El campo es vida.
Es la historia más larga que existe. La vida, sin la naturaleza, no es vida; está pegada a ella, de ella venimos (más las manos del Creador [Dios]). La naturaleza, el campo, la tierra, genera y da libertad (¡y más!).
Desgraciadamente, no lo ven así los políticos; y la masa ciega, tampoco; siguiendo otras indicaciones, que nos matan (el turismo, el fútbol, fiestas...). Sin embargo, se dan las circunstancias perfectas, para regresar y volver al campo, ¡ya! De lo contrario, abundaremos en adelante del chavolismo (o chabolismo [me da igual]), sin huerto y con un (el) mar vacío. Hoy, sentados, mirando al infinito. Esperamos barcos (y turistas) desde el horizonte (no hay otros). Nos han subido en lo más bajo de la miseria (depender de todo y de todos). Alguien ha definido muy bien al gran tabaibal, como un secarral (por más que esté verde, pero sin agricultura; solo hierbas, y hierbas malas). Somos los campeones en el paro y..., ¡en tanto! Lo bucólico va desapareciendo, y casi no queda. Nos han desligado de la naturaleza. ¿Será por su dureza? Se descubrirían: paisajes, colores, sonidos, silencios, olores..., ¡y comida! Parece el aire libre, hace daño, constipa, resfría, se coge insolación, hay que protegerse, huir del campo... Se pierde todo (¡hasta la Fe!). Se pierde la práctica, la ciencia y la tradición de una cultura rural (del campo). Ya no se montan los burros, ni mulos; los caballos, son un lujo para deporte o paseo (antes cargaban millo, y otros haces (“jases”) de comida para los animales de leche. Hace siglos, que esto se hacía (hasta hace poco). Todo se comenzó a perder por los años 50 del siglo XX, cuando saltaron al tabaibal (antes: Canarias) los turistas. Nuestro sol, y nuestra agua, cambiaron de dueño. Todo se ha vuelto oscuro. Desaparece nuestro estilo de vida, que solo queda en el disfraz para las romerías. Se miraba al cielo, a las nubes, y a lo que hay más Arriba. Ahora con la dependencia, miramos al mar (por ver si los barcos con sus contenedores nos traen la ración. El campo, sigue sin ser adictivo. Se vive de espalda al campo, no se mira al mismo. Desaparecen los huertos, las casas se caen. La gente no es feliz. La tierra se endurece, se apelmaza, se compacta... Los que la pisan, lo hacen corriendo, veloces, sin verla. La vida mira al mar, a la costa. Atrás y arriba, queda una cultura. Aquello, era vida, la vida. La vida vino de la tierra. El contacto con ella, nos revitaliza. Del campo, quedan fotos del pasado. En blanco y negro. El campo está ahí; nos pone a prueba. No es muy cómodo que digamos. Pero de él, han salido los más grandes protagonistas. En el campo ahora, crecen árboles estériles (pinos del kabildo por todas partes, que hincan sus raíces destrozando a los árboles frutales). Solo crecen tabaibas y retamas, acebuches y escobones, veroles y cardones... Sin embargo, el campo para los jóvenes, sería: intensidad, implicación, libertad, salud, alegría, espiritualidad..., de lo contrario, seguirán enganchados al móvil, a...
El Padre Báez.
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