Con las tabaibas, reina la
muerte…
… ellas, no dejan viva nadie, ni nada. Ella, lo envenena todo, y nada
da de comer, salvo a unas lagartas, que se llenen de su veneno, sin más, y se
vuelven mariposas. Si entra en un terreno cualquiera, lo somete a su exclusividad,
sin que otro fruto se pueda dar. Con ella el silencio del campo, pues tanto
animales como personas han de huir de ellas, con lo que las islas para ellas
solo son. Son plantas enemigas del hombre y de los animales, también de otras
plantas. Nos persiguen tanto en cuanto que protegidas, nadie las puede parar,
reconducir, reducir, recluir, sino que a sus anchas se expansionan por todas
partes y lugares, y así lo confina todo. Lo va matando o destruyendo todo a su
paso. Si llegas a gustar una sola gota de su leche, te sentirás desfallecer,
sin remedio, y ¡sabe Dios si hasta la muerte! En su sed devoradora, reseca la
tierra. Junto a ella sentirás te falta el aliento. Te las encuentras por todos
y en todos los caminos; son como una maldición. No hay forma de librarse de
ellas, nos siguen como la sombra, y a su sombra, no se puede vivir. No son refugio
de nadie ni de nada. Y la tienen protegida, algo así como consérvese todas sus
crías y a las mismas. Y con ellas, imposible vivir. Entre ellas y con ellas,
hay que andar muy alerta. Si con las manos las apartas, te quedas ya sin poder
utilizarlas (las manos) hasta que no te laves bien y te quites su leche
invisible, veneno puro. Son el enemigo número uno de la población, y son un
gran negocio para quien multa y cobra por no tratarlas con cariño, es decir el
cabildo, por cuya razón no las desprotege; que desprotegidas, nunca
desaparecerían, pues tienen y están en lugares en donde a nadie ni a nada
molestan, lugares apartados, inaccesibles, barrancos, riscos, jardines,
rotondas, etc.
El Padre Báez.
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