La diosa retama.
En el tabaibal, como no podía ser menos, se ha retrocedido a la noche de los tiempos, donde y cuando los hombres primitivos, adoraban a árboles, creyéndolos divinos o con poderes desde arriba; pasa, que nuestra diosa, no es tan alta; eso sí, como le corresponde por su divinidad, está en todas partes, y como le es propio, nadie la puede tocar.
Esto que digo, parece broma, y es algo muy serio. Las retamas, todopoderosas, omnipresentes, con flores amarillas o blancas (si el año viene bueno), y con perfume embriagador, es adorada por un ejército vario de uniformados, que cuales guardianes o sacerdotes las cuidan, las miman, las protegen, las defiende, y ¡multan y castigan a quien ose tocarla o arranca una rama o esqueje de ella, porque molesta al paso, o se ha metido en un cercado! Y ello, con pena de muerte (se suicidan algunos multados, sacrificándose a la diosa retama, al no poder hacer frente a tan elevadas multas, por el “pecado” de impureza, al rozarse con ellas y quitarlas del camino).
Y es tal la cosa, que su teología es, que la retama es sagrada, y no se la puede ni tocar, porque como diosa y señora, reina y ama del tabaibal, tiene que ser respetada, adorada, y contemplada. Ella, puede asentar sus raíces donde quiera, puede invadir terrenos antes de pasto y de sembrados, y se señorea por toda la isla, con un culto idolátrico que raya el extremismo o fanatismo, por parte de sus fieles guardianes y seguidores.
Por supuesto que tiene la diosa retama, su sumo sacerdote o máxima representación de ella, en la persona de políticos de ambos lados, gobierno y cabildo, que despliegan en su culto y reverencia a todo un ejército de sacerdotes, diáconos y acólitos, que se apoyan en teólogos retamales, dados a lo botánico, reforestación, medioambiental, ingeniería verde, etc., etc.
Tiene la diosa retama, una legislación o mandatos propios, llena de artículos para sancionar la falta del debido culto o atropello a su dignidad de diosa, todo un decálogo, que al no ser practicado meticulosamente y de forma muy escrupulosa, está tabulada la sanción económica y carcelaria, y a veces se le ofrece en martirio la persona que ha sido multada y encarcelada, por no haberle dado el culto de adoración pertinente.
El profano que corte o arranque una retama en lo suyo, donde saltó la semilla de la diosa, se arriesga a ser multado y encarcelado, por tal atropello, y falta gravísima, de no dejar su tierra de cultivo, para que la retama extienda sus ramas y colonice lo que daba antes de comer al dueño del cercado o terreno.
El culto a la diosa retama, es tan sumamente caro en dinero, que todos los millones son pocos, para pagar a los distintos cuerpos uniformados, que la controlan y cuidan, vigilan y castigan. En ello la mayor parte de los presupuestos, y con ayudas de distintos organismos, empresas, firmas, etc., que muy caritativos por amor a la diosa, colaboran desinteresadamente para su ampliación y difusión por todos los rincones y lugares.
Adoradores y contempladores, nos hemos convertido a la nueva fe, que nos lleva a meditar en la diosa retama, como única poderosa salvadora y a ofrecerle aguas y abonos, si la sequía es grande y grave. Ella, la diosa retama, lo llena todo y no hay ya lugar donde ella no esté presente, como corresponde a su deidad o divinidad
Y toda vez, que somos un pueblo (el tabaibero) politeísta, junto con la diosa retama, rendimos culto a otros árboles y plantas, como son el pino, el acebuche, el cardón, etc.
Prohibido está el adornar un lugar, con un ramo de su amarilla o blanca flor, porque es ella, la que debe ser adornada y no ella adornar. Quien se atreve a coger un ramito de ella, lo esconde, lo oculta, cual si delito mayor, por profanación, haya cometido; y si preguntado cómo se ha atrevido, te dice –verídico como Dios que está en el Cielo- : “¡es mía, es de mi huerto o jardín!”; pero esto, no libra de la pena por cometer tal sacrilegio, aunque sea para llevarlo a otro Dios, al sagrario.
El Padre Báez.
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