Turismo rural.
Parece mentira, que alcaldes y alcaldesas del campo, teniendo tierras vacías, que esperan el sudor de los agricultores y el silbo de los pastores, en lugar de ofertar sus tierras para salir de la gravísima crisis, permitiendo previo permiso de medio ambiente, el arrancar retamas, pitas y zarzas, para sembrar trigo o plantar papas, y a los que tienen cabras que las suelten sin miedo a medio ambiente por si las cabras mordisquean los escobones y las cañas, sin ser multadas, en lugar de esto, las lumbreras de alcaldes y de alcaldesas del campo que tenemos, lo ofertan para el turismo rural, pero ¿qué turismo?, ¿pero si con la crisis, ya no vienen sino enfermos a ser curados o borrachos a los bares del sur? Pero y si hubiera alguno que se escape al campo, cuándo y dónde este desgraciado que ose ir a las cumbres ve a un pastor o a un agricultor regando un cercado de papas, para hacerle una foto de recuerdo?
Hay que estar ciego, para pensar y creer que un turismo que no existe, nos va a sacar de la crisis, llevándolo no a las playas o a visitar nuestro patrimonio arqueológico -el mayor y el más rico del mundo-, que por otra parte no se lo muestran, ni promocionan, sino que vayan al campo, turismo rural, del “rus” o “agro” latinos que significa campo, y el campo siempre significó la despensa y la economía de Canarias, ahora Tabaibal, porque lo que crece por todas partes invadiéndolo todo son las tabaibas, ¿y es eso lo que pretenden alcaldesas y alcaldes del campo mostrar a los turistas? Los turistas, de ir al campo, les encantan ver las faenas del campo: aquí un pastor, allá un agricultor, pero un campo lleno de pinos y vacío de actividades campestres, es un campo que asfixia, que sobrecoge y coge uno, ¡hasta miedo!, porque no hay a quien pedir un vaso de agua, y está cada vez más desierto. Por eso, que un alcalde o alcaldesa, para que no se vacíen sus municipios, llama a los extranjeros a que les visiten dos o tres días en una cueva, ¡que es una ruina!, si llamara a los parados para que se ocupen de vaciar y limpiar los cercados, las fincas, las cadenas de hierbas malas, y plantarlas de comida, Canarias volvería a ser Canarias, dejaríamos de importar todo lo que comemos (un 98 %, según información cierta), y dejaríamos de tener parados, porque el campo da trabajo a los nativos y a los foráneos. Otra cosa, es, que prefieran llenar el campo de 250 hombres parados, esperando ver humo, para correr como locos todos a apagarlo, con camiones y helicópteros, que son los únicos que viven bien en el campo, pero no cultivándolo, sino preservando la hierba para los incendios, que son los únicos que se la comen, en lugar de dejar se la coman las cabras y ovejas, burros y vacas, ¡pues no señor!: todos estos animales y más, encerrados en las cuevas, cuadras, corrales, chozas, etc., y el forraje, secándose, para mejor arder. Y alcaldesas y alcaldes del campo, esperando turistas, para quemarlos como chicharras, sin ofertarles nada de la tierra propia, sino hasta de las suyas (de ellos), con un poco de suerte, con lo cual, para ese viaje si lo saben, se quedan en sus tierras y no vienen. Porque cree uno -que no es político, sino un pobre cura-, que procede del campo, que el futuro de estas islas, y de sus pueblos, está en la agricultura y en la ganadería como siempre lo fue, y actualmente lo es en el mundo, menos aquí, que al que plante algo o lo multan o lo creen loco de remate con el cuento de que no tenemos agua, y las presas rebosando. Pues, que el futuro del campo, pasa no por el turismo del campo, sino por el cultivo del campo. Y es que es de totorotas, creer, que un edificio crea empleo, una carretera crea empleo, que una escuela taller crea empleo, que la jardinería crea empleo, todo eso es un engañabobos, el empleo lo crea la tierra cuando se la cultiva, y los animales cuando se los sueltan. Que la formación es indispensable, ¡indudable!, pero no crea empleo: ¡ahí están todos los universitarios mirando al cielo con los bolsillos vacíos y yendo a Cáritas a comer; incluso, un servidor va más lejos y cree, ya es hora de comenzar a arrancar asfalto, para devolverlos a la siembra, y a tirar casas que se han hecho en medio de los cercados para plantar papas, pues ni casas ni carreteras nos dan de comer y sí la tierra. Ya es hora de caminar más, y de volver a ver burros, mulos y caballos, en la labranza, y menos carreteras comiendo tierra de pastoreo y siembra. Y claro, si las escuelas de taller fueran para enseñar a plantar papas, o para aprender a ordeñar una cabra, ¡vale!, pero si resulta que lo que tienen para ensayar y les enseñan es a plantar claveles, y plantarlos por esquejes, ¿dónde coño hay tanto rico con jardín, que espere a aun jardinero, para pagarle un sueldo y asegurarlo y darle una pensión de por vida después de jubilado? ¡Sean sensatos, hombres y mujeres con bastón de mando en el campo!, ¡no traicionen sus propias raíces, y escuchen la voz de los abuelos y tatarabuelos muertos, cómo les castigarían si sabiéndolos con autoridad, los vieran dejando llenar de cañas y retamas, de tabaibas y de escobones las tierras, que ellos les dejaron con acequias ahora todas ellas obstruidas, tierras que eran un primor robadas a los riscos, y rellenadas de tierra a sudor y traídas de lejos con ristras de burros y donde cogían las mejores cosechas según la orientación y estiércol, ahora sin posibilidad de limpiarlas, llenas de maleza e improductivas porque si para ello se rompió la rama de una retama, te cuesta 600,00 € de multa, y suma y sigue, si fueron más de una. Que no, no pasa por el turismo rural, ni por estudiar jardinería, sino por poner detrás de cada anciano del campo que aún siga pegado a la tierra a un grupo, correspondiente a un aula, pues de 25 a 30 alumnos, que de forma práctica más que teórica, mirando a las nubes y aprendiendo a leer las cabañuelas, sigan una tradición que superior a las universidades te dicen en este mismo sitio, no se puede plantar lo mismo, porque aquí pega el sol, y la corriente de aire pasa por aquel lado, y, bla, bla, bla... Así, que ni hostelería, ni turismo, ni construcción, nos va a devolver a los años de bonanza de las islas, que fueron aquellos, en los que había agricultura y ganadería, había salud, trabajo, economía, felicidad, ayuda, y las papas las cogían todos, como cuando se echaba un techo, iban también todos y aunque estuvieran pelados. Hay que olvidarse del turismo, que fue nuestra desgracia, y hay que volver a la naturaleza cruda y pura: la tierra y los animales, y volveremos a ser ricos, libres, poderosos, y felices.
Padre Báez, hijo de campesinos, con cultivo y animales.
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