Tabaiba picá(da), tabaiba
muerta…
… secreto bien guardado, que lógicamente no desvelaré, no sea que
algún desaprensivo, lo ponga en práctica y le pasen la receta. Así que la
puntillá a un toro, o picada entre cuernos, toro muerto. Y sucedió allá arriba,
por donde los Silos, entre San Isidro y Tegueste, en Gáldar, asomándose a Anzo
y a Hoya Pineda, que en visita a un pastor, un anciano del lugar al ver me
acompañaban dos señores, más el cámara de televisión (grababa una nueva serie “Lo
nuestro con el Padre Báez”), y por descontado el pastor Miguel Moreno, se
nos acerca curioso, y con sus ochenta largos años, me cuenta aquellos terrenos -hoy
con millo- fueron un toscal impenetrable, pero que desde niño, con frío y
calor, despedregó todo aquello, y cuyas piedras forman las enormes paredes que
sostienen, retienen y mantienen dicha tierra o terreno, y ante mi admiración y
asombro, al darme cuenta en todo aquel paraje suyo, no había ni una sola
tabaiba, le pregunté cómo se había librado de ellas, cuando las mismas ocupan todo
el entorno, y he ahí la técnica milenaria -me dijo- para frenarlas, y eliminarlas;
y dos fueron los ejemplos, incluso práctico, dándome la lección, para acabar
con basura tan maléfica como dañina,
salvo la leche inútil que da, nada se aprovecha de ella; eso sí, les
diré que sacando de la funda el cuchillo, sujeto a su cinto y pantalón, me hizo
la demostración, que como comprenderán, le dije al cámara, esto…, “¡no lo grabe!”. Pero, maneras hay -y
muy sencillas- para acabar con ellas, tal y como cuando se bate entre la vida y
la muerte el toro caído, que se le acerca el matador y lo remata con la
puntillá(da). En fin, toda vez que uno, está acostumbrado a guardar secretos, me
incorporo o añado uno más.
El Padre Báez.
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