domingo, 22 de junio de 2014

silencio


La maldición de las tabaibas (4)…

 

… el campesino vive de sobresaltos en sobresaltos; cuando más tranquilo está, y sin saber por qué -pues ningún delito ha cometido- les caen encima, con multas. De por medio, la maldita tabaiba (¡bendita para el cabildo!). Para el pueblo llano y sencillo (cada vez menos), el asunto de las tabaibas, es un puro desastre. Los que los vigilan, son una auténtica plaga, que cobran sin hacer nada, sino vigilándoles y de los bolsillos de los pobres campesinos, viven los que los vigilan y otros, pues cobran de las multas que les ponen. Esto es, con creces, lo peor que ha pasado en el campo, desde que en el siglo XV, llegaran los castellanos; esto no tiene nombre, ni comparación. Más aún, se puede hablar de auténtica catástrofe. Son como un ciclón, que pasa asolando el campo, arrasando el campo, llevándose vidas por delante (vidas calladas, no contadas, silenciadas). El efecto en la agricultura y en la ganadería es de -perdón por la repetición- catastrófica. Y tan oscuro es el panorama, que ni se ve luz al final del túnel, y ni mucho menos afloran brotes, de ningún color. La cosa pinta negra. Grandes áreas comerciales se adueñan de las islas, con la complacencia de cabildos y otros que cobran por todo lo que entra, y es otra de sus fuentes de ingresos, y nada les importa, nada sea ya nuestro (¡la mejor tierra del mundo, entregada a las tabaibas, y éstas, protegidas!). Ya, nada se cosecha. Ni un solo camión baja con algo para el mercado desde el campo; nada se produce. Y la crisis, aumenta cada vez más. La administración, el gobierno, el cabildo, los ajuntas y mientos, nadie interviene, todos callan, miran hacia otro lado, no se enteran, ven balón cesto…

 

El Padre Báez.

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