Recuerda uno cunado chiquillo y joven, allá en mi La Lechuza natal (San Mateo), cogiendo hojas de eucalipto y yerba para los animales (para la cama y el pesebre respectivamente), cavando y surcando y en las faenas propias del medio ambiente; cómo la muerte de un animal cualquiera dejaba un vacío y hasta una pena grande además de suponer un drama económico.
La del perro que cuidaba la casa y al ganado; la humilde gallina a pesar de cacarear su puesta; la de la cabra, que reducía leche, queso y estiércol; la tragedia de la muerte de una vaca, que casi era una ruina, pero había en todo ello, una pequeña compensación, y es que allá donde se enterraba el animal, si la sementera normal y media era de medio metro, encima de donde se enterró al animal muerto, la misma sementera alcanzaba allí, hasta dos metros de altura y a menos en el entorno, como fruto del mejor abono, que se pueden echar a la tierra, y para ello, después de la muerte del animal que fuera (un cochino nunca que recuerde se nos murió, salvo que la matanza era anual, y con el tocino asegurado para los jaramagos y otros platos), que lo primero que se hacía era el hoyo, y siempre en un lugar previamente seleccionado, ara abonar la parte que se decidiera, y allá sin tractor, a tirar arrastrando al animal muerto, que pesaba sí, más que el doble; pero, llegó la modernidad, y con ella la política democrática de prohibir el entierro de cualquier animal, y fuera el que fuera, que al animal, había que tratarlo como a humanos y darle sepultura digna, y para ello el coche fúnebre propio, y el tanatorio animal o animalesco, y una vez allí, el destino podía ser doble: o llevarlo a Zaragoza, o cremarlo aquí, con la devolución de las cenizas.
Y es el caso, que el entierro del bicho, si cabra, oveja o burra, la leche que dio en vida no bastó para pagar sus honras fúnebres, perdiendo la tierra la maravilla de los restos del animal, que en putrefacción abona como nada, por ser natural y complementario, soltando y enriqueciendo con aportes enriquecedores al humos de la tierra, que da o daría (daba) así sus mejores frutos o/y cosechas. Y viene este mi cuento-recuerdo-Historia, porque anda estos días la prensa escrita, mostrándonos sendos cochinos que inflados engordan más que vivos al llenarse de gusanos, que lo inflan, y si ya en vida daban mal olor, éste después de muertos, y según el aire, llega a kilómetros, con lo que supone el caso de infección.
Y es que no se si la cosa funeraria está arruinada, o estropeada, y proliferan los cochinos y otros animales, que ante la prohibición de ser enterrados y ante el temor de denuncia alguna y segura, el ex-dueño del animal ahora sin vida, se deshace de él con el contener -me figuro.- y es así, como presuntamente, llega al vertedero, donde estos animales están dando la nota. Me figuro, que la tele, también se habrá hecho eco de esta alarmante noticia, pero toda vez que hace medio año, no la veo, por la cantidad de mierda y basura que vierte en los pobres hogares donde la única diversión no es leer un libro, sino oír herejías, la defensa de disparates, un mundo al revés, insultos y agresiones, muertes de los nuestros en guerras ajenas, etc., etc., pues que no sequé habrán dicho los amigos de la basura televisiva sobre sus hermanos los puercos, cochinos, marranos, cerdos, etc., que la cosa es grave, al margen que gaviotas, ratas, lagartos y otras alimañas se alimenten de esa carroña, por muchas razones: emanaciones, gases, olores, descomposición al aire, contaminación, infecciones, etc.
El Padre Báez, que cree, sinceramente, el sistema anterior era mejor, pasa, que ahora ya ni se cultiva, ni hay tierra que abonar, con animales muertos pasa, que si se vuelve al sistema tradicional desde que el mundo es mundo, los de las funerarias de animales y crematorias, irían a la ruina, pero ¿es preferible a que se arruine el campo? El campo, con los animales muertos se enriquece; sin ellos la sociedad, por lo visto sufre las consecuencias, ante una avería de esos lugares o el no pasar por pagar por la muerte, hace que se abandone o tire a la basura, y ¡claro, a este gato, ¿quine le pone el cascabel?
No hay comentarios:
Publicar un comentario