Antes –hasta hace poco- el
campo era para los campesinos, ahora buscan y esperan
turistas.
Antes –hasta hace poco- el
campo era para los campesinos, ahora buscan y esperan turistas. Dolor y
pena, el turista ocupe el puesto del campesino, pero éste ni cultiva la tierra,
ni atiende a animales (a no ser que venga con su perro). Y sí, como todo cambia,
antes se hablaba del sector primario, ahora se dice el sector de turismo rural,
que busca naturaleza y tranquilidad, pero no va a encontrar unas papas, ni una
lechuga que echar al caldero o a la boca que sea del lugar. ¡Eso le ofrecemos
(¡nada!)! Antes se ordeñaba cabras, ovejas, vacas, y hasta burras; hora a los
turistas, en nuestras cuevas santas, sin más, mancillándolas. Y se nos llena el
campo –no de campesinos- de extraños, que lo ocupan, y dicen estos macacos, que
la cosa así, es muy buena. Gente extraña en mi casa de campo, es como una
profanación, más aún, una prostitución del hogar (dar cobijo al peregrino hasta
una obra de misericordia es, pero esto, esto es diferente). Los guanches no
permitían nadie pisara su suelo/piso (a precio de la vida). Es, algo sagrado; el
hogar, ¡oh el dulce hogar (¿en manos y cuerpos de quién, de quiénes?)! Sí,
empresarios de esta cosa turística; pero de agricultura y ganadería no hay
empresa, y es y está en el medio, pero..., ¡si hasta el cabildo mata las cabras
y lo llena todo de pinos! Y cuando la civilización y la inteligencia comienza a
ponerse contra el turismo, aquí le seguimos abriendo las puertas de par en par,
¿que nos deparará? R/. Hambre, miseria, paro, ruina, desastres... Y empleo da, a
tres; mientras el campo daba trabajo a todos, y a más. Y para los turistas,
hasta rutas; de paso van levantado pirámides de piedras, en recuerdos de sus
muertos, porque si al menos fueran cruces, pero, ¿cristianos?, ¡qué va!; lo
primero que ha volado de esas casas, son los cuadros del Corazón de Jesús, los
crucifijos de madera tallada, los cuadros de la Virgen, y de los santos y santas
cenas, y todo aquello que huela a religión, eso sí que sigue: los muebles viejos
y los aperos de labranza como adornos. Y, lo que nos ocultan a nosotros se lo
enseñan a ellos: fiestas, naturaleza salvaje y pura, lugares desconocidos,
lugares mágicos, joyas paisajísticas, etc.; nos roban lo mejor y nos dejan sus
cacas o mierdas, y algún dinero sucio a sus dueños (que limpiarán tanto
después). Antes me muero de hambre (¡bueno de hambre no, porque en el huerto
quedan algunos árboles frutales, y todavía puedo plantar a escondidas del
cabildo algunas coles, papas, y hasta garbanzos!, pero...
El Padre Báez, Pbro.
30-08-18
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