viernes, 29 de julio de 2011

Comprando cabras:


¡Qué tiempos aquellos!, en los que un marchante, iba tirando de una ristra de cabras, que difícilmente caminaban, y a las que se les iba sumando nuevos ejemplares, comprados aquí y allá, con la pregunta de casa en casa, si me vende la cabra o la machorra, y ello para hacer algunos duros él, como el vendedor, y luego el Domingo, a la Feria -que era semanal- en San Mateo, centro d ela isla a donde acudían de toda la periferia en redondo, caminando o en camiones las reses (hoy, el edificio reconvertido y destrozado [en lugar de reconstruido, y dejarlo como arquitectura tradicional, y como pieza de Historia y recuerdo, donde tanto trato venta y compra])
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¡Lo que va de ayer a hoy: Hoy, si quieres comprar una cabra, te cuesta un follón. Primero que no las encuentra; segundo, que no te la dejan tener. Y es el caso -por otra parte-, que una cabra, tiene ahora el mismo valor que una vaca -eso me decía anoche, el amigo periodista, desde Valleseco, por llamada telefónica, más que alarmado, y como queriéndome decir, cuéntalo- y es que la ganadería no está por los suelos, sencillamente: no está.

Vengamos al caso de los caballos, si ud lo tiene, y no lo tiene en regla, la multa que te puede caer, es para que se te caiga el pelo; pues a costa de su caballo(o yegua) hay una caterva de individuos sentados, llevando cuenta del equino, con personal caza hípico despistado. ¿Y qué decir, cuando el animal, no puede cruzar el barranco si estacado, o si en transporte la raya del municipio, porque también la ley lo persigue cual si frontera de país extraño y limítrofe, respecto a otro se tratara?

Y digo, y no es mucho preguntar. ¿No es esta la manera de aburrir al personal, para que abandone toda actividad ganadera, y solo pueda tener perros, que ni dan leche, ni se come su carne? ¿Qué interés se sigue con una legislación tal, que ud no puede comprar, ni vender un animal, ni tenerlo, si antes no pasa por registros mil, veterinarios y administraciones, y paga y paga, y paga lo que el animal jamás le dará en beneficio, ya sea en leche o carne, porque si la becerra, pesa cien kilos, le pagan cien euros, ¿es eso lo que vale una vaca?, ¿lo mismo que una cabra? ¡Acaso es poco llamarlos cabrones?

Piénsese, estoy hablando del macho de las cabras, y no me refiero a otros cuernos. Aclaro, por si acaso. Y lo que no necesita aclaración, es el arte y manera de terminar con la ganadería: aburrir y prohibir lo que es normal y desde que el mundo es mundo siempre hubo, la libertad de tener un animal, más allá de un perro, sin algún requisito, que según tengo entendido al que tiene canes, también le exigen lo suyo, pero en ese caso, me vale lo del refrán: “sarna con gusto, no pica”, que p´ la leche que dan, como si les ponen veinte mil trabas más, a ver si así tenemos la isla un poco más limpia, y con menos ladridos, que a todas horas, es lo único que se oye.

Y está claro, que uno prefiere los mugidos y validos, que son verdadera música, que relaja, que te lleva a ensueños, a imaginar campos con bayfos y becerros retozando, símbolo de libertad, de riqueza, de romanticismo, de turismo..., pero, ciegos nuestros administradores (dícese: Cabildo, Gobierno, Ajuntas y Mientos), solo ven turistas en fantásticos sueños al coger cegueras al sol de las playas, olvidándose el tesoro está escondido en los campos, si se destapa el arcón de la agricultura y de la ganadería, y en lugar de tantas trabas y dificultades, debieran premiar y regalar permisos, registros y otras leches.

Y hablando de leches, dejaríamos de importarlas de agua con polvos blancos, que a nada sabe y a muchos matan; cambiaríamos nuestras lechugas, por las envenenadas que nos traen del mundo, con tierra y clima malísimos, pues estamos en las afortunadas. Que como no comamos leche de tabaiba, otras leches no hay, a no ser la de las perras, pero ésta, es para sus cachorritos, y ¡hay que ver con cuánto sentimentalismo, y sensiblería nos hablan de estas joyas de la naturaleza, y que cada uno debiera adoptar -no un hijo, sino- un perrito, perrazo o similar, aunque te saque los ojos y te cueste la vida.

Cabras, cabrones, burros y burras, ovejas y carneros, vacas y toros (o bueyes), caballos y yeguas, mulas y mulos, conejos y conejas, gallinas y gallos..., de esto. ¡NADA!, y ¡NOOOO...! ¿Perros?, ¡todos los que quieras y más! Pues, ¡que les den! Yo seguiré contando ovejas cuando no caja el sueño, y seguiré añorando aquellos tiempos en los que el marchante, sin papeles de por medio te ofrecía tanto por la rucia, o por la mocha, le gustaba la jardúa, y le encantaba la murga, y el dueño, le regateaba, y al fina: ¡pago, y es mía! ¡No, esa no, no te la vendo!

Allá se iba el animal, y juro por lo mas sagrado, que a mi santa madre, que en la gloria esté, la vi llorar cuando veía salir a ese animal, que con tanto cariño había cuidado (una vaca, por ejemplo; ¡así vea los ojos de Dios!). Hoy, no; hoy lloran si se perdió la perrita, y ofrecen un rescate y pasean su foto por todas partes..., ¡Nuevos tiempos! Tiempos viejos que han de volver, si desaparece tanta burrocracia -he escrito “burrocracia”- o si no, nos morimos de hambre y miseria, y eso, que tenemos la mejor tierra y el mejor clima del mundo, y las presas rebosando por todas partes.
Pero quieren las presas, para salto de agua y producir energía, y el agua, para los turistas que ya no vienen, ¡no te digo! ¡es, que son la caraba (no entiendan “cabra”)! Pues, amigos, ¡éstas tenemos! El padre Báez, que añora aquellos tiempos, los que si no vuelven, pagaremos con nuestras propias vidas, comiendo de lo que nos echan de fuera, cual si fuéramos cochinos, pues toda vez que no los tenemos, nos tratan como a tales; y uno, uno pretende ser persona, si los políticos que tenemos nos lo permiten y derogan las normas dañinas del Medio Ambiente.

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