Esta isla (el gran tabaibal).
Es un desierto, un pedregal, un secarral...
Tenemos: playas, volcanes, rocas, montañas, pinares, vientos, nubes, niebla, sol, panza de burro, costa, dunas, eucaliptos, todo protegido, reservas, roques, cumbres, pueblos, jardines, catedral, iglesias, carreteras, aguas minerales, casas-cuevas, arbustos, campos vacíos, caminos invadidos, vinos de donde los pinos, etc. Es lo que venden a los turistas, pero...
... ya no hay plataneras, ni cercados de nada plantados. Las cañas, se adueñan de las tierras. Agricultores no se ven por ningún lado; tampoco, los pastores. Tabaibas, retamas y cardones, por todas partes. El campo abandonado, todo sin poder tocar algo; los cercados llenos de malezas, las paredes cayéndose, sin poder volverlas a su estado anterior (prohibido, multado y castigado rehacer una pared). Los pinos, llenando todo de pinocha y resina (más y peor que la gasolina). Ejércitos de cientos de hombres –y mujeres- vigiando dónde hay un poco de humo, para caer como moscas a apagar el fuego. Todo el campo es un polvorín.
Han desaparecido los negros azabaches cuervos; ya alpispa, no queda ni una (desaparecidos los charcos, remanientes y fuentes, que los pinos han desaparecido); otros pájaros de una fauna propia del paraíso, no quedan sino tórtolas del desierto, que se nos han colado y quedado. Se han inventado unos pájaros azules –que no existen-, y hasta la rica flora autóctona, por faltas de cabras que las reforesten, esta desapareciendo también.
Sales a dar una vuelta por la isla, y te dan ganas de llorar. Restos de surcos, de tajos, de cercados, de fincas, de huertos, de sembrados, de plantaciones..., los estanques, llenos de aguas –en otros tiempos- han sido reconvertidos en edificios, centros comerciales, y los han desaparecidos, destruidos, destrozado. Y uno nuevo, no te dan permiso para hacerlos. Y si habla de riegos, piensan en aguas desaladas (que siguen conservando una porción o parte de sal), que en cinco años consecutivos de riego, esteriliza de por siglos la fértil tierra, que comienza a retroceder en la producción en un 20 % en cada cosecha; mientras, el agua de lluvia, para hoteles, piscinas y césped.
Distintos desgraciados cabildos, manteniendo la asquerosa política de desviar el dinero que reciben, para plantar cardones y tabaibas, en lugar de defender, ayudar y promover una agricultura de sobrevivencia, y en lugar de plantar árboles frutales, se dedican desde hace sesenta años a solo plantar pinos. Han dilapidado y siguen dilapidando dineros que no mejoran la vida de ningún agricultor. Todo lo que hacen es dificultar esta dignísima profesión, hasta llegar a desaparecerla; pues, los cada vez menos que quedan (pastores y agricultores), abandonan ante una persecución inmisericorde, que los persigue cuales si fueran delincuentes (o simplemente los desplazan plantándoles pinos en sus terrenos agrícolas y ganaderos, con lo que retroceden y desaparecen, sin más, al quitarles el terreno propio para sus faenas y vida), con el consiguiente desarraigo de unos pobres desgraciados que quedan a la deriva envueltos en nostalgias y depresiones, cuando no metidos en psicopatías, obsesiones, manías, vicios, etc.
Y gravísimo el problema de una continuidad y transición-transmisión juvenil inexistente, que solo los capacita, para no estudiar, y no trabajar, sino de fiesta todo el año, potenciando la noche al máximo donde la droga, el alcohol, la degeneración, que moriría de hambre teniendo una cabra con el ubre a reventar, por no saber ordeñarla, pues antes le arranca el ubre al animal, que una gota de leche.
Y hablando de cabras, el desgraciado que aún se mantenga con alguna, la tiene alimentada con millo traído de EE.UU., con pasto de Andalucía y Castilla-León, con alfalfar valenciana, con piensos de Tarragona, con todo de fuera, sin que aquí, se puede plantar un cercado de millo, ni de nada. Ya, ni gallinas se ven en casas de campos (si se mueren hay que llevarlas a Zaragoza, y te las tienen contadas y tratadas por los veterinarios).
Nada de esto dicen a los turistas, ni en sus promociones, y no hay verdad en la fe, mayor que ésta.
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