Bezos con tabaiba…
…, conste he dicho bezos, con “z”, y no besos con “s”. Les cuento.
Fue, durante un almuerzo, en el que entre la cháchara de mesa y sobremesa, el
comensal que estaba a mi lado y contándolo a sus compañeros de enfrente -larga
mesa de unos veinte comensales- y sin que el de junto a mí, supiera nada de mi
compromiso -por un año- de hablarles (o escribir sobre la tabaiba), me resultó
providencial oír o escuchar que hablaba de las tabaibas, y ello -repito- sin
referencia alguna, ni como directa ni indirectamente se refiriera a mi persona
y a estos escritos, pues bien distinta y ajena era la conversación al tratarse
de la costumbre de acudir o ir a un centro médico o urgencia por minucias, y
así mi compañero, comentaba haber oído (o escuchado), hace más de un cuarto de
siglo o tal vez el medio siglo de distancia al presente, que chicas jóvenes de
entonces, cual golosina, masticaban leche de tabaiba cual chicle, y al no haber
otra sustancia que se le asemejara o fuera producto propio, la dichosa y
fatídica tabaiba suplía, pero…, con el consiguiente abultamiento, picor o
amargura en labios y demás comienzos del estómago (o aparato digestivo), arriba
en los labios o también llamados bezos, que cuarteados, y dolorosos,
estoicamente aguataban aquellas féminas de otros tiempos idos, y…, que…, venidos…,
al presente, la menor molestia en labios o en cualquier otra parte del cuerpo,
ya fuera en su epidermis, como en sus interioridades, hacen que más que corran,
vuelen hacia la medicación y previo diagnóstico, el médico o farmacéutico ponga
remedio a la nadería, o ínfima y pequeña molestia, hecho que habla claramente
de lo que ha cambiado el tiempo, o la gente en el mismo. Vaya pues, como
excepción, el ejemplo positivo de una planta tan ruin y mala, que servía de
consuelo mastiqueril a la juventud ida, y que recuerda aquellos labios
manchados y engomados de un falso chicle, que les servía para mover dentadura,
y el bien consiguiente de limpieza de dientes a falta de los actuales
dentríficos, tan variados y de grato sabor, bien lejano y distante de aquel
otro que era cosa de aguante y de mérito, vencer a la misma naturaleza,
triturándola o escachándola.
Pues, dicho queda.
El Padre Báez.
PD.- El hecho o acaecido tuvo lugar en la Jinámar de otro tiempo.
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