Entre los pobres arqueólogos, solo hay batallas campales; se combaten entre ellos cuales feroces enemigos. Peleas abiertas en cursos entre alumnos y asistentes, por celos y envidias. Algo, que es increíble, pero tan real como Dios que está en el Cielo (en la Gloria [pienso, que estas referencias a lo divino y religioso, los pone histéricos, porque son aconfesionales, laicistas...]).
Un servidor, ha sido testigo de la lidia entre dos grandes y famosos, con odio y amenazas crueles, en las que se pedían se retiraran hasta el saludo; pues con esta satánica desunión, ¿cómo vamos a medrar? Episodios muy desagradables de vergüenza ajena. No, ciertamente, no hay empatía entre ellos, ¡ni mucho menos!, sino cotos privados, y “¡no te metas en lo mío, o en lo que yo hago”, le decía uno al otro. Y no les digo, lo que éste, en un puesto máximo de la cosa arqueológica, le contestó.
Reitero: se atacan, como perros, y todo por ver quién caza la mejor pieza, para destrozarla (¡ahí están las planchas de hierros en los yacimientos!). Y ello, como si el patrimonio, les fuera propio y personal. En lugar de estar aliados, para combatir al enemigo (los expoliadores), los enemigos son entre ellos.
Y para colmo, toda vez que en espakistania, la arqueología está fraccionada según autonomías, no hay Ministerio de Cultura, que meta las narices, con lo que está pasando en Canarias (Gran Canaria , en concreto). No, no hay contacto profesional alguno con espakistania, y eso que tiene buenos arqueólogos y mejores historiadores (¡si los conoceré yo!), pero... esta es nuestra parcela (¡de ellos!: los del cabildo, y los que están fuera, en guerra).
Y la mayor desgracia, es la dejación que han hecho los políticos –aún siendo del ramo, como es el caso del cabildo en manos de un historiador, como un servidor). Y lo peor, tantas veces dicho: ni se publica, ni circula información alguna, a no ser que sea algo de la tumbas de los faraones (la de los guanartemes, no les importan).
Y ahora, viene lo gordo: en lugar de decirnos dónde están los yacimientos importantes y lo más valorado o encontrado últimamente, los arqueólogos –que no merecen esta consideración, ni hacen honor a la profesión que tienen- en lugar de mostrarnos todo eso, trafican con ello, cual si se perdieran propiedad si nos lo dicen y publican, lo callan todo, haciendo de ello: el mayor secretismo personalizado. Y de esta manera de proceder, jamás, levantaremos cabeza, ni será algo serio lo del patrimonio arqueológico e histórico, sino parcelitas anónimas, de terruños privados, de una clase egoísta, sin moral, ni ética, ni formación alguna, sino algo que da asco.
Tanto secreto y privacidad personalista, en algo que es de todos, que corta todo avance –como vengo denunciando desde hace ya cuatro años, sin que ni una sola voz, haya dado respuesta a tanta demanda y variada información, como la presente, y la que va a seguir saliendo).
Lo único que logramos con esto así descrito, es que cuando aparece algo, llega a nuestro conocimiento, cuando ha sido desmantelado o destruido...
El Padre Báez, que en esta ocasión les habla de la confusión que hay en este mundo de la arqueología: divididos, en bandos, enfrentados...
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