lunes, 1 de julio de 2013


Que ni vengo de vacación alguna, ni -gracias a Dios- me ha pasado nada que me haya impedido desconectarme de mis miles de comunicantes por este medio, sino que fallos técnicos, me han impedido este contacto diario, que con alegría, retomo. Cierto, que atrás, quedan muchas cosas que debí haber dicho en los días mudos, pero retomamos la brecha, y seguimos, y como dijera Fray Luis de León: “... como decíamos ayer...”:

 

POPURRÍ 629, 230, 231, 232, 233, 234, 235, 236, 237, 238:

 

En el Año de la Fe (253): La Fe, me haga un niño crédulo, en todo, todo.

En el Año de la Fe (254): La Fe, dejó huellas; no las borre y las aumente.

En el Año de la Fe (255): la Fe te distingue, y te dignifica; sin ella...

En el Año de la Fe (256): Recuerda que Fe en Dios y Fe en la Iglesia es lo mismo (le asiste el Espíritu Santo).

En el Año de la Fe (257): La Fe es fuerte, o es otra cosa.

En el Año de la Fe (258): La Fe, cual columna, con base segura.

En el Año de la Fe (259): El hombre, necesita la Fe; los animales, no.

En el Año de la Fe (260): Es necesario, permanecer en al Fe; de lo contrario perderías la alegría, ¡y tanto y Tanto!

En el Año de la Fe (261): Sea firme tu Fe, como una roca.

En el Año de la Fe (262): A otras crisis (económica, afectiva, salud, etc.), no añadas la crisis de Fe.

 

Al habla el historiador (253, 254, 255, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262):

 

¿A usted le interesa lo de fichajes para campos de fútbol?...

... prefiero fichen para el otro campo a agricultores y ganaderos.

 

Sin producción en el sector primario...

... imposible cualquier intento industrial. Sin materia prima, no hay tu tía.

 

Mientras el idiota estado subvencione la producción...

... no vamos a producir nada.

 

El gran tabaibal y el tabaibal todo...

... debe avanzar en cultivo y ganadería, si no estamos perdidos.

 

Aumenta el paro, sin el campo...

... y van a parar a más (“despido” lo llaman ellos).

 

La prensa y otros medios, solo se ocupan de casos de justicia...

... sobre juicios que a nadie importa sino al acusado, nos comen el tarro a diario y a todas horas. Echando balones fuera.

 

El único autoempleo está en los cercados, cadenas, bocados, fincas, tierra, laderas, lomas, barrancos, etc...

... fuera de eso, no hay sino que salir fuera (marcharse).

 

Pero, mientras cabildo (seprona y miedoambiente sigan en el campo)...

... no hay nada que hacer.

 

La tierra debe ser para el cultivo...

... no para el turismo.

 

Buena noticia:...

... el presidente cabildicio, se queda aislado (es un buen comienzo, para desparecer a esa desgraciada institución, ya vieja y caduca, con un siglo encima).

 

La única barrera contra los incendios...

... cabras y ovejas sueltas. Sin embargo tiene a 800 personas previniendo los incendios; si cada uno de esos 800 cuidaran de 8 cabras sueltas, imposible hayan incendios.

 

Frutas y verduras, vienen de fuera...

... pues no pueden ser frescas, ni recientes (limones un mes en barco, desde Argentina, por ejemplo).

 

La oferta de la universidaddelasplamasdelgrantabaibal es...

... seguir idiotizando al pueblo tabaibero con ballenas muertas y pájaros azules.

 

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“... se alegraron de aquella bonanza...” (Salmo 106).

 

“... los rectos lo ven y se alegran...” (Antífona 3. de Vísperas).

 

“... libres de toda adversidad, podamos alegrarnos siempre...” (De la oración de Laudes).

 

“... mi alegría es el camino de tus preceptos...” (Del versillo de la Hora intermedia [Nona]).

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Cenizas en el campo:

 

No me refiero a las de los incendios, que dicho sea de paso, son beneficiosas -aunque el fin no justifica la acción- y a tal fin, en toda espakistania, después de coger el trigo, cortado a una cuarta del suelo, lo que queda –el rastrojo- se quema, como abono. En casa de mi infancia, vi cómo mi padre cogía las cenizas del fogal, para esparcirlas por el terreno, entre las papas. Lo mismo hacía con los restos de hogueras, que las cenizas tenían el mismo fin: alimentar y abonar las tierras. Y tratándose de cenizas, la muerte de cualquier animal (vaca, cabra o lo que fuera), enterrada en tierra, sembrando luego el terreno sobre lo enterrado, la semilla sobre el animal enterrado, crecía de una forma mayúscula. Pero, no van por ahí los tiros, que es cosa que duele, que cuando no se te permite echar las cenizas de un animal muerto, ni que nada arda, para enriquecer la tierra, con restos vegetales o/y de animales, y que personas hayan que siembren las cenizas de sus deudos, por los campos de Dios, y que luego te comas al muerto hecho comida fruta u hortalizas, como que no; me resisto. Y aunque es peor tener las cenizas del muerto entre los libros en la estantería o sobre la nevera o el televisor, ¡pero si tienen el camposanto (cementerio) para ellos!, ¿a qué viene que todo el campo se haya convertido en un “campo santo” sin bendecir, por donde se expandan las cenizas de muertos -hasta contagiosos-, por más que quemados hayan sido? Y es que la cosa es más que grave: un cuerpo que antes de la cremación es asperjado con agua bendita y hasta inciensado, habida cuenta templo del Espíritu Santo que fue, o sagrario humano, y que ahora lo puedan pisotear todo corredor por los campos ya que no por agricultores o ganaderos desaparecidos, es más que una falta de respeto triple. ¡Que no hombre!, que hay un sitio para cada cosa, y cada cosa ha de estar en su sitio. Y hay un sitio para los muertos; sus despojos hechos cenizas, no son para echarlas a voleo. Pues, sucedió -es un hecho real- que van al campo una familia y a la sombra de un almendro, frente a un idílico paisaje, se sientan en mantel de almuerzo campestre, hasta que al patriarca de la reunión le entran ganas de orinar, y se retira un poco de la asamblea banquetil bucólico, y junto a aquella piedra del atrás hace sus necesidades, con la sorpresa de encontrase en aquel rincón una corona de flores ya marchita, y curioso, pregunta al del miedoambiente que acertó a pasar por el lugar, que qué hacía allí aquella corona de flores. A lo que el del miedo les dijo, que días atrás, vinieron los familiares de un equis difunto, que como solía pasar largas vigilias en el mismo sitio donde ustedes almuerzan, vinieron a echar por el entorno las cenizas del muerto, para que desde la otra vida, siguiera estando en lugar tan apreciado por él en su vida terrestre, y que él, el de miedo (ambiente), la retiró, para no “afear” el recinto campestre. Con lo que los comensales, habían comido y se habían sentado sobre las cenizas de un muerto. Ni que decir tengo, que en mala hora supieron lo del “enterramiento cenizal” en dicho lugar, porque al que menos le entró fue cagalera, mal de estómago otro, que al tercero le dio por vomitar lo comida, y dolor de tripas tuvieron el resto, con asco que aún les dura. Y es que comer en el plato donde las cenizas de un muerto, como que no. Pero, más gracia me hizo el otro día cuando el hermano sacerdote despidiendo los restos mortales del familiar, comentó lo de los gustos marineros –sin referencia alguna a las lecturas de la Palabra de Dios en la liturgia exequial, y sí la biografía del cadáver- de su pariente, y que la familia había decidido –nos dijo, sin venir a cuento, y dando tan mal ejemplo- echar las cenizas del difunto justo donde solía pescar en vida, para que muerto siguiera en la faena de la caña, a lo que comenté, para mis adentros: ¡Mira qué gracia, yo que no sé dónde pescaba, vaya a la mar y me bañe, y salga embadurnado de las cenizas de ese muerto; o peor aún que alguien pescando de nuevo, pesque al muerto que comido por un pez, me lo fría en sartén y me coma a su pariente (o su propia familia). Y es que no; no es el planeta lugar para los muertos; que hay cementerios para ellos; y si nicho no, porque es más caro, deje en el mismo cementerio en su jarrón o tarro cenicil, los restos del muerto, pero ¡por favor!, no me los esparzan por los campos, ni por las aguas, mucho menos nos los echen a volar, que luego va uno y respira al muerto. Por todo ello, por respeto al campo donde las cebollas, papas o millo, y en el peor de los casos por donde pinos, retamas y tomillos, no entre tabaibas, sino entre otros muertos hermanadas, que la muerte los iguala, y los dejen en su sitio. Porque siempre oí, ¿y qué hace una vaca en un baile?; pues como que no es su sitio o aquello de: ¿y a ti, quién te dio cuchara en este plato, o vela en este entierro? Pues, dedico, con todas mis delicadezas a esas almas buenas, pero equivocadas, que si tanto aman a sus difuntos, no los tiren, ni se los guarden en casa, que su casa es otra y no me refiero a la gloria, que esa es la de su alma si hizo méritos (Cristo los hizo para ello), para ello, que lo que es sus cuerpos sin vida: ¡carajo, un respeto! Y toda vez que hay amores que matan, no pasen por una doble muerte nuestros muertos. Yo, a mi madre, hermana, abuela, padre tíos, primos, etc., los tengo donde les puedo poner un ramo de flores, sin tener que echarlas a flotar a la mar, o dejarlas donde pasaba tardes en el campo. Que mi campo lo quiero lleno de comida /(agricultura y ganadería), y no de cenizas de muertos. ¡Ya pudiera de paso, los del seprona y del miedoambiente (del cabildo ambos), controlar ese asunto y multar a esos desaprensivos, que van regando el campo de muerte, cuando es lugar de vida, de comida, de ganados y cultivos. Pues –con todos mis respetos- dicho queda. Y conste, que por todos los muertos esparcidos por tierra, mar y aire, hoy -por ellos- mis pobres oraciones. Se lo prometo.

 
El Padre Báez.

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