¿Por qué
a unos sí; y
a otros, no?
Esa es la pregunta, que me hace una buena señora del campo, que saludada por un servidor en visita a su barrio, para ver el delito de aquel hombre que se ahogó, dejando dos niñas, por la multa y prisión en sentencia de cárcel, con trescientos mil euros, y que acompañada de alguien conocida y que previamente me había saludado, paro para despedirme de ambas, y al contarle de dónde venía y lo que había visto, me lanzó la pregunta que encabeza este comentario.
Y es que allí mismo al lado, un barranco de por medio (¡esa es a estrategia que usan estos del miedo ambiente, que te dicen de barranco allá hay una denominación o clasificación del terreno donde eso no se puede hacer, pero en esta banda de aquí, o en frente, sí; y te ensañan un mapa de colores), tres cercados con mangueras preparadas para el riego, según llegara el tiempo oportuno –y que no llegó, por el ahogamiento o suicidio- con aquélla pequeña valla de medio metro de altura de tela metálica, para que los conejos no se comiera lo que iba a ser alimento para sí, esposa e hijas (una de ella ha dicho que a pesar de su corta edad, ya no cree en Dios porque le quitó a su padre, sin llegar a comprender que a su padre, se lo quitó medio ambiente, el seprona, el cabildo y la denuncia de un mal vecino, pero no Dios, que en esto nada tuvo que ver [y faltará quien esto le explique a la pequeña, que vivirá atea por mor de un maldito cabildo que vive de las multas que pone a gente en lugar de premiarles por lo que hacen, que es sacar comida de la tierra y mejorar sus accesos, y que en el caso señalado, sabedor de que no se puede levantar una pared caída -así la dejó el que se quitó la vida ante tal atropello mayúsculo-, vallada, pero sin levantar las piedras del suelo), y que al presente sigue sin ser plantado, ni sembrado, como mudo testigo, de un atropello mortal, porque además se abrió un camino para poder llegar hasta los cercados, y justo encima, otra casa rompe cercados, paisaje, tira escombros por terrera que tapa casas aborígenes, rompe en el interior de la casa y fuera de ellas, cuevas que amplía a juzgar por los escombros en rectilínea pared de tosca rompiendo cercados –repito-, y abriendo carreteras con fachadas de casa antiestética que tapan cuevas guanches con brea en los techos, y al primero multa y a los segundos, porque son muchos los que al lado del multado, porque es funcionario, porque trabaja en el cabildo, porque es de medio ambiente, es amigo de algún pez gordo corrupto, porque afloja pasta, porque no se trata a todos por el mismo rasero, porque a usted si arranca una retama la paga cara, y el otro arranca una ladera de retamas, mete carretera y hace lo que le da la gana, y no le pasas nada, dando mal ejemplo ellos mismos, los del cabildo que hacen pistas, y cuanto le vienen en gana en contra de lo que a ti, a usted o a mí, no nos dejan hacer, en una discriminación abusiva y sin parangón, y tanto que es vox pópulis, que se pregunta como la señora citada lo que encabeza el comentario, como queda dicho más arriba; que si las comparaciones son odiosas, en este caso claman al cielo, porque lo que a mí me sancionan, a pocos metros o en frente de lo mío, o al lado, eso mismo es permitido, y si yo no puedo tocar una retama, el vecino toca miles y miles, hace un auténtico destrozo en flora y terreno, y a él no le pasa nada y a un servidor, o al que no tiene padrino, a ese se le cae el pelo, con saladísimas multas, que no pueden pagar sino con sus bienes y propiedades, y ante lo que más de uno, se muda de planeta, marchando a la eternidad, huyendo de la vergüenza de quedar desnudos por la pobreza provocada por un ladrón cabildo que vive de la injusticia de multar a pobre e inocente gente que lucha contra una zarza, por quitar unas cañas o quitar las puntas a las pitas, para librarse de las picadas infecciosas, cuando no de la posibilidad de perder un ojo, cosa por la que también te multan (por una pita, berol, tabaiba, escobón, valla, pared levantada, etc., etc.).
Largo ha sido este punto y aparte, pero es que se queda uno sin aire al hablarlo, y a modo y semejanza, también al escribirlo, para que el lector, participe de la indignación, quede sin aire ante tamaña injusticia, tan parcial que favorece a amigos y castiga a gente que nada malo hacen y los tienen como enemigos.
El Padre Báez.
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