Hay muchos Oslos; pasa que no en todos los Oslos, hay derramamiento de sangre y cadáveres. Sucede que los hay que “matan”, sin metralletas o rifles; matan con la difamación, con la palabra, con la descalifacación, esperándote cada día para el ataque verbal, la mofa, la burla..., sin respetar tus ideas. Se trata, de pobres fanáticos, de enfermos mentales y hasta de “esquizofrénicos”, que andan sueltos, con delirios de grandeza, creyéndose en posesión de la verdad absoluta, y con el constante tiroteo a lo católico, por mor de alguna frustración no superada, y andando y acunando y dando crecimiento a un odio creciente, que se vuelve patológico, y que hace tanto o más daño que en Oslo, por este producto que ha generado una situación socio-política, que viene a ser la única culpable, y que no escucha a los indignados, bajo otras denominaciones, y que son opiniones a tener en cuenta; y más, cuando el efecto mimético-imitatorio, puede ser seguido e ir las cosas a más, por no poner cada cosa en su sitio.
Pero, vuelvo a los asesinos sin sangre, los que “matan”, sin escopetas o pistolas, sino con la lengua, escritos, internet, etc. Y son precisamente aquellos de los que el apóstol San Juan llama asesinos, pues dice: el que odio a su hermano es un asesino. Y contra éstos, ¿quién nos libra?, ¿qué policía los detiene?, ¿acaso no dan pruebas de su intransigencia a diario? Andan sueltos en la isla, y en todas las islas del mundo, por más que sean penínsulas, o continentes, son pobre gente aislada, que lo de ellos es matar, destruir, atacar, herir -ya sea con sangre o sin ella- y es que mientras no reine el respeto y la cordura, vamos a tener, -¡ya tenemos!-, muchos Oslos, pero sin cadáveres físicos, pero intentan lo sean sociales.
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