Teror
González
Pérez (o Teror Rodríguez Santana):
No, no existe tal dama o señora; se trata de un nombre y apellidos de ficción. Pero debiera ser real, aunque los apellidos fueran otros.
Me explico: Que hayan habido no sé cuantos pregones, y todos publicados, que libros y comentarios miles haya, con canciones y películas otras tantas, retransmisiones de radio y te televisiones incontables, etc., etc., me extraña, nadie haya dicho ni pío sobre este nombre, e incluso creo –tal vez exista (no lo sé)- que alguien se llame “Teror”, como nombre de persona, y hasta también masculino fuera (como es el caso de Loreto), aparte de la referencia al pueblo o villa.
Que nuestra Virgen y Patrona es, la Virgen de Teror (Terora), es lo que dicen las crónicas, y los libros viejos, hasta que a una pobre negra esclava, se le puso el nombre de “pino”, como se le pudo haber puestos el de “palmera del desierto”, o “alcornoque (que también los hay en Teror)”, o cualquier otro árbol, y desde ahí: Pino, nombre de hembra o mujer, y se lo engarzan o salta a la mismísima Virgen de Teror, cambiándola de nombre (y que pudo ser: caña, zarza, castañero, helecho, etc.), y ya luego o después, la copia y repetición de dicho nombre, hasta que salta a la Virgen y le cambian su denominación o advocación.
Porque con ser solo una, tiene miles y miles de nombres, y muchos de ellos, como el primero de la nuestra, coincidente con el lugar de aparición o devoción. Muchas Vírgenes toman el nombre del lugar o pueblo (como la nuestra), y aunque sobran ejemplos, tenemos: Peña. Montaña, Guadalupe, Monserrat, Fátima, Covadonga, etc., etc., que no es primero el nombre de la Virgen, sino que antes fue el nombre de ese municipio, barrio o lo que sea, y de ahí el nombre de la Señora y Madre de Dios y nuestra.
Vuelvo al caso nuestro: Tenemos una Protectora e Intercesora, co-Redentora y Medianera, que aparecida en Teror, así se llama, hasta que la subieron al árbol dichoso ese, de resina y pinocha, sin más, y le quitaron el nombre del lugar y le pusieron el del árbol.
Si nos atreviéramos a poner las cosas en su sitio, la Virgen –mal llamada del Pino (a pesar de la larga tradición)-, debiera llamarse en nuestra Diócesis “Virgen de Teror”, y tal y como sucede con las niñas que al bautizarlas, y antes al inscribirlas en el juzgado, les ponen los nombres distintos, sean: Peña, Montaña, Guadalupe, Monserrat, Fátima, etc., etc., aparezca ya la primera bautizada –que tendría rápido remedo- con el precioso y bonito nombre en guanche “Teror” o “Terora”, y así se vuelva a llamar a la que se apareció (para unos), o trajeron al lugar (para todos), en Teror, y de ahí su nombre.
Que pinos –para nuestra desgracia- siempre hubo en el tabaibal, en todas partes de la isla, y no exclusivamente en Teror, donde menos, porque tierras de cultivo, no tenían ni en ellas había estos árboles envenenadores de la tierra, sino allá en los riscos, en las piedras, por lo que este nombre le sobra a nuestra Patrona, y toda vez que corregir es de sabios, bueno sería devolviéramos a la Virgen su nombre, y se la comience a llamar –como antes- “Virgen de Teror” (y no “Virgen del Pino”).
Lo que aquí propongo, no es sino un respeto a la Historia, y nos quedemos con el nombre, y no con el apodo o sobrenombre (que pudiera quedar, como en los rótulos del nombre de las calles, donde nos dan el nombre actual, con el añadido entre paréntesis, “antes conocida como...”. En nuestro caso: Virgen de Teror (antes Virgen del Pino). Pero primero fue Teror o Terora, y después vino lo del Pino.
Atención al de, que precede al nombre de la Virgen, que corresponde al pueblo o lugar. No se quite, ni cambie ese de, por un del.
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