Unos cuatro mil años, yacen bajo tierra en nuestras islas, eso como mínimo, que pueden ser más. Me refiero, a la historia vivida y no contada, de cuantos por aquí pasaron en el pasado. Y todo ello, bajo plataneras, cercados, fincas, carreteras, plazas, al aire libre, por barrancos y montañas...
Piénsese, son muchos, héroes aparte, los que por aquí pasaron, y se quedaron, y nos dejaron, más que huellas de sus pasos. A poco que se mueva o remueva la tierra, aparecen restos, que evidencian cuanto digo: señales por doquier, que nos ponen sobre aviso, estamos pisando suelo arqueológico. Y ello, desde la costa a las cumbres.
Fueron muchos los que por aquí pasaron, y al fin se quedaron; fue ya desde entonces, un cruce de cultura (así lo desvelan los distintos alfabetos en los grabados, y otras manifestaciones. Pueblos, que dejaron su impronta, pero sobretodo y principalmente, los guanches.
La lista de personajes sería interminable, y no se atreve uno, ni siquiera dar un nombre de entre tantos como tenemos, y sin embargo, nos hablan de Alejandro Magno, de Adriano y otros, y se olvidan aquí los tuvimos mayores y mejores. Nuestra Historia, junto con la arqueología, anda enterrada.
Las entonces islas Canarias (ahora Tabaibal), fueron de muchos: griegos, romanos, guanches, portugueses, castellanos, etc.; aquí, campamentos, batallas, guerras. Pero la arqueología, sigue dormida. La arqueología, padece modorra, languidece, bosteza, no despierta... Y tal vez, sea lo mejor que nos pueda pasar: que todo siga enterrado.
¿No será esta, la mejor fórmula de preservar los yacimientos, y lo por aparecer, sea la de dejarlo todo enterrado, esperando mejores tiempos? Tal vez el futuro, se interese y ponga los medios, al tiempo que nuevas técnicas y procedimientos saquen mejor partido que el que actualmente se sigue: descubrir, y abandonar lo descubierto, con pésimas restauraciones, que se cargan materialmente el yacimiento, como son los casos de Tufia, Malpais, ¿y para qué seguir?
Pues según lo dicho, lo mejor que procede es decir: “¡descansen en paz!”; me refiero a los yacimientos, esperando de alguna forma su “resurrección”. La verdad es, que según parece –y un ejemplo de ello son las planchas de hierro en los yacimientos- no tenemos capacidad intelectual o personal lo suficientemente preparados, para intervenir, con seguridad. Faltan técnicas o lo que es lo mismo: material adecuado y puesta a punto, y nada digamos de los presupuestos, por todo ello y más:
El Padre Báez, que anima a que los arqueólogos, no hagan nada –sigan como están-, y mantengan enterrado cuanto aparezca, y nada destapen, que es con creces, la mejor forma de preservar el yacimiento de su destrucción o desaparición.
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