jueves, 30 de agosto de 2018

Antes –hasta hace poco- el campo era para los campesinos, ahora buscan y esperan turistas.
 
Antes –hasta hace poco- el campo era para los campesinos, ahora buscan y esperan turistas. Dolor y pena, el turista ocupe el puesto del campesino, pero éste ni cultiva la tierra, ni atiende a animales (a no ser que venga con su perro). Y sí, como todo cambia, antes se hablaba del sector primario, ahora se dice el sector de turismo rural, que busca naturaleza y tranquilidad, pero no va a encontrar unas papas, ni una lechuga que echar al caldero o a la boca que sea del lugar. ¡Eso le ofrecemos (¡nada!)! Antes se ordeñaba cabras, ovejas, vacas, y hasta burras; hora a los turistas, en nuestras cuevas santas, sin más, mancillándolas. Y se nos llena el campo –no de campesinos- de extraños, que lo ocupan, y dicen estos macacos, que la cosa así, es muy buena. Gente extraña en mi casa de campo, es como una profanación, más aún, una prostitución del hogar (dar cobijo al peregrino hasta una obra de misericordia es, pero esto, esto es diferente). Los guanches no permitían nadie pisara su suelo/piso (a precio de la vida). Es, algo sagrado; el hogar, ¡oh el dulce hogar (¿en manos y cuerpos de quién, de quiénes?)! Sí, empresarios de esta cosa turística; pero de agricultura y ganadería no hay empresa, y es y está en el medio, pero..., ¡si hasta el cabildo mata las cabras y lo llena todo de pinos! Y cuando la civilización y la inteligencia comienza a ponerse contra el turismo, aquí le seguimos abriendo las puertas de par en par, ¿que nos deparará? R/. Hambre, miseria, paro, ruina, desastres... Y empleo da, a tres; mientras el campo daba trabajo a todos, y a más. Y para los turistas, hasta rutas; de paso van levantado pirámides de piedras, en recuerdos de sus muertos, porque si al menos fueran cruces, pero, ¿cristianos?, ¡qué va!; lo primero que ha volado de esas casas, son los cuadros del Corazón de Jesús, los crucifijos de madera tallada, los cuadros de la Virgen, y de los santos y santas cenas, y todo aquello que huela a religión, eso sí que sigue: los muebles viejos y los aperos de labranza como adornos. Y, lo que nos ocultan a nosotros se lo enseñan a ellos: fiestas, naturaleza salvaje y pura, lugares desconocidos, lugares mágicos, joyas paisajísticas, etc.; nos roban lo mejor y nos dejan sus cacas o mierdas, y algún dinero sucio a sus dueños (que limpiarán tanto después). Antes me muero de hambre (¡bueno de hambre no, porque en el huerto quedan algunos árboles frutales, y todavía puedo plantar a escondidas del cabildo algunas coles, papas, y hasta garbanzos!, pero...
 
El Padre Báez, Pbro. 30-08-18

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