Y el político, ¡fuera!
Es el caso, que se muere alguien (no vamos a poner ejemplo), y como es lógico, los más allegados, familiares, vecinos, amigos, compañeros, etc., van hasta el tanatorio, y allí pésame aparte, la gran tertulia, en esa larga espera, y donde tanta gente se reúne, y algunos después de mucho tiempo sin verse, como que es hasta normal, y no faltan los chistes, los corros, la voces, y allá al fondo los doloridos, que esperan, a que llegue la hora, y por lo general, con la idea de quitarse al muerto de encima lo antes posible, no faltan –y cada vez más (y con la disculpa siempre de un familiar que vive lejos, para que no tenga que volver al funeral, se lo hacemos antes de enterrarlo o cremarlo)-; hasta aquí, todo normal.
Lo anormal, viene ahora, que se va uno, que prefiere antes siempre ir a la Iglesia –si hay Misa de córpere in sepulto-que al tanatorio, pues si allí es cosa de un responso; aquí, es la Misa, con valor infinito. Pues, dicho y echo (a no ser que la estima, o sea feligrés, que voy a ambos lados), y a punto de comenzar la Misa, dada la hora, y la presencia del funerario en la sacristía, que te da los 50,00 €, y los datos del difunto, para tacharlo o darlo de baja en la parroquia (anotar en su partida de bautismo y en el Libro de los Difuntos, su partida o fallecimiento), pues que es extraño, que a la hora convenida, nadie esté en el templo, y se entiende por aquello de los aparcamientos, pero ¡qué va!, que sales al pórtico de la Iglesia (templo), para recibir al cadáver, y ves a la multitud, fuera, en la plaza, contemplando el introito o entrada del difunto sobre hombros de algunos de los allegados, y compartido por los miembros de la funeraria (que para eso bien que cobran), y casi comienza la Misa-funeral, con los doloridos, que irremediablemente –no sé por qué- se te ponen siempre en el primer banco, todos juntitos, apretaditos, como si el dolor los uniera más, y sí poco a poco como a cuenta gotas, algunos se van colando y se van sentando por aquí y por allá, que suelen ser los que contestan, y siguen la Misa, con respuestas y gestos (de ponerse de pie, sentarse, arrodillarse, etc.,), que los del primer banco, que están allí, por las circunstancias, ni se enteran y hacen el ridículo, porque no ven lo que se hace a sus espaldas; mientras, todos ellos, permanecen sentados, con ojos de extrañeza, ante los ritos y ceremonias, pero sin decir ni mú, y mucho menos sin gesto alguno, salvo esperar a que aquello acabe, pero aún en pecado, y sin idea, porque como ven que los creyentes comulgan, también ellos, a pesar de sus vidas irregulares, adulterios, matrimonios civiles o en parejas, etc., etc. y con años sin pisar una Iglesia (templo), y por ello, con años sin cumplimiento alguno de nada o de algo...
Y viene este mi comentario, con el título que le precede, porque después de echarle agua a la caja del difunto, y bendición –sin respuesta por parte de su familia, que ni se santiguan- vas y sales precediendo la caja mortuoria, y al llegar a la puerta, te encuentras con ese político peleón, que no te pisa un templo ni a palos, en amigable tertulia con algún totorota o tolete, haciendo tiempo, para unirse a la comitiva e irse hasta el cementero (supongo). Y, vuelvo al politiquillo, que no se pierde una, pero que dando muy mal ejemplo, se planta fuera del pórtico cual si pensara el templo se va a caer y a él que no le toque un cascote. Y da pena y vergüenza, que quien se avergüenza entrar en un templo, sea quien dirija parte de nuestros destinos con programas mentiras, porque si niega a Dios, él no va a ser más que un falso dios, que no salva a nadie ni a nada. Pero, no termina aquí mi consideración –y conste esto me lo decía la sacristana: “¡mejor tuviera vergüenza y diera ejemplo, mire donde está Don Fulano!”- pues que Don Fulano, y las estadísticas no mienten, porque son matemáticas, va perdiendo miembros o militantes, pierde concejales, y pierde votos, porque un pueblo, que mayoritariamente es católico –aunque no practique-, le gusta que los que les representan sean de su misma condición, y pasa, que muchos, por imitar al líder caído, se quedan fuera, en lugar de irse a sus casas, pues exhiben públicamente su agnosticismo, aconfesionalidad, ateísmo o indiferencia religiosa, que lo asemeja y acerca a los brutos –o animales- que son los únicos que no reconocen a Dios, que aún siendo lo que son o como son –antieclesiásticos, o lo que sean-, al menos por lo de Vicente, que iba a donde estaba la gente, éste pobre diablo –y nunca mejor dicho- debiera hacer otro tanto, o quitarse de delante del templo de donde parece hace apología y se enfrenta a la mayoría, que precisamente, por actitudes como éstas, que denotan una falta de ética o moral, al rechazar lo que todos aceptan y una negación a estar cerca de la familia del muerto, sino restándoles feligresía o compañía, solo por todo esto y más, debiera cambiar de comportamiento; que por otra parte, si no cree, nada le afecta oír unas lecturas (siempre mejor que sus mítines) un sermón y hasta puede permanecer sin abrir la boca como sucede con los familiares del fallecido. Incluso alegra ver, que hasta algunos de los de la Funeraria –dependiendo de la que sea- se acercan a comulgar y siguen la Santa Misa con participación audible y sonora. Pues qué bien por ellos, peor qué mal, por el que se presenta para cambiar el rumbo del municipio, y como resultado de su negación a entrar al templo pierde votos, ¡y al medir contaremos!; pues irá menos y p ´tras, ¡como los cangrejos!
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