agricultura, en cueva de los guanches, reutilizadas posteriormente, y dejada la casa-cueva, convertida en alpendre, donde la brea en el techo, allí el resto de un arado.
También dejando la autopista que viene de las palmas (sobra decir del gran tabaibal), para entrar o subir por la avenida del cabildo (yo, le cambiaría de nombre, por la de las palmeras, u otro cualquiera, para acceder a Telde dejando atrás o rodeando por fuera Las Remudas, está por los aires, el arado de bronce que reproduce al “Faro de Maspalomas”, así llamado el gigantón que lo popularizó...
... y viene este mi comentario hoy a cuento, porque un nieto del citado, haciendo gala de un dominio extraordinario y fuera de lo normal, dada su juventud y cuerpo, levantó por los aires y lo dejó horizontal haciendo una rueda o círculo en derredor, arrancando los aplausos pertinentes, ante un público que abarrotaba la plaza del Valle de los Nueve Alto, en la celebración de su Fiesta patronal de la Virgen del Pilar, y San Hermenegildo, donde se entrenaba el nuevo párroco, pero...
... vuelvo al arado, que, sin quitar mérito al deportista -¡que de raza le viene al muchacho!-, digo, que méritos aparte por la hazaña, digo que pensé: ¡qué pena, el arado haya quedado para ser exhibido en Fiesta y deporte, y no como instrumento para arar la tierra, porque por allí pasó uno con vacas –no daré más datos, que de noche salió a cortar un acebuche y esconder las ramas con mucho miedo no sea que miedo ambiente lo descubra, en la reparación de un arado, que le trajeron, y que el palo pertinente debía ser del protegido acebuche dicho, que si lo descubren lo meten en la cárcel, y secreto de confesión o sigilo sacramental, nadie podrá arrancarme el secreto, pero que junto con estos arados, hoy desaparecidos de la tierra, y no sustituidos por tractores, sino que sencillamente no se ve a nadie arando, y no se atreve nadie hacerlo, porque antes de dar vuelta con “pajarita” y “mariposa”, están allí la pareja del seprona o los del miedo ambiente con gafas negras, para sancionar o tomar nota –que la sanción viene después del informe-, que dice cuánta hierba mala arrancó dicha arada, y razón por la que no se arriesga alguien, y desgraciadamente arados van quedando en miniaturas que exponen y venden los de artesanía, que juegan con lo que es cosa de trabajo y de comer.
Claro, que allá donde en otro tiempo se celebraba el 15 de mayo, con la fiesta de San Isidro, no faltan arados al santo, que mientras mira al cielo, un par de ángeles guían a “maravilla” y a “florida”, donde en algunas Iglesias, por tanto, también se pueden ver algunos arados, pero no en la tierra, como hacían nuestros abuelos y padres -si son mayores-, porque desde hace 50 años, la cosa comenzó a ir patrás, y hasta el presente, que la ganadería y agricultura ha desaparecido por gracia y arte de un cabildo que acaba con todo lo que da trabajo y comida, y lo cambia por un turismo que solo nos deja la mierda que caga.
Y puesto que hablo de vacas, les cuento, que ayer mismo, me enteré de una gran desgracia: un muchacho que tiene una yunta, más un becerro, me dicen va a vender una vaca, porque preñada, le traerá un becerro, y con las cabras y ovejas que tiene, no puede con más, con lo que, desgraciadamente, una vaca menos. Busca comprador, y la vende por mil euros.
Y, puesto a contar cosa de las vacas, esto sí que es una para emocionarse. Me contaba hace dos días un señor que en aquel lugar, en Los Roque, por encima de La Gavia, había un señor que tenía sus vacas, que las sacaba de la alpendre y las llevaba a beber, pero al pasar por un cercado de millo, las mandaba a parar con el clásico “¡Sooó...!”, que aquel animal se paraba, y con hambre y mirando al millo, no se atrevía a pegarle un lenguentazo, y mientras lo miraba, obedeciendo al boyero, el animal, lloraba, derramando lágrimas, pero obedeciendo a su dueño y amo, no tocaba el millo.
Cierto; por mi parte, recuerdo ver a las vacas llorar, ante el aguijonazo o mal trato. ¡Sí señor (por ejemplo, al tirarles del arigón)!
En fin historias, que se olvidan, nombres de vacas que se ignoran. Y, arados por los cielos, en lugar de estar roturando y aflojando la tierra, cosa que no pueden hacer, porque medio ambiente o miedo ambiente, lo tiene todo protegido, y como acabamos de contar, el que tiene dos vacas, ya se queda con una. ¿Cuándo ya, sin ninguna? No se olvide, tiene que comprar EL RETAL QUE VIENE DE FUERA, PORQUE EL DE LA TIRRA, Y PROPIO, NO TE LO DEJAN SEGAR (lo guardan por si hace falta para algún incendio, que Dios nos libre).
El Padre Báez.
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