Pero, ¡ya! Y de forma inmediata. Tan pronto los mafiosos políticos que mal nos gobiernan, se dejen de promesas, de mirar al frente, de cálculos, de reducciones, de políticas, de cambios, de turistas, y otras mentiras; y miren a la tierra, y la vean vacía de animales y de agricultura, y le den por volver a lo que siempre se hizo, ¡se acaba el paro!, ¡se acaba el hambre, y los robos, y la delincuencia, y los suicidios, y la pobreza! Porque la tierra, nos da la comida (decía San Francisco de Asís: “...y por la hermana tierra, que es toda bendición, la hermana madre tierra, que da en toda ocasión las hierbas y frutos y flores de color, y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!...” ; pero no tendríamos que acudir a santo alguno, sino a nuestros padres y abuelos, al pasado, y al mundo desde que el mundo es mundo, que otra cosa no se hizo -y precisamente se hace, donde no hay paro ni hambre-; que son otros, de todo el mundo los que trabajan para mantenernos a nosotros, mandándonos la comida (¡Dios sabe con cuanto veneno!), cuando la podemos producir nosotros, que tenemos la mejor tierra y el mejor clima del mundo; y eso aquí, que en espakistania pasa otro tanto, y entre ellos y nosotros, los casi cinco millones de parados y no se cuántos en que nadie en la familia da un timbalazo, la tierra a todos (4,700.000 parados), les da trabajo de sobra, y comida. Y de inmediato –repito- se acaba el negocio de si: los bancos, los sindicatos, los cálculos, las previsiones, las promesas, las mentiras, que si la economía, que si europa, que si el turismo de calidad (¡los que van a venir a visitar –en su día- la cueva sombría de Tindaya, para que se les caiga encima, y a ser robados y explotados!), ¡ah totorotas, cómo nos engañan! Bueno: es lo de ellos, que son según el socio-barómetro lo peor de la sociedad: los políticos y los partidos políticos. Y eso que toda espakistania y el Tabaibal (antes Canarias) y en concreto en la Gran Tabaiba (antes Gran Canaria) está todo regado, súper-regado, las presas rebosando, los estanques vacíos, el agua dulce yéndose al mar, después sacando la salada, para joder la tierra y junto con los pinos envenenarla y acabar con ella, y sus cultivos (ahora solo todo de retamas y tabaibas [más tabaibas que retamas], y nada de ello –incluido el pino- se come. Y cuando tanta yerba hay y riego, no se ve una cabra suelta, ni ningún viejo –de los pocos que quedan aún en la labranza- plantando un cercado de papas, porque el mierda ambiente o miedo ambiente, con el seprona, el gesplán, los del gobierno, los del cabildo, los de la cruz roja, los de los primeros auxilios, los de los apagas incendios, los del ¡coño su madre!, como alguno de ellos –y son como moscas- lo vean, ¡¡¡denuncia que te pego, al pobre viejo!!!, en lugar de darle un premio, porque planta algo p´comer. Pues, ¡no señor"!; aquí nadie da un mochazo, los únicos animales que tenemos en gran proporción y número son los perros (51.000 perros censados en la capital, sin contar los del resto de la isla del Gran Tabaibal, y los no censados, que son más del doble; es decir, esta isla se pudiera llamar también la Gran Perra, o la Gran Perrera (¡o la Gran Jauría!). Y es el caso, que no se oye decir a nadie, y ni a un solo político de mierda de los que tenemos, decir: “¡al campo!”, sino a los periodistas, que cada vez que caen dos gotas de agua, a ver por dónde corren (¡imbéciles!, ¿por dónde van a correr, sino por donde desde que el universo fue creado? R/: ¡por el barranco!); pues a sacarle fotos, y a decirnos que subamos al campo, para que veamos el agua correr, ¡hay que ser subnormales!, en lugar de decirnos: “¡vayan, vayan al campo, para que vean cómo no se ve una oveja en toda esa cumbre, ni un cercado de papas por ningún lado, porque si te cogen en la faena, te multan; y si no pagas, ¡a la cárcel, cual si fueras un criminal (ellos, sí que matan abortando a criaturitas, que pudieran ser mejores políticos que ellos, pero como nuevos Herodes, les tienen miedo, no sea los derroquen)!; que esta es otra: ya debiéramos tomar ejemplo de Túnez y de Egipto, y quitarnos a estos maléficos y parásitos de políticos de encima, bien hincados en las poltronas, sin darnos licencia para trabajar la tierra y criar animales sueltos desde hace años, vuelven y repiten. Que digo y repito: dejando, y estimulando la vuelta al campo, se acabará el cuento y el negocio del paro. Porque encima, se recochinean, mandando cuadrillas, limpias-cunetas de hierbas, y limpiadores y limpiadoras de los fondos de los barrancos, y es que hay que tener mala leche (¡la de la tabaiba, usted!), para malgastar los dineros en algo que nada arreglan, y menos producen, llenando el paso de sus cuadrilleros y cuadrilleras de cenizas del tabaco que fuman fijo, de horas interminables de cháchara con los móviles, charlas entre ellos y bolsas en las que caben un quintal –acabo de ver pasar un camión con siete de esas cuadrillas, ¡así vea los ojos de Dios!- con un fondito, unas al lado de las otras donde veinte caben en una. Pues, lo dicho, y no canso más al que me lee o escucha (esto va por correo electrónico y lo leo en distintas emisoras de radio), que en cuanto se nos abra el campo y en él sus posibilidades de riqueza y de bienestar, se cerrarán las listas del paro, del hambre, de la crisis, de la inseguridad y la de los suicidios. El campo, y la actividad en él (agricultura y ganadería es la única solución al paro y sus consecuencias), y tendremos tanto y cuanto paro, cuanto tanto se tarde en volver a donde se dejó y se vino, desde que llegó –para nuestra desgracia- el turismo; ahora, que ya no viene, estamos tardando en regresar o volver al campo, de donde nunca se dejó de venir o dejar, y tanto, que se está enseñando a hombres y mujeres de 40 y 50 años a segar, a regar, a ordeñar, etc., cosas que se aprendían con el nacer y crecer, viéndolo hacer a los padres, sin más; porque verdaderos ingenieros, sabios y cultos (de agri-cultura) y expertos en la materia; ahora, vienen de fuera a enseñarnos, con técnicas y métodos que aquí: no valen, ni sirven, porque esta tierra y sus condiciones, son distintas y es –o era la de los nuestros- sabiduría transmitida de padres a hijos de generación en generación, y sobran la introducción de otros lugares. Pero, ¡es lo que hay, peor el remedio que la enfermedad: castigan a los viejos y dan cursos de agricultura (poda e injertos) argentinos, y otros de fuera, ¡no te digo!, que te dicen: “¡vos, tenés un árbol, y si no lo padás, si no lo regás...!” (asombrado quedeme: “¡Si Ud. tienen un árbol, y si no lo poda, y si no lo riega...”!, pues no, que viene de fuera a enseñarnos lo que los viejos saben y son catedráticos, y eso, gracias a los políticos que desgraciadamente tenemos: hacen más caso a un extraña, que a los sabios propios.
El padre Báez, que les cuenta cómo Dios es sembrador: “... siembras año por año, como hierba que se renueva, que florece...”
(Salmo 89); el mismo que manda el agua: “... hace subir las nubes desde el horizonte, con los relámpagos desata la lluvia, suelta los vientos de sus silos...” (Salmo 134); y nos manda al campo: “... Dios, que encomendaste al hombre la guarda y el cultivo de la tierra... trabajemos sin desfallecer...” (Oración de los Laudes, del lunes de la IV semana del Tiempo Ordinario [por cierto: día de San Juan Bosco]).
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