Las tabaibas del macizo del
noroeste…
… son gigantescas. Justo por entre donde brincan y saltan corretean y
sestean, rumian y engordan las cabras llamadas guanines, las asilvestradas, las
más gordas, las más lecheras, las más hermosas, las más grandes, etc., las
tabaibas le van a la par. No todas, pero subiendo a los corrales de la
degollada, desde Peñón Bermejo o viniendo desde Güi-Güí Chico, en el repecho
final, te dan hasta sombra en el descanso de la cuesta. Y por lo general, es
como si fuera su feudo; tal vez el sol del mediodía y del atardecer, el calor
que desprenden todos aquello riscos, lugar pétreo por excelencia, donde nada crece,
ni se da, donde van a plantar pinos, sabinas y cedros en números de 45.000
ejemplares, y para lo que sobran o molestan las cabras dichas, ya sabemos el
fin de las mismas, con sus machos y sus baifos. Desprecian la leche de tal
cabaña libre, por una leche pegajosa y venenosa, que no va a dejar crecer
pinos, sabinas, ni cedros, porque la reina todopoderosa de aquel enorme macizo
del noroeste, por donde los últimos guanches en retirada y después alzados,
digo, la tierra envenenada por la leche en raíces de tabaibas por todas
aquellas rendijas, no van a permitir nada pegue o prenda. De ahí, que si sacan
a tiros las cabras, cabros y cabritos (en peninsular, lo de cabritos), nos
quedaremos sin la leche de éstas, y por la leche de las otras (las tabaibas),
no pegará o prenderá de esas 45.000 plantas, ¡ni una! Y no será porque alguna
cabra escapada y escondida, se los coma -que antes mueren de hambre-, sino que
las tabaibas omnipresentes y absolutas dueñas del macizo, no permitirán ninguna
planta les haga sombra y les quite el sol. Tiempo al tiempo, para que lo vean
claro (eso si no les cae una gota de leche tabaiba en los ojos).
El Padre Báez.
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