viernes, 8 de julio de 2011

300): ¿PREMIO POR ESTE TRABAJO DE ARQUEOLOGÍA?


    No cabe duda, el nº 300, es un hito, aunque no una meta; ni siquiera un descanso, pues: ¡vamos a seguir animando al sector!, pero no lo espero, ni lo esperé, ni lo esperaré (un premio). Solo espero, hacer un pequeño bien y como dijera Badem Powel, el fundador del escultismo: “... deja este mundo al irte, un poco mejor que como lo encontraste al llegar a él...”, y fiel a esta máxima, tomada del testamento del citado, uno contribuye, con lo que es de uno (la Historia), a mejorar un poco este mundo. Y, lógicamente, ya me siento premiado, con ser leído. Por otra parte, como dice el Evangelio, o Jesús en él, si los hombres te pagan, ya cobraste y no te lo pagará Él (Dios), y es lógico uno prefiere, me lo pague Dios.

    De ahí, que jurado alguno, y menos por unanimidad, se haya reunido, para deliberar quién merecía por su labor divulgativa u otra, reconocer sus méritos, y distinguirlo con la entrega de una reproducción, que pudiera ser de barro, y representar al mal llamado ídolo de Tara -porque como sabrán algunos, es de Gáldar-; ¡pues no señor!  Aquí, la cultura, no se premia, que no dejaría de ser un detalle, por más que se renunciara al premio. Porque ¡mira que ha contribuido uno, a la inquietud e interés por la cosa arqueológica, que más que dormida, estaba muerta, y ¡ha resucitado (el interés por la misma)!
    Y puesto a seguir dando ideas, ¡qué bonito sería (a excepción de uno), se instaurara (tratándose de arqueología, ¡nada más propio!)un premio con dicho ídolo y solo pintado- fuera uno de oro, de plata el otro, y el tercero de bronce, y se le entregue según méritos en restauración, trabajo, colaboración, sin más. Y ello, cuando premios para todo y para tanto hay, que una actividad como la que nos ocupa, esté fuera de estos estímulos, es algo que no se comprende, al igual que el abandono en el que se encuentra el patrimonio, por lo general. 
    A la par de lo que sugiero, pienso, que de la misma forma y manera, se debiera ver la contribución que distintos individuos, han hecho al hecho museístico, y de igual manera, por su labor, ya sea por el talante personal, así como por la acogida y profesionalidad, y por haber ayudado a exponer nuestra cultura a los visitantes, haciéndoles vivir y enamorarlos de lo nuestro, se les reconozca e igualmente premie, con lo que no es sino un estímulo, para que les emulen sus compañeros, les imiten y obtengan a su vez también ellos su reconocimiento en el año siguiente u otros. Pues, no en vano, son los que pueden entusiasmar a los visitantes y descubrirles una cultura, que es la mayor y mejor del mundo.
    En esta línea, se debe también premiar a los que con su trabajo y esfuerzo, hayan procurado la mejor conservación del patrimonio, por su lucha, entrega y pasión en ello. Caben también aquí, los que han hecho aportaciones, bien descubriendo nuevos yacimientos, como a los que incorporan nuevas técnicas para restaurar y conservar. Y en todo caso, premios a los que desde su juventud, se entregan a la ciencia más identitaria, a los que se les animaría y estimularía más aún si cabe por haber elegido la más hermosa de las profesiones: la arqueología (la ciencia y arte, que nos hace trabajar mirando al pasado, siguiendo sus huellas...).
    Premios especiales, merecen los que hayan trabajado en grandes obras y proyectos, abiertos a la visita, y que gracias al trabajo en obras mayores, han rescatado el mayor número de piezas. Por descontado, debe tratarse de piezas de gran valor, y que gracias a las mismas, la Historia haya podido dar algunos pasos más al frente, posibilitando la recomposición de ese gran puzle -incompleto- de nuestra Historia y de la misma arqueología; pues mucho sigue oculto bajo tierra, y por tanto: envuelto en el misterio más absoluto. Hay, pues, muchos, y distintos grupos, merecedores de ese reconocimiento o/y premio simbólico.
    Algunos -me consta-, llevan muchos años en la profesión y han formado a nuevas generaciones, y unos y otros han contribuido grandemente, y es mucho más, lo que cabe esperar en el futuro; pero vuelvo a los que se han entregado profesionalmente a la causa, que por su dilatada tarea o misión, por sus méritos y aportes, por cuanto nos deja y cuanto desvela, debe igualmente ser reconocida su labor y ser por tanto premiada; que tantos años de entrega, sean reconocidos, y sirvan de ánimos y empuje para los que comienzan. Que se trata de una labor minuciosa, donde la paciencia, la delicadeza, la esperanza, la ilusión, etc., son algunas de las virtudes que deben adornar y adornan a los de la profesión. Pues, ya es mérito ¡y loable!, extraer de la tierra lo que oculto yace en ella. 
    Ahorro dar nombres, que supondría dejar fuera a los que tal vez sean los más meritorios o valiosos, pero no me resisto a proponer y decir, que: a tal fin o propuesta, se forme el pertinente jurado, que estudien las aportaciones diversas, de los que trabajan en el sector arqueológico o yacimentil; no falte su presidente, catedráticos, políticos, comerciales (o empresariales), director, profesores, etc., que evalúen a los distintos candidatos, separados por materia u ocupación, que galardonen la originalidad, el rigor, dedicación, etc., etc.
    El Padre Báez, que premia, a cada uno de sus (mis) lectores, por la paciencia que han tenido leyendo estos comentarios, y a los que agradezco me hayan dado muchos: sugerencias, ideas, temas, lugares, etc.

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