Un delfín muerto, una cabra
matada...
... ¡qué poca vergüenza!, ni dignidad, ni decoro, sino
simplonería ridícula. Un delfín, no se puede morir, terminado su ciclo, o muerto
por lo que sea, que te lo sacan de la mar en brazos cual recién nacido; y una
cabra, que da más leche que una delfina, ni te la sacan muerta, si no es por
fotos entregadas a los medios por un servidor.
Lamentan la muerte de un
delfinito, y se alegran de la matanza de las cabras. Hay que ser idiotas, y en
ello, socorristas a un delfín muerto, pero si se trata de las cabras, las putas
cabras, ¡que las parta un rayo! ¡Y viva la Pepa! Los de Pro-activa recuperan un cetáceo,
¿quién recupera las cabras, cabildo que las matas? El difunto y finado delfín
tenía un metro de largo, más o menos lo que una cabra, y sin embargo,
socorristas para el primero y matadores andaluces para las nuestras o segundas.
El delfinito medía un metro de longitud, ¡importantísimo dato informativo, de
primera magnitud e interés!, ¡un metro de delfín muerto! Se lo encontraron
-¡pobrecito mío!- flotando sin vida sobre las aguas de Tufia, cerca de unas
rocas. ¡Eso sí que es precisión y dato de tamaño interés científico! Cabras
mueras, matadas por los riscos de mar adentro, ¡eso no interesa! Para el delfín
a fin, fallecido, una moto de agua, para sacar los restos del finado, difunto o
fallecido delfinito de los mares atlánticos, criaturita de Dios (con perdón a
los ateos, por la cita inoportuna y que no es provocativa, pues cada uno venda
su alma a Dios o al diablo, con todos mis respetos y a quejarse al infierno en
el que no creen, pero cuando lo vean y sientan, vivan y recoman, ya no tendrán
remedio ni ocasión salir del mismo), digo, que a las cabras, ni motos, ni
coches, ni furgones, ni camiones, ni avionetas, ni helicópteros, ¡ni nada, que
las parta un mal rayo, o se las coman los cuervos que no existen! Yuna vez el
cetáceo -dícese así del delfinito-, lo sacaron -el cuerpo sin vida del
delfinito- hasta los bañistas para que hicieran duelo, lo lloraran, y... a las
cabras, pobrecitas mías, nada de nada. ¿No hay comparaciones
odiosas?
El Padre Báez, hundido y destrozado, llorando lágrimas
de cocodrilo por tan sensible pérdida de los mares, a la par que por las cabras,
matadas por riscos y laderas, por peñascos y praderas, ¡que se jodan, que les
den tiros de gracia, que vengan andaluces y nos las maten, que paga el cabido,
que defiende perros y perrallas, pero no a las
cabras!
“... prefieren
el mal al bien, la mentira a la honradez... embusteros”
(salmo 51). / “... se me retuercen por dentro las
entrañas... emigraría lejos, al desierto...” (salmo 54). /“... no os dejéis intimidar por nadie...”
(Dt. 1,
16-17a).
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