Olivar muerto en Tara (Telde):
Nada he leído (prensa), ni visto (televisión), ni oído (emisoras de Radio), que comente o diga, o enseñe algo sobre un presunto olivogenocidio, que clama al cielo. Y a decir verdad, bien alto que está como para que nadie lo haya visto, estando como está a la vista de todos. Y mira, que era motivo grato a la vista, subir hacia mi diaria dirección (Lomo Magullo), y desde el “Baladero” -que no “Bailadero”-,
mirando al frente donde la Iglesia de Tara, el olivar que allí estaba, y que ahora solo queda la leña del mismo, seco como una teja, y cual si un rayo los hubiera incendiado y secado a todos los olivos; no queda ni uno vivo o verde, y ello con lo resistentes que son a la falta de agua; pues bastaría mirar a la ¡anda! Andalucía y a la ¡extrema! Extremadura, donde el agua es escasa y largos los veranos, y bien secos, y el verde olivo -o los verdes olivares-, no se seca ni uno. Pues el olivar de Tara –mejor, en el exolivar de Tara- no queda ni uno vivo, ni reverdece alguno–y ello a pesar de las lluvias- ni uno (repito). Todo esto me lleva, a pensar mal, y sin afirmar nada y con el preceptivo previsible, probable, presunto, y cuanto quieran de cara a no afirmarlo, sino que desconociendo el motivo (quién, cómo, para qué, etc.), parece fue cosa adrede, querida y buscada. Es decir, que no fue fortuito, ni casual, sino que con alguna intención y utilizando alguna técnica o método, los olivos citados, fueron secados, pienso que con veneno, con alguna técnica o manera de extinción y desaparición. Pienso, que Miedo Ambiente, el Seprona, alguna denuncia, nadie se ha enterado, ni nadie lo ha visto –siendo descarado y provocativo- y ellos, que no dejan tocar nada, ni podar un almendrero, están tardando y deben averiguar, qué pasó por allí, y quiénes fueron o fue, y que si en su día analizaron un pino caído (el de Pilancones) por el vendaval de años atrás, bien pudieran estudiar y averiguar la manera de la muerte de todo un olivar, donde no queda ni una brizna de vida, y que el “crimen” o geneocidio de olivos (olivogenocidio o genocidioolivarero), el causante de tal daño pague por el mal ecológico cometido (porque usted, no puede desaparecer un árbol por muy suyo que sea, y muy en lo suyo que esté, y por más que sea peligroso para su vida y hacienda, no puede ni tocarlo, ni podarlo y mucho menos secarlo y así desaparecerlo, sin que la ley le haga pagar muy caro –pero que muy caro- su acción antiecológica y ataque medioambientalista, y que, sin embargo haya -sospecho que varios cientos de olivos-, desaparecido todo un olivar, que coronaba a Tara, y le daba un empaque de bosque, enseñoreándose cual mar verde, y que según parece, aquí no ha (o haya) pasado nada, es cuando menos sospechoso. Y claro, mal pensado que es uno, ve lo que tal vez han visto otros, pero todos lo callan o silencian; que la zona, al estar en una atalaya natural, con vistas panorámicas estupendas, alguien (o algunos) haya (o hayan) pensado en una urbanización futura, y en dicha zona, unos chalecitos al borde, son todo una golosina dada su ubicación sobre Telde, con vistas al lejano mar, y recibidores o receptores de los primeros rayos del sol, hayan cambiado –en mente- olivos por cemento y casas. Todo será cuestión de tiempo, y esperar pase la crisis (a la que la cosecha de aceituna y aceite pudiera ayudar a paliar), para ver si adivino, como cosa tonta y fácil de deducir -y de ahí, y por eso el silencio culpable de cuantos quieren no molestar la voz del amo-, que comete delitos y se mira hacia a otro lado, como si tal cosa, y como si nos chupáramos los dedos, y creyéramos que al unísono los olivos se secaron cual si una maldición les cayera o hubiera caído, o el mismísimo infierno por allí hubiera pasado quemando cuanto a su paso se puso (en este caso, solo el olivar de Tara, sin que a ningún otro árbol -fuera del olivar- le afectara). Pena da, cuando del olivar: aceitunas y aceite, paisaje y ecología, frente a un previsible delito de llenar la isla de cemento, sin que este dé de comer sino una sola vez. Pues, desde este humilde comentario, exijo -sin la autoridad que no tengo-, se aclare este asunto, y que además de un servidor –un pobre cura de pueblo-, los haya, que sin cobardía y sin encubrimiento, no falten y hayan quien valientes, descubran este oscuro asunto, en el que se extermina y acaba con un olivar, ¡y aquí no pasa nada!, cuando desde mi opinión, se trata de un gravísimo delito, pues corte usted un pino, ¡qué digo: una retama, tabaiba o escobón! –que no da sino fuego- y verá cómo se le cae el pelo, pagando los 6.000,00 euros preceptivos, como mínimo y aquí, alguien desaparece todo un olivar –con varios cientos de ejemplares-, y como si nada hubiera sucedido o pasado. Esto, espero sea aclarado, y si estoy equivocado, que el kabildo o invernadero alguno (El Rosal, u otros), surta de nuevas plantas y se renueve y se reforeste y se repueble nuevamente de olivos el lugar, porque no es creíble que por falta de riego y el mal año, se hayan secado, ya que en ningún lugar del mundo se riegan los olivares (y no hay en toda la isla un solo ejemplo de un solo olivo seco a consecuencias del calor del verano o falta de lluvia), salvo cuando la planta es joven de cara a que enraíce –que de eso un servidor entiende algo al tener más de setenta (70) olivos plantados en cuatro años de forma escalonada y sé su comportamiento-, pero una vez pegado, ya vive de por vida siendo hasta centenarios varias veces en sus longevas vidas. A otros toca evaluar y definir los tipos de delitos cometidos y las penas pertinentes, después de las pesquisas necesarias para descubrir a culpables, cosa nada difícil, dado que hasta un niño, pudiera descubrir al culpable. Espero, se devuelva a Tara, el olivar robado o quitado, por uno nuevo, y en cuatro o cinco años, la cosa siga como antes, y jamás por allí el cemento aparezca. Personalmente, los cuatro olivos que encargué el domingo en Tecén, los regalo para volver a re-plantar lo que –sospecho- un desalmado ha hecho en Tara, sin que ello, haya sublevado o alarmado a nadie, y ningún medio de comunicación social se haya hecho eco del arboricidio olivarero en Tara, es algo que sorprende y escandaliza. Pero, la pregunta clave: Miedo Ambiente y el Seprona, ¿no lo ha visto?, ¿cómo es que ve a uno metido en un barranquillo escondido abrir un camino existente, cortando algunas ramas de retamas y zarzas –como puedo demostrar-, y va corriendo a multarlo, con el millón de las antiguas pesetas, y esto que está en lo alto de una meseta, a la vista de todos, no lo ven?, ¿quién los calla?, ¿qué delitos de prevaricación, corrupción, malversación, enchufismo, etc., etc., se esconde detrás de este nuevo caso en Telde, llamado: “El caso Tara”?
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