Esta joya del arte, no encontró en sus Pirineos vascos, separatista de Francia-(antes España)-espakistania, una montaña que agujerear, sino que tuvo que venir a Canarias y a una isla (Fuerteventura), sin montañas, sino unas pocas y pequeñas, con el agravante que en el caso de la de Tindaya, que es sagrada, y por eso los guanches pusieron en su superficie, además de otras obras (casas y edificios funeraria), los famosos y únicos podormofos (huellas grabadas de pies), en cantidad y por otras partes, con el significado de unas imágenes, que cuales gestos que vemos en hospitales y similares, donde dedos en la boca indica y quiere decir silencio, en el caso de los guanches, quiere decir, sin lugar a dudas: “prohibido el paso”, “lugar sagrado”, “no pasen”, “no pasar”, etc. Pues a pesar de esta prohibición, por parte de los guanches, este vasco y los políticos canarios en connivencia de empresarios, sabedores del valor de la piedra en las entrañas de la montaña, no les importaron nada el verdadero arte de los grabados, y nada les importa esto, sino que se inventan un nuevo “arte” que anula el anterior (el de los guanches), algo así como sobre el lienzo de “Las Meninas” de Velázquez, Pepe Dámaso pintara sobre el dicho, una hoja calada o un drago, como si no hubiera lienzos donde pintar, sino en del citado, aquí se inventan unos cubos gigantes, tanto como piedra que extraigan –de más valor que el mármol- y nos dicen eso es arte, cuando es un negocio, y nos engañan en previsión, probable y presuntos turistas, que nos enriquecerían con sus visitas a la cueva, sin darse cuenta la mentira tiene las piernas tan cortas que se la coge enseguida, como es el caso, pues todo turista, que viene a Canarias viene huyendo del frío y de la sombra, sino para tumbarse al sol, y a la playa, ¿cree alguien con dos dedos de frente, que un solo turista del mundo, va a venir a Canarias –en concreto Fuerteventura- para meterse en las entrañas de una montaña, en una cueva gigante, mayor que la “Cueva de Alí Babá, y los Cuarenta Ladrones”?; aquí, más de cuarenta ladrones, que destrozan el arte sagrado y la sagrada montaña de Tindaya, que sí sería visitada, pero cresteando y haciendo senderismo, para fotografiar y ver los podomorfos, pero no para entrar en la sombra de una cueva, cueva que se puede caer por el vaciado de la misma, al dejarla en el cascarón, razón, por la que no entrará ni uno en esa cueva, que no debe ser ni tocada. Y así como en su día se defendió Veneguera, con el término, “salvar”; tenemos que salvar a Tindaya; Tindaya es un patrimonio arqueológico, e histórico canario y mundial, y en ningún lugar del mundo, lo dejarían hacer, salvo aquí, donde no se respeta el arte, ni a la misma madre naturaleza, que también y más es sagrada. Da pena, que los políticos no defiendan, sino que entregue a los de fuera nuestra tierra., que la destruyen, y nos quedamos sin nada, lo venden todo, hasta sus almas al diablo (ahora son: aconfesionales, laicistas, agnósticos, indiferentes religiosos, ateos, etc.), no temen a Dios, ni a los hombres, que debiéramos hacer como los de Túnez y Egipto: ¡¡echarlos!! Por otra parte, es lo mismo que pasa aquí, en Gran Canaria, que allá donde haya un yacimiento, como en Fuerteventura- aquí se lo cargan: metiendo planchas de hierro, en nuestro caso. Tindaya, ni tocarlo; Tindaya..., piedra nuestra que ha salido hasta Egipto, Francia, Italia..., se han llevado la piedra, los colores..., el Chillida, que en paz descanse, si puede, por el mal que nos ha hecho, y en el infierno que nos ha creado, dejarlo en su “paz”, y nosotros amigos, defendámonos de artistas de fuera y de los políticos, que ni un Chillida, ni un millón de Chillidas valen lo que un solo guanche artista, que nos dejaron esos pies grabados –repito-¡ los únicos de mundo!, a punto de desaparecerlos, por el negocio y posterior hundimiento de la montaña, cuya piedra seguirán aprovechando estos granujas. Lo último que puede hacer un canario, es vender su tierra, entregarla a gente de fuera, cargándose y destruyendo nuestro arte. En Egipto, ¿también lo harían? Canarias traiciona a sus raíces, a su pasado, va contra su esencia y su identidad (prefieren la cueva de un vasco, a los pies [podomorfos] de los guanches, saltándose la orden que nos dejaron: “¡No entrar, ni pisa, que esto es terreno sagrado, entren descalzos!”, pues se lo saltan y no hacen caso a la voz del pasado.
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