jueves, 19 de junio de 2014

peligro


La maldición de las tabaibas (1).

 

Fiel a lo que les anunciaba ayer, vamos a adentrarnos -poco a poco- en los misterios ocultos de las tabaibas, el por qué de su defensa y protección. Vamos a comenzar una serie -numerada-  con el título general de “La maldición de las tabaibas”. Hoy, nos toca la ambientación, y en días sucesivos iremos avanzando en lo que esconde la defensa de la tabaiba a toda ultranza.

Que el Tabaibal (antes Canarias), son unas islas donde su gente son acogedoras, y muy amables, está fuera de dudas; el que viene se queda, y si se va dicen maravillas de nuestra esencia y acogida. Y tanto que la cosa es ya un tópico, y que por otra parte lo puede comprobar cualquiera, siempre y cuando se trate de alguien extraño, porque no pasa lo mismo con otro tabaibero (o antes canario), que pasa por ser su peor enemigo. Tratándose de los que nos visitan y se quedan, tan pronto empiezan a adentrarse por el interior de la isla (o islas), sobre todo si se dirigen a las Cumbres y sobretodo por el Sur, ya pueden perder la confianza y la tranquilidad, dado que sin advertencias previas o avisos al fin, y por ello sin tomar precaución alguna, no tardan en venir los problemas, porque patear, hacer senderismo o simplemente salir al campo, se les puede volver en contra, dado que existe un peligro cierto y seguro. Y es que la omnipresente tabaiba, le amenaza silenciosa, con su leche envenenada dispuesta a saltarle a los ojos, mancharle la ropa y piel y si atentara contra ella, la multa pertinente, cual si delito mayor hiciera al querer defenderse de una de ellas, y que las mismas en venganza lo dejara ciego y manchado…, así que ojito al parche, que dijera el otro…

 

El Padre Báez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario