Como dije no hace mucho días -cuando lo del Bentayga- que no se asomo uno a esta ventana, que es Internet, para hablar de las propias correrías; en esta ocasión, pudieran ser sobre los campamentos que por casi cuarenta años organicé y dirigí con miles de jóvenes a los que inicié en la arqueología; y no porque en ellos, uno se dedicara a excavar, ¡ni mucho menos!, que lo primero que se les decía era ver y no tocar, y casi ni pisar; pero sí se les llevó a ver los distintos yacimientos que nos encontrábamos o se nos ponían en el camino.
Unas veces eran los restos humanos en cuevas; otras las cerámicas, las casas, las cuevas, los tagoros, las minas, los grabados, etc. Y vienen estos recuerdo ahora, porque alguien debiera tomar ese relevo, y seguir con esa tarea de todo el mes de agosto, por lo más agreste de nuestra isla (el noroeste), para asar un mes entre barrancos, cerca del agua del mar, y así explorar, y tener unas vacaciones distintas.
Bien pudieran ser medio centenar (o el centenar) de chic@s, que mayores de 18 años, busquen nuestras raíces, y tengan acceso -con los monitores pertinentes- a esos lugares que desconocidos, nos aguardan como sorpresas y como lecciones nunca abiertas. Pudieran participar jóvenes de todas las islas nuestras, y alguien de fuera, que ponga así una nota distinta y sea más enriquecedor (así lo hacíamos, como cuanto sugerimos). No falten los universitarios, sin excluir a los no versados.
Simplemente, serían campamentos arqueológicos, y solo visitar y conocer nuestra patrimonio más escondido y oculto: ¡cuántos hallazgos!, pues se trata de: explorar, visitar, conocer, patear, etc. ¡Cuánto por descubrir, y ese cuaderno de rutas y notas, de hallazgos y visitas! ¡Cuántas fotografías inéditas, y por dar a conocer!, ¡Cuántas alegrías y esperanzas, también desengaños y el no encontrar nada!, pero al día siguiente, con mas empeño: aquí un hacha, allá un trozo de cerámica, aquella cueva mortuoria, aquella otra tapiada, y aquella inaccesible, y esta casa cruciforme, y..., ¡tanto y tanto, diseminado, sin catalogar, sin declarar, sin...!
Parece se mimetizaban con los guanches, viviendo como ellos, en su entorno, buscando sus huellas, hablado sobre ellos y de ellos, leyendo algún libro, con comentario (por ejemplo “Alma Guanche”, y otros...). Era, como vivir antes del siglo XV. Buscando los caminos de los guanches -¡y encontrándolos!-; hallando yacimientos varios y distintos, con nuevos retos para el día siguiente, vestigios (conchas, obsidiana, huesos, etc.): ¡todo dejado donde estaba...!
Al año siguiente, otra remesa y la repetición de unos pocos que hacían de guías y monitores, por experiencia; y seguir en el mismo trabajo-divertimento, documentación, restos, estudios, etc.
El Padre Báez, que hoy, se ha estado nostálgico, por un ayer lleno de arqueología, que hace cuatro años han prohíben, por no se qué leyes medioambientales en el lugar, y luego los amiguetes, sí que acampan..., pero esto es ya, harina de otro costal. Un nuevo gobierno, debiera abrir puertas a esta actividad, en la que colaboraba la Marina, Comercios, Cruz Roja, etc., ¡y todo, para hacer un viaje al pasado, entrando más en nosotros mismos, en nuestra identidad...!
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