Anda el sur revuelto, se hacen fotos, montan guardia, están como monas de contentos, y todo porque tienen hamacas nuevas..., y andan que si no tienen arena, si tienen que traerla de Madrid (en lugar de traerla de Sáhara, que les queda más cerca), con fotos de la playa con piedras en lugar de arena, que si un día y el otro también, y no sabe uno por qué ese trasiego, y que si se preocuparan lo mismo en volver a los tomateros, que p´eso es tierra de tomatoes,
y claro uno, no se entera o entiende el jaleo de la arena-Madrid-hamacas, y pienso que si todo eso será por mor de los turistas que ya no vienen, o por si se van porque no tenían donde echarse al sol, ¿y las toallas, ya no valen p´eso? Porque hamacas para que estén vacías y nadie las use, por más que cada dos tenga una sombrilla, y después de llevar a pleno y acordar el color se decidieran por el color calabaza -¡que son las que nos están dando los turistas!-, con el azul de las sombrillas, -¿para que hagan juego con el color del mar?-, que es el caso que tengo un amigo segurita, que trabaja en el aeropuerto y sabe de quiénes entran y salen de la isla por avión, y me dice y confiesa, que solo entra la escoria -son sus palabras textuales- viejos borrachos y enfermos. ¿Y para esta gente tantas y nuevas hamacas, cuando lo que buscan son las mesas de los consultorios médicos, y en lugar de enriquecernos no empobrecen más?, y que borrachos, lo que buscan es o son bebidas (¿). “Mi no entender”, que decía el inglés aquél, ¿a qué tanto revuelo con las dichosas hamacas, y para ellas fotos de un montón de políticos de pie, en lugar de darnos una lección acerca de su uso correcto?, pero no, sino montando guardia, como para que no se las estropeen -recuerdo, no hace mucho fueron objeto de un incendio-, y claro, cuando tanto revuelo levanta unas hamacas que no van a ser usadas, sino comidas por el sol, me pregunto: ¿por qué no se dedican a plantar almendros, olivos y árboles tropicales, incluyendo los naranjos (o naranjeros), que por esa zona se dan que es un primor, y al fin y a la postre, dan más que los turistas, que dicho sea de paso cada vez vienen menos, pues aunque les encantan ver las tumbas de los faraones, nosotros que las tenemos de guanartemes, como que no se las enseñamos; ¡ni esas, ni las mil de Arteara!, ni las que están en las dos naves, creo la friolera de 25 o 30 años, porque si esto mostráramos el vuelco turístico iba a ser mayúsculo, pues le quitaríamos a Egipto la primacía trás lo arqueológico, porque sabido es que los guaches, procedentes de Egipto y su entorno, trajeron a las islas lo mismo que dejaron allá, incluidas las pirámides, la momificación, las grabaciones, etc., y las tenemos mejores cuando no igual que los africanos, que por otra parte, es lo que también somos. Y llegados a este punto, como que me pregunto, ¿por qué y para qué las hamacas, si los turistas, lo que quieren hacer -los poquísimos que ya nos vienen- es hacer senderismo, y no se asoman por las playas?, porque esa es otra: tenemos -o tienen hamacas- pero si no tenemos -o tienen- turistas, ¿para qué las quieren?, pero queda la mayor, y es que: todos los ayuntamientos de esta isla que tiene la extensión del de Londres, con veintiún ajuntas, cada uno de ellos tiene un plan turístico, al que llaman turismo rural, pensando albergar en sus casas viejas o cuevas a cuanto turista asome por aquí las narices, cojeando o en silla de ruedas, borracho o escoria –en decir de mi amigo el segurita del aeropuerto- en su municipio, pensando que esa categoría les va a sacar de la ruina, de la crisis, del hambre..., en lugar de ocuparse de la ganadería y de la agricultura; pues siendo los veintiún ajuntas de campo, con terrenos de cultivo y con la posibilidad de criar y cuidar ganado, en lugar de lo propio, se han contagiado de turitis aguda, y no sueñan, ni piensan, sino en los turistas que ya no vienen, pero todos desde el presidente, pasando por los empresarios, sin quedar atrás un solo alcalde o alcaldesa -todos-, comerciantes, gente del campo, pero es que todos-todos, al cien por cien, todos confiando en salir de la que nos está cayendo gracias al turismo pobre, raquítico, enfermo, y minúsculo -y cada vez menos- que nos vienen y que vienen a sacarnos -creen- las castañas del fuego, mientras nosotros, tumbaítos en las hamacas del sur, esperando el maná -el pan que nos llueve desde los aviones- y que nos va a devolver a la bonaza de cuando el Gran Tabaibal, era agrícola y ganadera, que todos teníamos fortuna, libertad y alegría.
Pues, ¡estas tenemos!: que tenemos hamacas, pero nos faltan turistas.
Para mí, que es de tontos. Es como comprar zapatos, para el que no tienen piernas, ¿para qué los quiere? En el caso de las hamacas, ocurre otro tanto: no tenemos arena, no tenemos oferta arqueológica -que es lo que busca el turismo- no tenemos turistas, ¿a qué viene ese dispendio en hamacas que nadie va a usar? A no ser que promueva un turismo interior, y la gente de los pueblos, cambien sus propias playas por las del otro, y así el norte-isla, se traslade al sur-isla, y les llamen turistas, pero sin necesidad de hablar en otros idiomas, porque semos todos iguales, y del mismo sitio. Porque con la crisis espakistaní, la europea, la mundial, ¿de dónde salen hoy turistas? Y los que salen, salen para Egipto, porque allí sí, les enseñan lo mismo que nosotros tenemos aquí, y curiosos ellos (los turistas) van a ver aquellos yacimientos y aquel patrimonio, que es mucho peor que el nuestro, pero aquí, solo piensan en remozar los viejos hoteles, como si con eso, se arreglara el asunto, y sí que se arregla, para algún que otro arquitecto, empresa constructora y/o albañiles, pero eso, eso no cambea -como dice un cuñado mío- la cosa.
Así que: en el sur, hamacas vacías, esperando a los que ya no vienen, y si vienen es porque el viaje al Tabaibal, les sale más barato que a Egipto, y toda vez no tienen dinero para tanto, se nos quedan pobremente entre nosotros, y creen los sabios políticos que tenemos, que con esas migajas que nos dejan, vamos a salir del paro, porque limpiando la mierda que nos dejan, hasta sueñan algunos, nos podemos volver en ricos.
El Padre Báez, que una vez más -y siempre- les dice a sus amigos: volvamos al campo, o si no, de esta ¡no nos saca nadie usted!
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