lunes, 2 de mayo de 2011

(233): VENTANAS A LA ARQUEOLOGÍA

   

    De poco sirve tener almacenes y vitrinas llenas de restos de los yacimientos de nuestra arqueología e Historia, si el pueblo no entra a verlos, porque al margen de escaleras y puertas, murallas y paredes, es imposible verlos, si no se les abre una ventana para que las vean, y sirvan de aliciente o cebo.     

    Otro tanto, sucede cuando excavaciones o restauraciones, que con vallas y planchas de hierro, con paneles y rejas, que ocultan lo que tras ellos, o simples vallas y puertas a medio kilómetro del yacimiento, impiden ver lo que hay tras ellas, y es una vez más un impedimento o distanciamiento, en lugar de ponerlo en bandeja y facilitar su conocimiento, existencia y disfrute.

  Muy otra, es la exposición al atropello, robo, daño, etc., y hasta que estos mismos miradores, sean un estorbo o impedimento al trabajo en sí y la misma conservación del material o restos, pero de alguna manera, hay que acercar tanto acervo cultural al pueblo, que además, desconoce sus raíces, y para eso ¡tenemos tantas!, que es una pena grande, el pueblo no sea partícipe de tanto bien.
 
       Por eso, vengo hoy, pidiendo derriben vallas y paredes (en un hueco o parte) -al menos un trozo- abran ventanas horizontales, y acerquen a las aceras de las calles, lo que con tanto celo se guarda en su interior, sin que los viandantes imaginen lo que hay detrás y dentro de esas paredes y muros.
 
    Tómese ejemplo y modelo de los comercios, que en escaparates, como reclamo de lo que tienen dentro, exhiben lo mejor de sus productos; y ello aliñado –como dicen en espakistania- con algo atractivo y llamativo, para que “piquen”.
 
    Alguien debiera ya estar trabajando en este proyecto de abrir ventanas, que permitan ver los restos de nuestros antepasados, y les animen a entrar a ver y conocer más. Pero si hasta a los raíles de “La Pepa”, le pusieron la dichosa “ventana”, para ver por dónde pasaba la misma en la calle mayor de Triana (o del Profesor Reina, ahora), ¿como no mostrar al pueblo, el paso de los guanches antes del siglo XV?
   
    Sobra decir -y hasta me da vergüenza decirlo- junto a estas muestras, que no falte la información pertinente, acerca de esos restos -si es que los van a mostrar-, para que vayan mascullando algo de nuestro ayer, ¡que eso es cultura y señas de identidad, que ni se han de borrar, y ni mucho menos esconder!
 
    Pena da, no hayan acaldes culturales, ni presidentes historiadores de cabildo, ni de escuela autonómico, que ni una de estas -casi ya trescientas- ideas, no tomen en serio ¡ni una!; ¿a qué esperan?, ¿a otras trescientas –les prometo-, pues, que ¡las van a tener!, porque como el otro: “¡...yo, sigo!” Que no es cosa solo de conservar y mantener oculto, sino de acercar y abrir -materialmente, cuales escaparates- la arqueología y sus tesoros.
   
    Y a riesgo de resultar pesado, repito: y lo mismo, se haga con los sitios donde se esté trabajando con restos arqueológicos, que se pueda ver lo que hacen (recuerdo, que en su día, en cierto lugar céntrico, se excavaba, y para la pobre gente que pasaba junto al lugar, por más peninos -poniéndose de puntillas y dando saltos- que hicieran, por más que se estiraran, nada podían ver, porque el gallinero aquel, de telas metálicas y palos lo impedía, y solo se trataba del cimiento de algo, que subidos a una azotea pude ver, porque aquello, parecía PROHIBIDO, ¡nada digo si la cosa es con algunos restos óseos o esqueleto guanche: piedras, hierros, vallas, lonas, plásticos, distancia, amenazas, etc.
   
    El Padre Báez, que anima  a  los del patrimonio, no lo escondan y oculten todo; sencillamente, que abran ventanas y ventanales, que se pueda ver desde fuera, sin más (parte o algo, que incentive la curiosidad de ver más y entrar).
   
 
 
 



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