¿Por qué nadie dice esto?
Al menos que uno sepa, nadie dice –y mira que leo la prensa diariamente, y oigo la radio mientras como y viajo (la tele, hace más de un año, que no la veo; la tengo, pero no me interesa perder el tiempo, ni oír disparates en debates)- lo que un servidor ha dicho, y que en resumen, vuelvo a repetir.
Va, sobre los incendios. Espero que saliendo septiembre y caminando hacia octubre, ya en noviembre, nada pueda arder. Cierto, que nos han mostrado fotos artísticas sobre los incendios de gran valor; otras, ridículas (por ejemplo echando agua a un tronco con una brasa en medio de todo hecho cenizas). Incendios hemos tenido aquí, por allá, por acullá, repetidos, al mismo tiempo, etc., etc. No dejan de darnos el dato numérico y matemático de las hectáreas quemadas, que es como no saber cuánto se ha quemado, pero alguien mide eso y nos lo cuentan con precisión y exactitud. Así que van, con mangueras y metro.
Por supuesto, que con el incendio, más allá de los pinos (que solo se chamuscan, y vuelven de inmediato a salir y brotar), que no se queman, se queman también personas, animales, casas, insectos, alimañas, flora, fauna, recuerdos, propiedades, coches, etc. Y, con la crisis, no puede haber presupuestos suficientes, para prevenir los incendios, poniendo detrás de cada ciudadano un vigilante, por si es pirómano.
El asunto es muy otro, y hay que mirar para otro lado (los hay que lo hacen al cielo, esperando aviones y helicópteros, sin más). Y no, esa no es la solución del problema. El problema es, que –en nuestro caso- la isla (e islas), se han emboscado; y el campo, la cumbre, el monte –como usted lo quiera llamar- está todo cargado de un material altamente inflamable: el retal, la maleza, las cañas, las retamas, las pitas, los escobones, los cobesos, etc. (y todo eso protegido, no te lo deja tocar medio ambiente [y he ahí algunas especies, pero el catálogo es amplísimo]), y como es lógico, no puede haber un vigilante en cada metro cuadrado de la isla, que por otra parte es accidentadísima.
Se da la circunstancia, que al pueblo, al que se le enseña de todo, cuando hay incendio se le retira –aunque arda su casa con todo su ajuar y demás, el entorno, y la alpendre si la tiene con animales- con lo que nadie colabora a apagar los incendios a no ser que esté uniformado y tenga el equipo preceptivo y reciba órdenes, que mientras, miran el avance del fuego.
Pues, al grano (que lo que antecede, es como un largo preámbulo), que la cosa, más allá que le hayan quitado el terreno a los pastores y agricultores (¡y esta es la madre del cordero, y es la mayor!), para plantarles pinos, y el sentimiento de rabia de más de cuatro, al ver lo suyo envenenado de pinos, y que unos ineptos e irracionales reforestadores, obedeciendo a ingenieros botánicos, biólogos o naturales, hayan mantenido en la democracia, la misma política franquista de plantar pinos, en donde antes habían árboles, para volver al pasado más remoto de siglos atrás, sin aceptar y respetar un presente que ha cambiado, y abusando hasta la exageración, metiendo pinos por un tubo de forma exageradísima, y sin freno sino cada vez más, de forma obsesiva y maniaca, sin darse cuenta, que el pino, es como la gasolina, que por su resina es fuego en potencia, y que en sus plantaciones –se puede observar y ver lo que digo- lo hacen de forma y manera tal, que plantan en masa, sin escrúpulo, en plan de arrasar todo con solo y todo de pinos, sin más; emboscando y convirtiendo en una mole (masa) o tal cantidad de ejemplares, que hace imposible se pueda apagar, pues han dicho y han repetido hasta la saciedad, que deben plantar todo-todo de pinos, para que los pájaros azules –que no existen- vuelen de pino en pino, por toda la isla, sin pisar el suelo, donde los depredadores –que ya ni existen- se los puedan comer, y a tal fin compran terrenos y hacen corredores seguidos de pinos para los pajaritos inexistentes (¡vaya argumento idiota!). Pues para eso han plantado pinos, para los pájaros, por todas partes.
El caso es, que más que bosque, lo que tenemos es una masa de pinos inmensa, incontable, tupiendo cuanta tierra esteba alcance de pobres dueños, que ceden ante la presión y el chantaje (¡si les contaran las estrategias que usan [algún día lo haré]), y venden sus terrenos, hasta cubrir todo de lo mismo. Y tal es la gravedad de este sistema de plantación salvaje y única y omnímoda, que se han cargado la flora autóctona, y han desaparecido la fauna (la ganadería incluida). Por otra parte, no se ve un espacio vacío o libre de pinos, sino unos pegados a los otros de forma demente y sin criterio científico alguno, donde comenzado el fuego, arrasa con todo.
Pero lo grave, es que toda actividad humana en el medio –como puede ser la agricultura y la ganadería- se ha abandonado, por una persecución y represión medioambiental, que multa por todo y por nada, de forma desorbitada, cual si el campesino fuera un criminal, y hasta para algunos haya hasta cárcel, por simplemente plantar unas parras, o limpiar un camino. Y así, arder es como coser y cantar, está hecho. Nadie hace nada en el campo, todo está cargado de materia que arde.
Da usted una vuelta a la isla, y a la redonda no ve ni una sola cabra; y quien dice cabra, añade: oveja, vaca, caballo en labranza o burro cargando un jase de algo. Han desaparecido los animales (los que hay, están en establos, alpendres, corrales, explotaciones, y comiendo retal o hierba seca –de la que tenemos la isla llena- traída de p´fuera. A estas alturas, nadie desconoce la acción de los animales, si se les soltaran, y se fomentara la ganadería, pues no habría nada que ardiera.
Así las cosas, fuera del bosque, están las retamas, escobones, zarzas, cañas, etc., etc., maleza sin fin y con helechos de hasta más de dos metros de altura (antes eran cogidos para estiércol [para la cama de animales, junto con otras basuras, que tienen protegidas y no se puede ni tocar]) y todo eso: matorrales, sotobosque, hojarasca, retal, pasto, o llámelo como quiera, digo, que todo eso, sin animales que se lo coma, sin mano humana que –imposible por otra parte- que lo pueda limpiar (porque nunca el hombre come hierba, como los animales, que la eliminan).
Y es, que es absurda una política que fomentó y vació el campo, para servir al turismo; nos ha dejado ahora sin turismo y sin campo, porque aprovecharon para plantar pinos hasta en terrenos privados (¡ya me gustaría llevar a quien me lo solicite para que lo vea, cómo a un señor, dueño de un terreno, el cabildo le plantó pinos en lo suyo, y como es lógico no los puede arrancar, y le han desgraciado su terreno!). Que se abandonó el campo, y lo han llenado de materia que arde o de pinos; más todo eso que crece de manera salvaje, descontrolada y desbordante, y de tal manera, que los caminos han desaparecido y ya es imposible llegar a ningún cercado, porque está todo invadido y prohibido tocar nada.
Ante este estado de cosas, solo caben dos actitudes: Primera, ver cómo arde cada vez más la cosa, porque los incendios, siguen (¡ojalá y no!); o, segunda: arrancar los pinos, y dejarlos en los peñascos, en los riscos y entre piedras (que es su hábitat natural y es ahí donde da tea; de lo contrario, en tierra floja se pudre y no sirve de nada, aparte que envenena y desertiza la tierra, alejando las nubes e impidiendo la lluvia) devolviendo la tierra robada o mal adquirida con precios irrisorios, a sus dueños o herederos (que debieran asociarse y exigir la devolución de lo que les pertenece, porque la propiedad es sagrada), y se recupere la agricultura y la ganadería (y entonces, se habrá acabado con el drama de los incendios; mientras, si no, los vamos a seguir teniendo (¡Dios no lo quiera!).
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