El hambre enseña
las orejas.
Según parece, la cosa alimenticia a nivel mundial, de la que dependemos en el 98 o cerca del 99 %, no es nada seguro ni fuerte. Con lo que el mercado del cual dependemos, es frágil, y nos puede depara alguna más que desagradable sorpresa. Y a todo esto, nuestros desgraciados y despistados políticos, como que miran para otro lado, y ni se dan por enterado (toda vez que ellos tienen dinero suficiente, para superar cualquier tragedia a este respecto). Y es tal el caso, que, es muy posible, que en su día la demanda sea mayor que la oferta, y entonces, ni de dentro ni de fuera, ¿qué será de nosotros? Pero, sin olvidar, que llegada esa situación o momento –y que llegará- los precios precisamente por esa ley de la oferta y la demanda, será inasumible con lo cual, la que se nos echa encima puede ser más que gorda.
Ya, la pobreza se generaliza, y los lugares productivos, ya están con lo mínimo en producción, sin poder ir más allá. Y hay que estar ciego, o ponerse una venda, para no ver el hambre y la muerte que nos rodea y alcanza. Y a todo esto, nuestro miedo ambiente y su cabildo, prohibiendo tocar la tierra, con todo –basuras- protegido.
La cosa, sin ser mi formación sobre economía en exclusiva, sino sobre historia y teología, pero dado que en nuestros estudios, pasamos por el derecho, la psicología, y mil saberes más, me hace decir y verlas venir, que la cosa se nos pone grave, y que grave ya está la cosa. Y esto, llegará a estar muy grave. Se produce menos, y el mal tiempo ha alcanzado a todo el planeta, con lo que: menos producción, todo más caro, y menos poder adquisitivo al ponerse todo por las nubes. Lo que uno –inexperto aunque no del todo, pero no tonto- lee a diario que todo y más, sube y sube sin parar todo. Y esto cada y todos los días.
Cereales y aceites, más o menos será fácil adquirirlo, pero no tanto la carne y la leche (nótese el resultado de extinguir la cabaña ganadera; y en cuanto a la agricultura, solo tenemos pinos y retamas, con tabaibas y beroles). Y, el baile del mercado, es imparable, y como la yenca, pero poco para atrás.
Si las sequías, según el ciclo por donde estamos o vamos persisten, y ello alcanza al planeta tierra, más allá de nuestro privilegiado campo que produce hasta sin lluvia, ya sin trigo ni millo, nos vamos a quedar hasta sin el gofio (¡bueno esto ya viene de atrás [que si comemos gofio, no es precisamente por las cosechas de millo y trigo nuestro, que nos lo traen de fuera, mientras nosotros tomamos el sol o estamos de carnaval medio año y de romería el otro medio año restante!).
Según tengo entendido, Rusia, Australia y EE.UU., productores de trigo y otros granos, han visto mermadas sus cosechas, dado el mal tiempo, y por tanto no podrán cubrir nuestras necesidades, ni nos venderán lo que no tienen. Piénsese, que hasta los piensos y pastos, retal y hierba seca para las cuatro cabras que nos quedan, lo compramos al mundo, teniendo reservado el nuestro, por si los incendios lo necesitan, facilitárselo, en lugar de dejarlo se lo coman los ganados que permanecen encerrados contra su propia naturaleza y salud. En otros tempos, históricos, Argentina nos mandaba millo, pero ahora, no tienen ni para ellos, y ni a precio de oro que se lo paguemos, nos lo pueden mandar, porque no tienen ya millo.
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