Una tabaibita, ¡fuerte
desgracia!...
… resulta, que buscando y trayendo tierra de distintos lugares, para
mejorar la propia, y yendo a buscarla en distintas zonas, y ello desde La
Cumbre, pasando por Cazadores, sin dejar atrás la de Caserones-La Sima, un servidor
no pensaba, que trayendo tierra de esos otros sitios citados, se me venía con
ella la semilla oculta de los lugares de origen, y así se me ha llenado de
trebolina, jaramagos, y hasta mayos, al proceder de lo más alto, que la barrosa
y oscura de medianías, me da otras hierbas, y no es cuestión de citarlas, pero
sí les diré que entre los cientos de olivos en semillero que tengo, salen
graciosos los distintos tajinastes, y ¡por supuesto los dejaré para ver si
azules, blancos o rosados!, pero lo que nunca pensé, es que la casualidad -o
tal vez la providencia- de aquel cacharro, con distintos esquejes de olivos, me
saliera -al proceder de la tierra de Los Caserones-La Sima, una minúscula, y
aparentemente e inocente tabaibita, que cada día veo crecer, y he ahí el dilema
que la dichosa plantita me está planteando: dejarla a ver si es amarga o dulce,
dejarla y que me sirva como veneno para eliminar bichos, como lagartas de
tierra, gusanos, mariposas, etc., o eliminarla desde chica por aquello que la vara se endereza desde chica. Pero,
¿y si se enteran desde por fuera -y más porque lo estoy diciendo-, y que en su
día vengan a pedirme cuentas, o porque como con frecuencia pasan por encima de
mi huerta, y desde sus helicópteros me la hayan fotografiado, en fin que la
dichosa enana de tabaiba, no es que me haya quitado el sueño, pero sí, que me
tiene preocupado, y digo yo, ¿será por aquello que como no quiero caldo me dan dos tazas?, porque ¡mira que luchar contra
las tabaibas, y que ahora, me haya nacido una, es como recochineo del destino,
o simple lógica, viniendo la tierra de donde viene, ¿qué otra cosa cabe
esperar? Lo cierto y verdad es que esperar, lo que es esperar, un servidor, no la
esperaba, ¡vamos, es que si lo imagino o pienso antes, traigo la tierra del
quinto pino!, pero…, ¡a lo hecho, pecho!
Pues ya les contaré dentro de algunos meses -porque ya saben que voy a por las
365 entregas-, la suerte de mi tabaibita. Por lo pronto, ya estoy pensando
sacarla de entre los olivos y transplantarla en un cacharro mayor, y ella sola,
con la que experimentaré su evolución y demás. Pero conste, no me hace maldita
gracia; parece, como una burla de la naturaleza. Lo dicho: ¡vaya desgracia!
El Padre Báez.
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