jueves, 16 de agosto de 2018

Lo mejor que se conserva todavía de los guanches, es el pastoreo o cuidado de las cabras.
Lo mejor que se conserva todavía de los guanches, es el pastoreo o cuidado de las cabras. Pero las cabras, llegaron aquí, antes que los mismos guanches, que al llegar como los conocidos y llamados cannariis, ya las encontraron aquí, introducidas en las islas, antes que a ellos mismos; unas y otros, por los romanos; a ellas para preservarlas y no las extinguieran los mismos bárbaros  del norte reconvertidos después en bereberes, que por razón de la belicosidad y fiereza de los mismos, Roma o los mataban o los expulsaban, y optaron por esta segunda, trayéndolos también, más tarde a las islas, donde previamente ya habían traído las cabras. Traídos o llegados a las islas los cannariis, luego los conocidos por guanches (a partir de 1402), ya se dedicaron no solo a la caza de las cabras como parte de su alimentación, que dependiendo de ellas, se pusieron al cuidado de las mismas o lo que es lo mismo surgió el pastoreo, y que por otra parte es algo arcaico y que traen del continente europeo antes, de donde vienen y proceden, y después del africano, con lo que las raíces del pastoreo entre nosotros es anterior al cristianismo y por supuesto mucho más tarde en el tiempo -siglos- llegaron los castellanos y otros, los que en el arte del pastoreo, nada nuevo enseñaron a los que ya eran y desde mucho atrás, expertos e inigualables pastores, pues de sus cabras en gran medida dependían y ello, más allá de la propia alimentación, que como sabemos las cabras les proporcionaban también vestido, ropas de cama, para amortajar a sus muertos, y el uso de cuernos y otros huesos en armas de defensa y así de artilugios para la agricultura, entre un largo etcétera. Es decir, antes que los conquistadores llegaran aquí, los guanches desde siempre practicaron el pastoreo, cuyas raíces se hunden al mismo tiempo de sus distintas arriadas o llegadas, y se ha perpetuado en el tiempo, hasta el presente como el mejor legado o herencia de nuestros antepasados, de los que somos sus continuadores. Solo hay que precisar un dato, y es el siguiente: no faltan documentadísimos en materia guanche, que tratan a las cabras libres con el falso nombre de cabras salvajes, y hasta las matan –como sabido es hace el cabildo, el mismo que debiera velar por su pervivencia y subsistencia-. No es verdad exista esa clase de cabras, todas son mansas, y sucede que unas en explotaciones o corrales, y otras libres, como les es por esencia, pues hasta el saber popular –la verdadera sabiduría- lo tiene acuñado con la expresión: “la cabra tira pa´l risco”. Pero, llenándoles el cabildo el terreno todo de pinos, pocas posibilidades le quedan a las cabras para subsistir, y menos aún, cuando el mismo cabildo mata a las cabras libres, que son las auténticas o mejores.
El Padre Báez, Pbro. 16-08-18

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