Cuales otros Budas...
Hacíamos yoga, el sábado pasado -una trabajadora del campo, un alto militar, un submarinista, dos arquitectos, un carpintero metálico, un padre de hijos universitarios, una chica nueva... - y debajo de un estéril y gigantesco acebuche, que nos daba sombra y la música del viento entre sus ramas, y sobre la madre tierra, en otros tiempos de trigo, últimamente de trebolina, y llenándose el terreno de retamas indias blancas, dado que: los conejos, que la comen en lo alto y por los perfiles de las montañas, se vienen hasta el llano a retozar, y a dejar sus cagarrutas...
¡Y he ahí el milagro, que deshechas cuantas cagarrutas apretábamos, todas ellas cubrían una semilla, que al no digerirla el conejo, y envuelta en el mejor abono, solo espera a que venga el otoño, con sus primeras lluvias, para prender y llenar de retamas blancas indias, lo que antes nos daba comida.
Un ejemplo claro, de lo que la naturaleza, que es sabia -no tanto los hombres- que se ocupa de esta manera tan maravillosa, de repoblar o reforestar y multiplicar las plantas, por más que sean endémicas, o estén súper-protegidas, que alejando los animales de ellas (pongamos que hablo de las cabras y ovejas), lo único que conseguimos, es que desaparezcan las plantas -¡y algunas autóctonas y exclusivas!- al faltar el “vehículo”, que las trasladen y trasplante, pues cuando no en los excrementos o estiércol de los mismos animales, en su pelo, llevan el polen que esparcen y con el paso y roce de su andar buscando la comida, ellos mismos la multiplican.
Pero –ahora-, la ignorancia de los hombres (los políticos [porque los del campo lo saben]), que cierran, obligan y multan si ven un animal suelto, porque dicen: terminan con la flora, cuando son ellos precisamente, los que la reproducen, como nadie; que de no ser así, se endurece, pierde y seca, y sin ese traslado de semilla -que solo los animales hacen- nos vamos a quedar -como dice Don José Rodríguez, del periódico EL DÍA-, en el gran secarral que ya somos, y caminamos hacia un mayor desierto, con solo plantas que nada dan de comer, sino que envenenan la tierra.
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