martes, 25 de marzo de 2014

omnipresente


Con las tabaibas, reina la muerte…
 
… ellas, no dejan viva nadie, ni nada. Ella, lo envenena todo, y nada da de comer, salvo a unas lagartas, que se llenen de su veneno, sin más, y se vuelven mariposas. Si entra en un terreno cualquiera, lo somete a su exclusividad, sin que otro fruto se pueda dar. Con ella el silencio del campo, pues tanto animales como personas han de huir de ellas, con lo que las islas para ellas solo son. Son plantas enemigas del hombre y de los animales, también de otras plantas. Nos persiguen tanto en cuanto que protegidas, nadie las puede parar, reconducir, reducir, recluir, sino que a sus anchas se expansionan por todas partes y lugares, y así lo confina todo. Lo va matando o destruyendo todo a su paso. Si llegas a gustar una sola gota de su leche, te sentirás desfallecer, sin remedio, y ¡sabe Dios si hasta la muerte! En su sed devoradora, reseca la tierra. Junto a ella sentirás te falta el aliento. Te las encuentras por todos y en todos los caminos; son como una maldición. No hay forma de librarse de ellas, nos siguen como la sombra, y a su sombra, no se puede vivir. No son refugio de nadie ni de nada. Y la tienen protegida, algo así como consérvese todas sus crías y a las mismas. Y con ellas, imposible vivir. Entre ellas y con ellas, hay que andar muy alerta. Si con las manos las apartas, te quedas ya sin poder utilizarlas (las manos) hasta que no te laves bien y te quites su leche invisible, veneno puro. Son el enemigo número uno de la población, y son un gran negocio para quien multa y cobra por no tratarlas con cariño, es decir el cabildo, por cuya razón no las desprotege; que desprotegidas, nunca desaparecerían, pues tienen y están en lugares en donde a nadie ni a nada molestan, lugares apartados, inaccesibles, barrancos, riscos, jardines, rotondas, etc.
 
El Padre Báez.

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